Pedro Rodríguez - DE LEJOS

Dilemas

Venezuela es un Estado fallido y también un doloroso fracaso de la izquierda populista

Masiva manifestación en Caracas contra el régimen de Maduro EFE

Pedro Rodríguez

En los rankings de Estados fallidos, con un palmarés cada vez más concurrido y problemático para la seguridad internacional, Venezuela ha terminado por hacerse con un lugar tristemente destacado por una mezcla de explosión, implosión y erosión. Con creces, el régimen de Nicolás Maduro cumple los cuatro criterios fundamentales que explican tanto sufrimiento:

Pérdida del control físico de su territorio o del monopolio del uso legítimo de la fuerza. Además de la crisis regional que representa Venezuela, sirva como referencia el informe recién publicado por Amnistía Internacional que detalla cómo el chavismo está utilizando con total impunidad el hambre, el miedo, cientos de detenciones arbitrarias y ejecuciones extrajudiciales para mantenerse en el poder.

Erosión de la autoridad legítima para tomar decisiones colectivas. Maduro, incapaz de recrear el chavismo sin Chávez, ha alcanzado un nivel extremo de impopularidad en su deriva autoritaria. Hasta el punto de recurrir a un masivo fraude para su reelección ignorando a la Asamblea Nacional con mayoría opositora.

Incapacidad para proveer razonables servicios públicos. Las carencias de alimentos, medicinas y servicios básicos resultan incompatibles con un país bendecido con toda clase de recursos naturales, incluidas las mayores reservas certificadas de petróleo en el mundo. Dentro del pacto de prosperidad a cambio de revolución, lo único que ha proliferado durante los cinco últimos años en Venezuela es la corrupción, la inseguridad y un retroceso demencial en toda clase de indicadores socioeconómicos. Según Naciones Unidas, 3,4 millones de venezolanos han huido de su país.

Incapacidad para interactuar con otros estados como miembro pleno de la comunidad internacional. Juan Guaidó ha sido reconocido por más de 50 naciones como el legítimo presidente de Venezuela dentro de un consenso democrático a favor de un cambio político sin violencia.

Ante todos estos factores, Venezuela no es solo un Estado fallido sino que también representa un doloroso fracaso de la izquierda populista. Como decía Jorge Luis Borges ante otra similar declinación política latinoamericana: «El peronismo no es ni bueno ni malo, es incorregible».

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