José M. de Areilza - MONNET & CO

Post-Brexit: acuerdo o precipicio

El laborismo, con un eficaz Keir Starmer al frente, iguala a los tories en las encuestas

Las banderas de la Unión Europea y del Reino Unido ondean en Berlín Reuters
José M. de Areilza

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La saga del Brexit vuelve en septiembre, con sus escenas emocionantes y giros de guión inverosímiles. En la temporada final el argumento trata sobre si todavía es posible llegar a un acuerdo comercial UE-Reino Unido y evitar una ruptura de consecuencias muy negativas, en especial para los británicos. La mayoría de los europeos continentales dan la película por vista con gesto aburrido, pero conviene prestar atención a una secuela decisiva. El 31 de diciembre termina el período transitorio. Si no hay pacto, se producirá la desconexión británica del mercado interior y la normativa europea. Los equipos negociadores han llegado hasta donde han podido y ahora esperan que sus jefes hagan su parte. Es imprescindible que dediquen tiempo a encontrar soluciones en algunas áreas donde hay importantes desacuerdos. Los temas pendientes no son menores: derechos de pesca, ayudas de estado, estándares de protección social y medioambiental y mecanismos para garantizar la aplicación del acuerdo.

El primer ministro inglés está desbordado con la gestión de la pandemia. El laborismo, con un eficaz Keir Starmer al frente, iguala a los tories en las encuestas. Boris sopesa no llegar a un acuerdo con la UE, pulsar el botón de «más nacionalismo» y comprobar si sigue funcionando el discurso de orgullo patriótico que le aupó al poder. Puede culpar a la Unión y al coronavirus por partes iguales del fracaso, que presentaría como una firme negativa a renunciar a la soberanía recobrada. Pondría en marcha entonces el plan de su monje negro, Dominic Cummings, consistente en subsidiar de modo masivo sectores de la economía del futuro -inteligencia artificial, tecnología, ciencias de la vida-, sin control alguno por parte de la UE. A cambio, la cuestión escocesa se complicaría todavía más y reinaría el caos en la exportación de bienes y servicios. El partido conservador seguiría sin muchas fisuras a su líder en el alegre salto al precipicio. La doble pregunta en Bruselas es si a los 27 Estados miembros les compensa invertir más energía en el post-Brexit y, sobre todo, si aún pueden contagiar de realismo y desapasionamiento a su antiguo socio.

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