La noche de Pete Doherty

Segundo día y segundo llenazo en la ciudad deportiva Guillermo Amor. Tras una inauguración frenética y divertida, la apertura de puertas de la jornada central del Low Festival tenía en el concierto de The Libertines el horizonte al que llegar por cualquier medio. La tarde fue más sosegada que la del primer día. Peace pagó un mal horario y tocó ante un público no demasiado numeroso, y aunque dio un buen concierto no entusiasmó a unas primeras filas que hacían tiempo hasta la llegada de Doherty y compañía.

The Limboos aportó un punto rítmico y diferente a una velada que empezó a subir la temperatura cuando entró en escena la banda española L.A. Con su líder y mentor Luis Alberto a la cabeza, el grupo repasó lo mejor de su repertorio entrelazándolo con pinceladas de su último disco «From the city to the ocean side» y llenó el escenario secundario más de lo que se había llenado hasta el momento.

Los españoles fueron de más a menos conforme la audiencia se dispersaba en dirección al escenario Budweiser a pulsar el estado de forma de Pete Doherty, pero su sonido californiano y liviano resonó en todo el recinto.

Diez años de silencio son muchos, pero The Libertines tiene un bagaje por el que no pasa el tiempo. El carisma del ex de Amy Winehouse podía llenar el escenario él solo, con patadas a micrófonos, guitarras voladoras y gestos desafiantes. Las gradas y el césped se poblaron tanto o más que en el concierto de Kasabian para ver un directo eléctrico, con temas que son casi himnos generacionales como «Time for heroes» o «Can’t stand me now».

La fuerza de los británicos disipó toda duda. Es difícil saber si las rencillas personales entre Pete Doherty y Carl Barat quedaron atrás, pero lo indudable es que su sonido ha vuelto tras años en los que su grupo ni tan siquiera existió. Tras el auge y caída de Babyshambles y los peores años de Pete a nivel personal, el músico apareció en escena entrado en carnes y con energías renovadas. Atrás queda la oscuridad y el silencio de un grupo que el panorama musical pedía a gritos, que volvieron a unirse el año pasado tras enamorar al mundo a finales de los 90.

El ejército de postadolescentes con pancartas y caras pintadas quedó visiblemente contento tras un concierto que fue un viaje en el tiempo. Lejos de su mejor momento, The Libertines tenía a mucha gente esperándolos. El ambiente era otro y se encaraba una noche que Dorian ya cogió encarrilada. Sus canciones más clásicas y la alegría de The Drums, sin congregar a tanta gente, levantaron un ánimo que unas gotas de lluvia templaron. El camino ya estaba recorrido y todo lo que pasase hasta la llegada de Elyella DJs, con la extravagante puesta en escena de Los Punsetes de por medio, iba a ser ya una vía hacia la puerta de salida.