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Controlador aéreo en el Aeropuerto Alicante-Elche, alta precisión

Un reloj atómico al segundo, radares con TV digital y partes del tiempo cada 10 minutos se usan en 150 vuelos al día en El Altet

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La última palabra sale de una voz humana, porque el controlador aéreo toma las decisiones, pero en su trabajo cuenta con un despligue tecnológico que asombra, sobre todo, por su precisión. Aquí no se permiten errores y, de hecho, la compañía Ferronats ha tenido «cero» incidencias graves desde que opera en la torre de control del aeropuerto de Alicante-Elche.

Desde enero de este año, sus 17 controladores en El Altet han tutelado el despegue y aterrizaje de 63.000 vuelos con nueve millones de pasajeros en 72 destinos de todo el mundo en total,, con un 97% de puntualidad y una media de 150 operaciones diarias, según precisa su director general, Gonzalo Cañete.

Las herramientas con las que cuentan parecen de película

. Un reloj atómico que se desvía menos de un segundo indica una hora planetaria de referencia para todos los aeropuertos, el denominado tiempo universal concertado (UCT). Un radar que rastrea la «arribada» o la salida de las aeronaves en un espacio aéreo de cinco millas náuticas (unos ocho kilómetros) que en el caso de la terminal de El Altet abarca desde las Salinas al Cabo de las Huertas y casi El Campello. Un segundo radar muestra una imagen digital, cuenta con cámara de vídeo e información meteorológica, probablemente con las predicciones más exactas que se pueden consultar, ya que se actualizan cada 10 minutos.

Contra el viento

Otro instrumental clave es el anemómetro para medir la velocidad y fuerza del viento, ya que los aviones siempre despegan contra el viento. En el caso de Alicante, en verano en dirección al mar siempre y hacia el interior solo en algunos días de invierno.

En general, para los pilotos y controladores El Altet ofrece una «excelente operatividad» que agradecen especialmente la mayoría de quienes pasan por este aeropuerto, dado que proceden del Reino Unido, donde la climatología resulta especialmente adversa casi todo el año, según explica el jefe de esta torre de control, Rogelio Pérez. Además, la pista alicantina es muy larga, con lo que admite sin problemas picos de tránsito de 350 vuelos diarios en julio y agosto, frente a los 800 que llega a soportar Barajas con sus cuatro pistas.

El día a día en la torre de control deja poco espacio para la sorpresa, ya que apenas un testimonial 2% de las operaciones no están programadas con antelación. Únicamente han de improvisar cuando un vuelo pierde su slot y hay que buscarle otro momento para transitar por su espacio aéreo reservado, debido a algún retraso.

Ni el más mínimo atisbo de cansancio puede perturbar la concentración de los controladores, que tienen un número máximo de operaciones por hora y tienen que descansar –como mínimo– cada dos horas. Ayer solo había uno en los controles, pero en temporada alta llegan a vigilar el cielo alicantino hasta tres al mismo tiempo.

Su cualificación también resulta exhaustiva, ya que si llegara uno procedente de AENA en Madrid, por ejemplo, incluso con mucha experiencia a sus espaldas, tardaría varios meses en superar una formación específica para trabajar en la terminal de El Altet.

Ferronats, participada al 50% por Ferrovial y la británica Nats, gestiona el privatizado «control aéreo en aeródromo», es decir, los movimientos en la pista y las maniobras de aterrizaje y despegue antes de que los aviones alcancen su altura de crucero, cuando pasan el relevo a los controladores públicos de AENA.

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