Mujeres se manifiestan en Bahréin con imágenes del clérigo ajusticiado en Arabia Saudí
Mujeres se manifiestan en Bahréin con imágenes del clérigo ajusticiado en Arabia Saudí - AFP

EE.UU. y Europa temen que el choque entre suníes y chiíes ensangriente la región

Washington condena la ejecución por Arabia Saudí del ayatolá Al Nimr y pide a Teherán y Riad que rebajen urgentemente la tensión

Corresponsal en Washington Actualizado: Guardar
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Nunca es oportuno un incendio entre las grandes potencias del sunismo y el chiísmo, la rivalidad secular dentro del islam. Su capacidad de ensangrentar la región es infinita. Pero hoy, dado el polvorín en que la guerra de Siria ha convertido el tablero de Oriente Próximo, las consecuencias son imprevisibles. EE.UU., tradicional aliado de Arabia Saudí pero con un ojo puesto ahora en Irán tras el histórico acuerdo nuclear –detalle no menor– ha liderado la condena de la ejecución «por terrorismo» del clérigo chií, Nimr Baqer al Nimr, y la llamada a Riad a «respetar y proteger los derechos humanos», a las que se han sumado la ONU, la UE y los principales países europeos. La «preocupación» de Washington y de todo Occidente a que el fuego se propague corría ayer entre las cancillerías, mientras la embajada de Arabia en Teherán era literalmente asaltada.

El Departamento de Estado norteamericano insiste a ambos países en una «urgente bajada de tensión», tras la amenaza iraní de que Arabia «pagará un precio alto» por la ejecución del ayatolá, un nuevo mártir para su causa chií.

El último brote de exacerbación entre el mundo suní y el chií se ha convertido en otro desafío para la diplomacia norteamericana, que no da abasto en Oriente Próximo. Con el eco del conflicto sirio y la guerra a Daesh llamando cada día a su puerta, el secretario de Estado, John Kerry, está empleando todos sus esfuerzos en contener una complicación añadida a un foco para el que el presidente augura muchos años antes de la solución. Washington se ve obligada a nadar entre dos aguas. Riad es hoy más aliado de circunstancias que amigo, después de un acuerdo con Irán (fin de las sanciones a cambio de un freno en su desarrollo nuclear) que EE.UU. apadrinó y que Obama tuvo que explicar personalmente a un molesto Rey Salmán bin Abdulaziz en la Casa Blanca. Tan opuesto al pacto como el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, muy distante también del presidente norteamericano. El calificativo de «prominente» que utilizó ayer en su nota oficial el Departamento de Estado al referirse al clérigo ejecutado no habrá gustado en Riad, que integra la coalición liderada por los norteamericanos para combatir a Daesh. El grupo yihadista es de origen suní (con fuerte influencia wahabí), como el régimen saudí, pero su crecimiento y expansión también inquieta a un país poco amigo de las tensiones. Es algo más que una suposición concluir que los terroristas salen beneficiados de cualquier encontronazo abierto entre las dos corrientes del islam.

En paralelo, el acercamiento entre EE.UU. e Irán vive altibajos no exentos de tensión. Aunque encuadrada en la coalición que lidera Rusia, Teherán tiene idénticos intereses de fondo en combatir a Daesh, que se expande por la región, y en particular por Irak, de gobierno y población mayoritariamente chií. No hay que olvidar que el arrinconamiento de los suníes, bajo el gobierno de Al Maliki, contribuyó decisivamente al reforzamiento del yihadismo en el país iraquí.

Distensión y conflicto

Pero el régimen de los ayatolás da una cal y otra de arena a Washington. Al tiempo que transporta a Rusia el uranio enriquecido (material para la construcción de la bomba nuclear, a la que aspiraba Teherán) que había acumulado estos años, en cumplimiento del acuerdo con Occidente, protagoniza momentos de tensión también con Estados Unidos. Como el que tuvo lugar hace unos días en el estrecho de Ormuz, cuando cohetes no dirigidos iraníes pasaron cerca de un portaaviones norteamericano.

El manejo de la diplomacia norteamericana en su relación con Arabia e Irán lo resumía así recientemente el presidente Obama: «Algunas veces debemos equilibrar nuestra necesidad de hablar con ellos sobre derechos humanos con las preocupaciones inmediatas que tenemos en relación con la lucha contra el terrorismo y la imprescindible estabilidad en aquella zona».

Naciones Unidas contribuyó ayer a la unánime condena de Occidente a las 47 ejecuciones de Riad. La nota oficial de su secretario general, Ban Ki-moon, pone el acento en la «grave preocupación por la naturaleza de los cargos (contra el clérigo Al Nimr) y la imparcialidad del proceso». Para la jefa de su diplomacia europea, Federica Mogherini, la UE «reitera su oposición a la pena de muerte en todas sus circunstancias, y en particular a las ejecuciones en masa». A la llamada oficial de la Unión Europea siguieron los gobiernos europeos, que coincidieron en su rechazo a las ejecuciones. El Ministerio de Exteriores francés apeló además a «hacer todo lo posible para evitar la exacerbación de las tensio

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