Rusia fracasa en su intento de convencer a Turquía de que pare su ofensiva en Libia y suscriba un plan de paz

Algo debió fallar ayer en el último momento porque los ministros de Exteriores y de Defensa de ambos países no llegaran a reunirse

Fuerzas leales al Gobierno de Unidad Nacional AFP

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La reunión que este domingo debió celebrarse en Estambul entre los ministros de Exteriores y Defensa de Rusia y Turquía tuvo que posponerse después de haberse convocado de forma atropellada y sorpresiva en la víspera. La idea de llevar a cabo el encuentro partió del Kremlin con la intención de convencer a Ankara de la necesidad de detener su ofensiva en Libia y sumarse a la iniciativa de Egipto de relanzar el proceso de paz.

El presidente ruso, Vladímir Putin, había hablado por teléfono al respecto con su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, pero algo debió fallar ayer en el último momento porque los cuatro ministros no llegaron a verse. Los titulares rusos de Exteriores y Defensa, Serguéi Lavrov y Serguéi Shoigú, ni siquiera llegaron a subirse al avión para volar a Estambul.

La Cancillería rusa difundió un comunicado a través de su página web asegurando que «los trabajos continúan. La fecha de la reunión de los ministros de Exteriores y Defensa de los dos países se acordará adicionalmente». El Ministerio de Exteriores turco informó en el mismo sentido, señalando además que Lavrov y su colega turco, Mevlut Çavusoglu, se telefonearon.

Y es que el alto el fuego que propuso el presidente egipcio, Abdelfatah al Sisi , en presencia del mariscal Jalifa Haftar el pasado 6 de junio para detener las hostilidades en Libia, iniciativa apoyada por Rusia, fue rechazado por Turquía. Çavusoglu, citado por la agencia turca Anadolu, dijo el pasado miércoles que «piden una tregua justo cuando Haftar empieza a perder terreno. Esto ni es convincente ni sincero. Los esfuerzos de un alto el fuego en El Cairo nacen muertos».

Aquel sábado, Al Sisi recibió a Haftar en la capital egipcia y después propuso a través de las cámaras de televisión desarmar a las milicias para acabar con el conflicto que enfrenta al líder militar rebelde con el Gobierno de Unidad Nacional (GNA) de Trípoli, encabezado por Fayed al Serraj , reconocido por la ONU y respaldado militarmente por Turquía. De hecho el papel de Ankara le ha dado la vuelta a esta guerra civil y el Ejército Nacional Libio (LNA) de Haftar es el que ahora encadena una derrota tras otra al perder constantemente posiciones en Trípoli y en el este del país, incluida la estratégica ciudad de Sirte.

A juicio del ministro de Defensa turco, Hulusi Akar, «Haftar no era una fuerza en sí mismo sino la herramienta de otras fuerzas», en evidente alusión a Egipto, a Arabia Saudí y a los Emiratos Árabes, pero, sobre todo, a Rusia, que aspira a recuperar la presencia en el mercado energético libio que perdió con la caída y muerte de Muamar al Gadafi en 2011.

Rusia tiene desplegadas en Libia unidades mercenarias de los grupos Wagner que combaten mano a mano con las fuerzas de Haftar y ha dejado caer en varias ocasiones que podría enviar en su auxilio aviones de combate desde sus bases en suelo sirio. Pero Moscú, que mantiene un difícil equilibrio con Ankara en Siria, trata de evitar que los dos países terminen abiertamente chocando militarmente en Libia.

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