EFE

El gobierno socialista de Portugal, en manos conservadoras

Passos Coelho salvó la semana pasada al Ejecutivo socialista de Costa, pero no le dio un cheque en blanco

Corresponsal en Lisboa Actualizado: Guardar
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El Gobierno socialista de António Costa estuvo dos veces al borde del abismo en Portugal esta última semana. En ambas ocasiones, especialmente la segunda, no fueron en absoluto sus socios del Bloco de Esquerda, Partido Comunista y los ecologistas del PEV los que le permitieron respirar tranquilo. La izquierda radical le dejó tirado sin ningún miramiento en la Asamblea de la República y sólo el sentido de Estado del socialdemócrata Pedro Passos Coelho, su antecesor en el cargo de primer ministro, le hizo pasar el mal trago en vista de que sus 86 diputados se revelan claramente insuficientes para cubrir un arco que tiene en 116 el umbral de la mayoría absoluta. La rectificación del Presupuesto de este año que agoniza solventó así su principal escollo.

El caso Banif, consecuencia de la venta del Banco Internacional de Funchal (mejor dicho, exclusivamente sus «activos buenos») por 150 millones de euros al Santander, ha provocado una marejada política en el país luso y, sobre todo, ha retratado la fragilidad del Ejecutivo. Hay asuntos en los que nunca va a lograr Costa convencer a unos compinches que no titubean cuando se trata de dar un portazo. Cierto que se avinieron a no seguir reclamando la salida del euro ni de la OTAN, pero ahora no estaban dispuestos a contribuir a derivar los altos costes de la operación financiera.

El Gobierno hace aguas a las primeras de cambio

Aun así, el líder socialista continúa empeñado en apostar por ese Gobierno de acuerdos puntuales que hace aguas a las primeras de cambio, con unos compañeros de viaje que le van a marcar el paso en cada envite. Porque los ejercicios equilibristas se han convertido en su hábitat natural desde que no le dolieron prendas al rechazar la mano tendida de Passos Coelho para formar una gran coalición de centro-derecha y PS.

Si este es el camino a seguir, la legislatura tiene aspecto de calvario. Y el ex primer ministro socialdemócrata ha avisado con rotundidad: que se olvide António Costa de recurrir a él más veces porque se lo denegará. Un apoyo que podría resultar clave cuando se discuta el crucial Presupuesto de 2016. De esta forma, se le agotan los salvoconductos y no le queda más remedio al que fue alcalde de Lisboa que poner en práctica sus dotes conciliadoras, arquetípicas en él cuando regentaba el ayuntamiento pero que ahora se enfrentan a retos mucho más duros.

Distanciados

Además, el Bloco (Catarina Martins) y el PCP (Jerónimo de Sousa) apenas se dirigen la palabra entre ellos, con lo cual el Gobierno actual dista bastante de ser un tripartito. Hablemos pues de pactos individuales, pero siempre de manera bilateral. Esta solución a la portuguesa es heredera de la Moción de Rechazo que salió adelante el 10 de noviembre en el Parlamento para derribar al efímero gabinete de Coelho, que ganó las elecciones con 107 escaños y se quedó en la estacada por la negativa de los socialistas a perpetuar la austeridad que aquel impuso hace cuatro años.

Los recortes han ahogado las prestaciones sociales en Portugal, sí, pero han tenido una contrapartida positiva: contuvieron el gasto público e impidieron que se disparase el déficit.

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