VIDAS EJEMPLARES

Yanis no sufrirá

Tras animar a sus compatriotas al caos vivirá como un pachá

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

LOS pobres griegos han sido emplazados a elegir hoy entre lo duro (el jarabe de ricino alemán) y lo peor (el dracma, la inflación galopante y probablemente el hambre). La opción del «no» viene avalada por lo mejor de cada casa: la hooligan Marine Le Pen, el eurófobo cervecero Nigel Farage, el bufón nihilista Beppe Grillo, la Forza Italia del admirable Berlusconi; los xenófobos de la Liga del Norte, el único aliado europeo de Convergencia; y por supuesto, el Podemos de Iglesias Turrión, quien unió su destino al de Tsipras en unos emotivos mítines en Atenas, que ya preludiaban nuevas tragedias en la patria de Sófocles. Toda esa logia de sofistas invita a los griegos a darse el gustazo nacionalista de votar «no» y partirse el cráneo en una piscina seca.

Si optan por dispararse en un pie, los griegos se arrastrarán cojos, con inmenso dolor. Pero hay un tipo que seguirá viviendo como un pachá: su bizarro ministro de Economía, Yanis Varufakis, prototipo de lo que en vulgata se viene a llamar «pijipi», o «progre-pijo». Yanis no es hijo de ningún cabrero cretense. Nació en una familia bien y su padre llegó a presidir la mayor acería griega, Halyvourgiki. Desde pequeño fue enviado a veranear a las islas británicas y en 1978 empezó a estudiar en la Universidad de Essex, donde dio clases. En realidad ha vivido el grueso de su vida adulta fuera de Grecia. Tras un año en Cambridge, fue profesor en Sídney de 1989 a 2000. Con el cambio de siglo volvió a Atenas (también a la universidad), pero tras dos años como asesor de su hoy detestado Papandreu se fue a Estados Unidos, a seguir la gira docente por Seattle y Austin.

Yanis es un ejemplo acabado de la gauche divine helena. En 2005 se casó con la artista conceptual Danae Stratau (una de sus últimas obras se llama «Es tiempo para las cajas negras», una puerilidad –y disculpen mi atroz carencia de sensibilidad plástica– que consiste en exponer cien cajas, cada una con una palabra de denuncia dentro). Yanis y Danae viven en un piso chachi con vistas a la Acrópolis. Nos lo enseñaron ufanos en un posado horteroide para «Paris Match», que convierte los de Preysler en el «¡Hola!» en un ejercicio de recato. Yanis, que circula en una Yamaha 1.300 con su camisa estampada por fuera, posee también dacha en una isla de moda entre la bohemia pudiente.

Cuando escaseen las provisiones, las colas sean bolivarianas y haya que acumular un fajo de desvalorizados dracmas para comprar tres huevos, Yanis se dará el piro. Escribirá artículos a tres manos con los videntes Krugman y Stiglitz en «The Guardian» y «NYT», donde pondrán a parir el «austericidio» de Merkel, una loca que defiende la aberrante idea de que no se debe gastar seis veces más de lo que se tiene. Será figura en cumbres alternativas y hará turismo congresual por todo el globo, predicando –previo pago– en el foro de Portoalegre de turno, junto a excursionistas como los profesores Beiras y Monedero. Aparecerá, no lo duden, dándonos lecciones junto a Iglesias Turrión en nuestras teles al rojo vivo. Hasta puede que reedite su libro sobre la Teoría de los Juegos. Donde, visto su recital de estos días, debería ir incorporando el tocomocho.

LOS pobres griegos han sido emplazados a elegir hoy entre lo duro (el jarabe de ricino alemán) y lo peor (el dracma, la inflación galopante y probablemente el hambre). La opción del «no» viene avalada por lo mejor de cada casa: la hooligan Marine Le Pen, el eurófobo cervecero Nigel Farage, el bufón nihilista Beppe Grillo, la Forza Italia del admirable Berlusconi; los xenófobos de la Liga del Norte, el único aliado europeo de Convergencia; y por supuesto, el Podemos de Iglesias Turrión, quien unió su destino al de Tsipras en unos emotivos mítines en Atenas, que ya preludiaban nuevas tragedias en la patria de Sófocles. Toda esa logia de sofistas invita a los griegos a darse el gustazo nacionalista de votar «no» y partirse el cráneo en una piscina seca.

Si optan por dispararse en un pie, los griegos se arrastrarán cojos, con inmenso dolor. Pero hay un tipo que seguirá viviendo como un pachá: su bizarro ministro de Economía, Yanis Varufakis, prototipo de lo que en vulgata se viene a llamar «pijipi», o «progre-pijo». Yanis no es hijo de ningún cabrero cretense. Nació en una familia bien y su padre llegó a presidir la mayor acería griega, Halyvourgiki. Desde pequeño fue enviado a veranear a las islas británicas y en 1978 empezó a estudiar en la Universidad de Essex, donde dio clases. En realidad ha vivido el grueso de su vida adulta fuera de Grecia. Tras un año en Cambridge, fue profesor en Sídney de 1989 a 2000. Con el cambio de siglo volvió a Atenas (también a la universidad), pero tras dos años como asesor de su hoy detestado Papandreu se fue a Estados Unidos, a seguir la gira docente por Seattle y Austin.

Yanis es un ejemplo acabado de la gauche divine helena. En 2005 se casó con la artista conceptual Danae Stratau (una de sus últimas obras se llama «Es tiempo para las cajas negras», una puerilidad –y disculpen mi atroz carencia de sensibilidad plástica– que consiste en exponer cien cajas, cada una con una palabra de denuncia dentro). Yanis y Danae viven en un piso chachi con vistas a la Acrópolis. Nos lo enseñaron ufanos en un posado horteroide para «Paris Match», que convierte los de Preysler en el «¡Hola!» en un ejercicio de recato. Yanis, que circula en una Yamaha 1.300 con su camisa estampada por fuera, posee también dacha en una isla de moda entre la bohemia pudiente.

Cuando escaseen las provisiones, las colas sean bolivarianas y haya que acumular un fajo de desvalorizados dracmas para comprar tres huevos, Yanis se dará el piro. Escribirá artículos a tres manos con los videntes Krugman y Stiglitz en «The Guardian» y «NYT», donde pondrán a parir el «austericidio» de Merkel, una loca que defiende la aberrante idea de que no se debe gastar seis veces más de lo que se tiene. Será figura en cumbres alternativas y hará turismo congresual por todo el globo, predicando –previo pago– en el foro de Portoalegre de turno, junto a excursionistas como los profesores Beiras y Monedero. Aparecerá, no lo duden, dándonos lecciones junto a Iglesias Turrión en nuestras teles al rojo vivo. Hasta puede que reedite su libro sobre la Teoría de los Juegos. Donde, visto su recital de estos días, debería ir incorporando el tocomocho.

Ver los comentarios