Merkel vota en el congreso de la CDU
Merkel vota en el congreso de la CDU - AFP

Merkel recupera la autoridad en el congreso de su partido

La canciller acepta reducir el flujo de inmigrantes en Alemania, pero no poner un límite

Corresponsal en Berlín Actualizado: Guardar
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Merkel se llevó de calle ayer al congreso de su partido, alrededor de mil delegados que rompieron en una ovación de más de diez minutos con la que quedaban acalladas las críticas internas a su política de refugiados. Ni siquiera se llegaron a mencionar los límites a las concesiones de asilo que pedía el ala más hostil de la Unión Cristianodemócrata (CDU), junto a la bávara Unión Socialcristiana (CSU), y Merkel salió completamente reforzada. El diario Süddeutsche Zeitung titulaba su información «La jefa ha vuelto».

La tarde anterior, Merkel había obtenido el visto bueno a una moción en la que la CDU reniega de cualquier intento de poner tope fijo a la entrada de refugiados en el país, tal y como ella ha defendido desde el principio, y en la que se compromete a trabajar por una «reducción significativa».

Pero la tensión en las últimas semanas ha sido tal que cabía esperar al menos alguna que otra mala cara.

Merkel estaba tan nerviosa que trastabilló varias veces en el encabezamiento y en los obligados recordatorios a las víctimas del terrorismo. Pero después arrancó en su discurso con tanta convicción que no dejó lugar a las diferencias. Recordó a sus correligionarios el significado de la letra C de las siglas de su partido, «Cristiano», y defendió que la decisión de abrir la puerta a la multitud de refugiados que esperaban en Hungría dispuestos a recorrer a pie la distancia que les separaba de Alemania ha sido «un imperativo humanitario» y «una prueba para los valores europeos».

Los sueños de Adenauer

«Todos detrás de Merkel», sentenció el Frankfurter Allgemenie, subrayando que la canciller retoma el apoyo y el control de su partido y explicando la desaparición en un instante de las aguzadas disidencias con la constatación de que «por el momento, el único sustituto para Merkel es Merkel». En la votación al documento sobre la gestión de la crisis de los refugiados solamente se registraron dos insignificantes votos en contra y varias excepciones. Nadie osaba ya llevar la contraria a quien acababa de justificar en su discurso sus actuales decisiones políticas imbricadas en una coherente línea que empezaba con la fundación de la CDU y los sueños europeos de Konrad Adenauer y que se proyectaba hacia los próximos 25 años, cuando las que ahora parecen dificultades insalvables hayan convertido a Alemania en el país que ahora mismo quiere ser.

«Tras el escepticismo no solo hay dudas logísticas o de seguridad…», hurgó la canciller en el rechazo a los refugiados, «en el fondo lo que nos inquieta es lo que va a cambiar, lo que nos afectará ese cambio, si nuestra cultura se resentirá por la llegada de un número tan alto de musulmanes…» «Alemania es fuerte», cimentó la respuesta, «la globalización hace que también las guerras y el hambre traspasen las fronteras…nuestro país seguirá cambiando y a un ritmo superior que hasta ahora, querámoslo o no… pero la exclusión no es una opción».

Su única concesión a los críticos, si es que la hubo, fue su reconocimiento de que el concepto de sociedad multicultural es una «mentira» que oculta «sociedades paralelas» y la exigencia a los recién llegados de un alto nivel de integración, «lo que significa respeto a nuestras normas, nuestra tradición y nuestra cultura además del aprendizaje de nuestra lengua», dijo, reconociendo que lo que Alemania tiene por delante es una «ingente tarea».

A modo de botón de muestra, mientras Merkel hablaba ante el congreso de la CDU en Karlsruhe, su ministra de Familia, Manuela Schwesig, anunciaba en Berlín un programa que llevará a cabo el gobierno alemán en cooperación con UNICEF para mejorar la protección a los niños y mujeres refugiados, que representan cerca de un tercio del total.

Hasta la fecha hay registrados más de 300.000 menores. Decenas de miles de ellos han llegado a Alemania sin un adulto que los acompañe o se haga cargo, y el Estado carece de las vías legales para hacerse con su custodia.

El nuevo programa gubernamental contiene un plan para el Banco para la Reconstrucción de 200 millones de euros en créditos blandos que permitirá que los municipios construyan refugios específicos. También contempla la cooperación con Unicef, que ofrecerá personal, especializado, y la participación de centros de tratamiento de traumas psicológicos derivados del desplazamiento.

La hora de la unidad

A excepción de Schwesig, todos sus ministros flanqueaban a Merkel en Karlsruhe, incluso sus más críticos en materia de refugiados, y a todos ellos dio las gracias efusivamente y con talante conciliador. «Es hora de unidad. Y una canciller debilitada no va a resolver la crisis de los refugiados», justificaba el ex secretario general Peter Hintze, para quien «el resultado de la votación de la Declaración de Karlsruhe tiene la fuerza de una bomba».

«Este partido ha gozado de líderes de una gran calidad personal», presumía el fundador y todavía delegado de la CDU Helge Strick-Strack, «y Merkel es una de los mejores». Aunque que preguntado por la continuidad de la canciller en la próxima legislatura, se encogía sin embargo de hombros y zanjaba: «de momento vamos con los refugiados, no adelantemos acontecimientos».

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