Netanyahu pelea por su supervivencia política tras perder las elecciones

Los votos hablaron por segunda vez en cinco meses en Israel y volvieron a dar la espalda al primer ministro

El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu EP

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Los votos hablaron por segunda vez en cinco meses en Israel y volvieron a dar la espalda a Benjamín Netanyahu. El eslogan de «Netanyahu es otra liga», que acompañaba a los carteles del líder del Likud junto a su «gran amigo» Donald Trump , no convenció a los votantes israelíes y el primer ministro sufrió una nueva derrota en las urnas que deja en el aire su futuro político. En abril ganó los comicios, pero no fue capaz de formar Gobierno, ahora no es la fuerza más votada y tampoco lograría una mayoría suficiente para formar una alianza con los partidos ultranacionalistas y religiosos. « Netanyahu falló », declaró el ex jefe del Ejército, Benny Gantz, cuya coalición «Azul y Blanco» obtuvo 32 escaños y superó por un asiento al Likud, según los últimos datos publicados con el escrutinio en su recta final. El tercer gran protagonista de estos comicios es Avigor Lieberman, que con nueve diputados casi dobla los que obtuvo en abril y tiene la llave para formar alianzas.

Gantz y Lieberman fueron la cara, Netanyahu la cruz. El primer ministro, sin embargo, mostró su intención de «comenzar las negociaciones para formar gobierno bajo mi liderazgo». Una declaración de intenciones que muestra su deseo de seguir peleando para conservar el puesto, una lucha que se convierte en su objetivo prioritario y por ello anunció la cancelación de su viaje de la próxima semana a Nueva York para participar en la Asamblea General de Naciones Unidas. El argumento esgrimido fue «el complicado contexto político» que atraviesa el país.

En estas primeras horas post electorales cada candidato juega sus bazas para llegar con fuerza a la negociación. Gantz aseguró que su apuesta es « un gobierno unidad nacional », pero a diferencia de lo manifestado a lo largo de la campaña, fue claro a la hora de subrayar que en ese Ejecutivo no puede estar Netanyahu. Una declaración coherente para un político que ha hecho de la lucha contra la corrupción uno de sus grandes avales y que quiere marcar distancias con un Netanyahu que el 3 de octubre tendrá que comparecer en la primera vista ante el fiscal general del país, Avichai Mandelblit, que a finales de febrero adelantó su intención de imputarle por soborno, fraude y violación de la confianza en tres casos diferentes. El dirigente del Likud está siendo investigado en los conocidos como caso 1000, 2000 y 4000.

Lieberman pasó la jornada en Nokdim, el asentamiento próximo a Belén en el que reside en los territorios ocupados. El exministro de Defensa insistió en que «el único gobierno que vamos a apoyar es uno de unidad nacional, con una coalición amplia y liberal ». Un mensaje directo del político moldavo a los partidos religiosos, decisivos en el último Ejecutivo que formó Netanyahu y que ahora corren el riesgo de quedarse sin ministerios. Lieberman ha hecho del laicismo su gran caballo de batalla y puso una serie de condiciones para apoyar al próximo gobierno como permitir la apertura de pequeños comercios y el funcionamiento de transporte público en Shabat (el día sagrado para los judíos), establecer el matrimonio civil en el país y modificar el currículum de las escuelas de primaria religiosas en las que a los niños solo se les enseña la Torá.

La unión de Likud y Azul y Blanco serviría para formar ese gobierno de unidad, al que se sumaría al menos Lieberman. El problema de esta combinación es el posterior reparto de puestos y, sobre todo, los problemas personales entre los líderes, especialmente entre Lieberman y Netanyahu.

Impacto regional

La derrota de Netanyahu podría tener también efectos a nivel regional ya que el primer ministro había puesto en marcha una extensa campaña diplomática para ganarse el apoyo de los que considera «países árabes moderados» en su pulso con Irán. La amistad que le une con Trump y Putin ha sido uno de los argumentos a los que ha recurrido una y otra vez para pedir el voto y ha intentado mantener su imagen de « Míster Seguridad », uno de sus apodos, a base de extender su guerra contra Irán y sus grupos afines a Siria, Líbano o Irak. Su posible salida del cargo «no conlleva graves consecuencias porque no hay gran diferencia entre el Likud y Azul y Blanco en lo que se refiere a Hamás, Hizbola o hacia Irán», señaló Ohanan Plesner, presidente del think tank Israel Democracy Institute en declaraciones recogidas por Reuters. Para Plesner, al gran diferencia será la experiencia ya que «Netanyahu lleva una década navegando en las aguas de Oriente Medio y ahora podemos tener un primer ministro nuevo en medio de estas aguas tan tempestuosas».

El presidente del país, Reuven Rivlin, debe elegir en un plazo de 28 días a uno de los candidatos para que forme gobierno. El elegido tendrá hasta 42 días para intentar ganar los apoyos necesarios que le permitan superar la barrera de los 61 escaños y obtener así la mayoría en una cámara en la que la «Lista Conjunta» de los partidos árabes es la tercera fuerza con 13 escaños.

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