COSAS MÍAS

El extraño caso Rato

Es evidente que hay una doble vara de medir, la que se aplica a Rato, por ejemplo, a diferencia de la que se aplica a Chaves y Griñán

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Extraño, no por los presuntos delitos sino por la reacción mediático-política. Con la novedosa preocupación por las filtraciones, con las llamativas ganas de creer al acusado a pesar de las aparatosas pruebas en contra. Y con la sorprendente coincidencia en lo anterior de sectores de la derecha, los antirajoyistas, junto al principal medio socialdemócrata. Lo que demuestra la importancia de las amistades plurales labradas a lo largo de toda una vida, y, sobre todo, la incoherencia en la persecución de la corrupción política.

Lo habitual y normal en el caso Rato es el propio Rodrigo Rato, el enésimo exponente del ser humano perdido por el dinero. Por la ambición descontrolada y sin escrúpulos. Presuntamente, según las investigaciones. Lo que demuestra, una vez más, la falsedad de esa idea propia de una parte de la derecha según la cual los ricos son menos corruptibles porque ya tienen el dinero suficiente.

Algo tan desmentido por los hechos como la supuesta pureza ética de los parias de este mundo. Unos y otros, ricos y pobres, tienen las mismas posibilidades de caer, por los tres motivos habituales, dinero, poder y amor, en ese orden.

Hasta ahí, todo normal. Lo anormal llega cuando los mismos, por ejemplo, que persiguieron con saña digna de mejor causa a Francisco Camps bajo la acusación de haber recibido regalos de ropa por valor de 14.000 euros, los mismos que filtraron hasta las conversaciones más privadas de Camps, les faltó filmarlo en el cuarto de baño, se alarman ahora por las filtraciones. Me refiero al medio de referencia socialista que no recuerdo se haya disculpado con Camps tras ser declarado inocente por aquella persecución de varios años con filtraciones. Donde pongo Camps, vale cualquier otro ejemplo de político sometido a la pena mediática, a la detención delante de las cámaras de televisión, a la ignominiosa mano en la cabeza del agente de turno, a las filtraciones de conversaciones privadas que nada tienen que ver con las acusaciones, a la destrucción de la presunción de inocencia.

Y luego están los que claman contra la corrupción y la degeneración de los políticos y, sin embargo, ven conspiraciones y venganzas en el caso Rato, a pesar del baile de millones presuntamente defraudados y blanqueados, a pesar de las decenas de extrañas sociedades, a pesar de la obvia y ya conocida ausencia de ética en su gestión de Bankia. A pesar de que los mismos han exigido represalias ejemplares en tantos otros casos.

Como guinda, los socialistas que ahora quieren la publicidad de la lista de defraudadores, de grandes defraudadores, por supuesto. Para proseguir con la demonización de la clase política, sólo la de derechas, en este caso. Y que sin duda rechazarían rotundamente la publicidad sobre todos y cada uno de los ciudadanos que hayan engañado alguna vez a Hacienda. Porque esos son los votantes a los que hay que mimar asegurándoles que son víctimas de políticos como Rodrigo Rato.

Que hay una doble vara de medir, la que se aplica a Rato, por ejemplo, a diferencia de la otra que se aplica a Chaves y Griñán, es evidente. Que hay unas filtraciones escandalosas, también. Que hay una destrucción mediática de la clase política, por supuesto. Pero no van a arreglarlo quienes lo fomentan con sus enemigos y lo lamentan cuando las víctimas son sus amigos.

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