El presidente sudafricano, Jacob Zuma (i), junto al presidente chino, Xi Jinping (c), durante una ceremonia de bienvenida en la sede del Gobierno en Pretoria, Sudáfrica, ayer
El presidente sudafricano, Jacob Zuma (i), junto al presidente chino, Xi Jinping (c), durante una ceremonia de bienvenida en la sede del Gobierno en Pretoria, Sudáfrica, ayer - EFE

China-África, de la economía a la seguridad

De combatir la piratería en Yibuti a desplegar fuerzas de paz en Sudán del Sur, el país asiático cuenta con nuevos intereses en el continente africano

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Entre sonrisas y loas de artificio, los Gobiernos de China y Sudáfrica han anunciado la firma de hasta 26 acuerdos en sectores como infraestructuras o recursos humanos por valor de más de 6.000 millones de euros.

Su confirmación oficial se producía durante la gira africana del presidente chino, Xi Jinping, iniciada el pasado martes y que le llevará hasta el sábado a visitar Zimbabue y Sudáfrica. El momento no es casual.

En la actualidad, los países del Subsahara sufragan solo el 65% de los gastos de sus proyectos de su infraestructuras, siendo el resto originario del Financiamiento Oficial al Desarrollo (ODF).

Sin embargo, a pesar de que el nivel de ODF ha aumentado en números absolutos en los últimos tiempos (especialmente del Banco Mundial y del Banco Africano de Desarrollo), su importancia ha disminuido.

Ahora, el financiamiento externo (que ha aumentado en un 50%, sobre todo, de China) es la principal fuente de ingresos. Para entender esta cifras basta el ejemplo de la presa etíope Grand Ethiopian Renaissance, el proyecto de infraestructuras más osado del continente, con un coste de 4.800 millones de dólares. En junio pasado, Etiopía firmaba un acuerdo de 120 millones de dólares con la empresa China Electric Power Equipment and Technology para construir una línea de alta tensión que conecte el país con Kenia y permita así el impulso de las exportaciones energéticas desde el dique. El dinero, como casi siempre, procede de Asia.

No obstante, durante la primera mitad de 2015, las inversiones chinas en África es cierto que han caído con estrépito (cerca de un 40%) ante la crisis. Aunque el gigante asiático continúa siendo el principal socio financiero con cerca de 220 mil millones de volumen comercial entre el continente y Pekín (en 2000 eran solo diez mil millones).

«Las relaciones entre China y Sudáfrica están en mejor forma que nunca», aseguraba el miércoles Xi Jinping.

Los rivales por el pastel continental, eso sí, ahora también son más numerosos.

«África necesita acelerar los desplazamientos de población y bienes, e India podría contribuir a reducir este vacío de infraestructuras», reconocía recientemente Tedros Adhanom Ghebreyesus, ministro de Asuntos Exteriores etíope. «Unas infraestructuras pobres han desembocado en pobre comercio en África», añadió. Sus palabras tenían lugar durante el foro África-India celebrado en Nueva Delhi a finales de octubre, donde el gigante asiático se comprometió a otorgar al continente un préstamo de diez mil millones de dólares para mejorar sus infraestructuras.

Ayuda militar para la Unión Africana

Por ello, quizá para continuar granjeándose simpatías, ahora, la diplomacia china amplía su punto de mira. En los últimos meses, Pekín se ha comprometido a otorgar 100 millones de dólares en ayuda militar a la Unión Africana. De igual modo, mantiene conversaciones con Yibuti sobre la creación de un centro logístico en el país africano que ayude a combatir la piratería en aguas del Índico.

Más importante, aún, es su reciente papel en Sudán del Sur. En enero pasado, China inició el despliegue de un contingente de 700 soldados de paz en el país más joven del mundo para combatir los conatos rebeldes. «El Gobierno de Sudán del Sur utiliza los beneficios del crudo para continuar financiando la guerra», destacaba en aquellos días a este diario James Gatdet Dak, portavoz del ala militar de los rebeldes liderados por el exvicepresidente Riek Machar. Entonces, su grupo pidió a todas las empresas petroleras que operaban en el estado del Alto Nilo, norte de Sudán del Sur, que interrumpieran sus operaciones y evacuaran a su personal de forma inmediata. Algo que, por supuesto, no beneficiaba a China.

Las cifras no engañan. Por ejemplo, en enero de 2012, cuando Sudán del Sur anunciaba que interrumpía sus extracciones en respuesta al «expolio gratuito» por parte de norte (las reservas se encuentran en el sur y los oleoductos que garantizan su exportación en el norte), la empresa estatal China National Petroleum Corporation controlaba el 40% de los consorcios petrolíferos en los dos países. Y, sobre todo, las exportaciones.

A falta de datos fidedignos actuales (ambos países mienten de forma continua sobre su exportación real), en 2006 el 77,4% de las exportaciones tuvieron como destino China (más de 4.000 millones de dólares en dividendos). Europa fue entonces el tercer máximo importador (2,5%) tras Japón (8,4%).

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