El conservador Yoon Suk-yeol gana en Corea del Sur y frenará el acercamiento a Kim Jong-un

En las elecciones más broncas y ajustadas que se recuerdan, derrota al progresista Lee Jae-myung por una diferencia de solo 0,73 puntos porcentuales y promete una línea más dura con el régimen comunista de Pyongyang

Yoon Suk-yeol, ganador de las elecciones de Corea del Sur EFE
Pablo M. Díez

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En las elecciones más broncas y ajustadas que se recuerdan, el conservador Yoon Suk-yeol ha ganado este jueves la presidencia de Corea del Sur, derrotando por la mínima al candidato progresista del partido en el poder, Lee Jae-myung. Con el escrutinio ya finalizado muy entrada la madrugada, Yoon ha obtenido el 48,56 por ciento de los votos y Lee el 47,83 por ciento. Su diferencia, de solo 0,73 puntos porcentuales, es l a más pequeña registrada en unos comicios en Corea del Sur y refleja la fuerte división en la sociedad, primera tarea a subsanar para el nuevo presidente.

«Nosotros, el pueblo de la República de Corea, somos uno. Sin importar la región, el trabajo o la clase, la gente de la República de Corea es igual en esta nación donde quiera que estén, y deben ser tratados de forma justa. Consideraré la unidad nacional como mi principal prioridad», prometió Yoon ante los diputados del Partido del Poder Popular (PPP), según informa la agencia de noticias Yonhap.

Por su parte, Lee Jae-myung, del progresista Partido Democrático (PD), reconocía su derrota con deportividad . «Hice todo lo que pude pero he fallado a vuestras expectativas. Toda la responsabilidad es mía. Envío mi felicitación al candidato Yoon Suk-yeol», decía apenado. Para él, su derrota es todavía más triste porque empezó liderando el recuento, que se estrechó a la mínima antes de que Yoon le superara cuando se había llegado al 51 por ciento del escrutinio. Con su triunfo, los conservadores retoman el poder tras la victoria 2017 de Moon Jae-in y acaban con los ciclos de diez años de alternancia política con los progresistas.

Hace solo un lustro, Moon Jae-in capitalizaba la rabia social contra la presidenta Park Geun-hye, condenada por corrupción, y generaba una ola de ilusión en el país por su «deshielo» con Corea del Norte. A pesar del acercamiento tras sus encuentros históricos con Kim Jong-un y de haber apadrinado sus negociaciones con Trump, el fracaso de la cumbre de Vietnam en 2019 dejó herido de muerte al proceso de paz y desarme nuclear, que sigue estancado.

Frente a dicho acercamiento, el nuevo presidente surcoreano aboga por una política de defensa nacional más dura con el régimen comunista de Pyongyang, que ha vuelto a sus ensayos de misiles y se sospecha que podría estar preparando una nueva prueba nuclear. Yoon no solo aboga por ampliar el escudo antimisiles con las lanzaderas estadounidenses THAAD , que también suponen un motivo de roce con China, sino que incluso ha sugerido la posibilidad de llevar a cabo un ataque preventivo contra Corea del Norte para acabar con sus amenazas. Unas palabras que han sido muy criticadas por los progresistas por elevar aún más la tensión militar en un mundo ya bastante agitado por la invasión rusa de Ucrania.

Además de frenar el deshielo con Kim Jong-un, otra de las tareas de Yoon será levantar la economía tras el impacto del coronavirus, que está provocando su peor ola por la explosión de la variante Ómicron. Con más de 300.000 contagiados por segundo día y 206 fallecidos este jueves, la pandemia vive su momento más duro en Corea del Sur pese a que fue uno de los países que mejor pudo controlarla tras su estallido hace dos años.

Para lograr su objetivo, el nuevo presidente ha prometido una política liberal basada en menos intervención estatal y menos impuestos. «Habría que cambiar completamente el paradigma económico para que lo dirijan el sector privado y la innovación, no el Gobierno y su gasto a través de deuda pública», propunga Yoon. Pero tendrá que hacer frente también al creciente malestar social por las pérdidas económicas debido a las restricciones del coronavirus y a la carestía de la vivienda, que ha prometido solucionar con 2,5 millones de casas nuevas y facilidades para la construcción. Con un crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) del 4 por ciento el año pasado, para este se espera que sea en torno al 3 por ciento, pero podría reducirse por el daño que cause la guerra en Ucrania.

Además, tendrá en contra al Parlamento, controlado todavía por los progresistas hasta las próximas elecciones legislativas. De sus 300 diputados, el PD tiene 172 y el nuevo partido en el Gobierno solo 110.

Con descalificaciones e insultos mutuos, esta campaña ha sido la más bronca que se recuerda en Corea del Sur , que tampoco ha escapado a la polarización que azota al mundo, en buena parte por las redes sociales.

A sus 61 años, Yoon Suk-yeol llega a la Casa Azul, la residencia presidencial surcoreana, tras haber sido fiscal general del Estado entre 2019 y 2021. Nacido en Seúl, se graduó en una diplomatura de Derecho en 1983 y, cinco años después, la completó con un Máster. Aunque nunca fue de los primeros de su promoción, ya que solo aprobó el examen para ejercer en el puesto 33 y al noveno intento en 1991, hizo carrera en la Fiscalía de Daegu, Seúl y Busan entre 1994 y 2001. Tras una pausa de solo un año para trabajar en la abogacía privada, en 2003 regresó a la Fiscalía y ascendió hasta su cúpula. De hecho, dirigió en 2016 la investigación por corrupción que acabó con la destitución y condena por corrupción de la presidenta Park Geun-hye, hija del dictador que gobernó Corea del Sur desde 1961 hasta su asesinato en 1979. Tras convertirse en fiscal general en 2019, en marzo del año pasado dimitió por la reforma judicial que planeaba el Gobierno y en julio se unió al principal partido opositor, que lo escogió como candidato en noviembre.

Casado con Kim Keon-hee, ha tenido que ocultar durante la campaña a su esposa, acusada de aceptar sobornos y de mentir en su currículum laboral ante dos universidades. En un clima internacional ya de por sí revuelto con la guerra de Ucrania y la pandemia del coronavirus, Yoon Suk-yeol llega con un nuevo discurso más agresivo a una de las zonas más inestables y peligrosas del planeta, la Península Coreana.

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