La casa de Höxter (suroeste de Alemania) donde una pareja de divorciados retuvieron y torturaron a, al menos, cuatro mujeres
La casa de Höxter (suroeste de Alemania) donde una pareja de divorciados retuvieron y torturaron a, al menos, cuatro mujeres - AFP

Los asesinos de la «Casa de los Horrores» alemana se acusan entre sí

La pareja de divorciados encerraba a las víctimas en su casa para torturarlas y humillarlas. Llegaron a matar a dos de ellas

BERLÍN Actualizado: Guardar
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Wilfried W., de 46 años, solicitaba en anuncios de la sección de contactos mujeres «para relación seria», pero las víctimas terminaban atrapadas en un cruel y violento juego de dominación que en al menos dos ocasiones se le fue de las manos y llegó a la muerte. Cuatro semanas después de su detención y cuando la «Casa de los Horrores» de Höxter sigue revelando los macabros detalles de su perversión a los investigadores, ha hablado por primera vez a través de su abogado Detlev Binder, con el objetivo de convencer a los alemanes de que «no soy ningún monstruo».

Desde la prisión JVA Detmold, donde lleva 27 días en una celda de 10 metros cuadrados con baño y televisión, Wilfried ha calculado que contactó por esa vía con más de 500 mujeres y ha descargado toda la culpa de lo ocurrido a las víctimas sobre su ex mujer, Angelika B., con la que se casó en 1999 y de la que se divorció en 2013, pero con la que seguía conviviendo y que, según su versión, era la impulsora de las agresiones.

«Ella era la impulsora de todos los abusos», ha dicho al diario «Bild

«Mi esposa era la impulsora de todos los abusos. A veces, me asustaba con su brutalidad»
Wilfried W. , uno de los autores de los asesinatos de la «Casa de los Horrores»

Zeitung», «a veces me asustaba su brutalidad». Hay constancia por ahora de cuatro víctimas, que fueron retenidas contra su voluntad, maltratadas y humilladas en esa casa de 120 metros cuadrados en la que la vida quedaba circunscrita, sin embargo, a solamente una habitación y la cocina.

«Yo no tengo carnet de conducir. Cuando alguien contestaba al anuncio y tenía una primera cita, era Angelika la que me llevaba en coche», ha confesado Wilfried, recordando el modus operandi. Su primera experiencia de ese tipo sucedió cuando Angelika, jardinera en paro, alquiló un cuarto a una amiga a la que obligó a limpiar el baño con su propio cepillo de dientes antes de forzarla a cepillarse con el mismo objeto dientes y encías. A otra de las víctimas, que sufría una extraña y aparatosa fobia a los cerdos, la encadenó a la pocilga de la granja anexa a la casa. «Ahora dice que no cometió esas torturas y que me tenía miedo, pero eso es mentira, no tiene ningún sentido», asegura.

Dudas acerca de la declaración de Wilfried

Su certificado de penales, sin embargo, dice otra cosa. En 1995 fue detenido y condenado por un tribunal de Paderborn ados años y nueve meses de prisión por haber encerrado contra su voluntad, maltratado y sometido a prácticas de sadismo a la que había sido su primera mujer. En aquella ocasión le acompañaba en los delitos también una mujer, su entonces compañera y con la que terminó rompiendo.

Angelika B., por su parte, ha declarado que «él esperaba que yo hiciera eso». «Nunca me dio orden de golpearlas, pero miraba cómo lo hacía y disfrutaba con ello», ha reconocido. Patadas, puñetazos, simulaciones de estrangulación con cuerdas alrededor del cuello, eran prácticas normales en esa habitación, a cuyos radiadores de la calefacción ataba a las mujeres por las muñecas para mantenerlas largamente inmovilizadas y en cuya chimenea quemaron por partes el cadáver de la primera de sus víctimas para hacer desaparecer las pruebas del asesinato.

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