El comandante «Timochenko» de las FARC, a la derecha, a su llegada al aeropuerto José Martí de La Habana
El comandante «Timochenko» de las FARC, a la derecha, a su llegada al aeropuerto José Martí de La Habana - afp

Bogotá y las FARC se acercan a la paz tras la alcanzar un acuerdo sobre «justicia transicional»

«La paz está más cerca», tuiteó el presidente Santos, que tendrá que convencer a los amplios sectores de la opinión pública opuestos a cualquier concesión a los guerrilleros

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Eran las siete de la mañana cuando el presidente colombiano Juan Manuel Santos escribió el siguiente tweet. «Haré escala en La Habana para reunión clave con negociadores con el fin de acelerar el fin del conflicto. La paz está cerca». Horas después se supo a qué se refería: Santos y el jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Rodrigo Londoño, alias «Timochenko», anunciaron un acuerdo de justicia transicional entre ambas partes, lo que significa que se pusieron de acuerdo en temas de judicialización, confesión de crímenes e instancias de reparación. Es un avance mayúsculo en la historia del conflicto con la guerrilla más antigua del continente. Las FARC, hoy con menos de 8.000 hombres, habían sostenido que no tenían nada qué responder ante la justicia porque no eran victimarios, sino víctimas en la guerra.

«No todo el mundo va a quedar contento pero estoy seguro que a la larga será mucho mejor, porque no importa que unos queden descontentos. Nadie puede quedar totalmente contento, pero el cambio va a ser muy positivo», había dicho Santos hace una semana cuando habló del tema de justicia transicional, un término que se refiere al conjunto de medidas judiciales y políticas que diversos países han utilizado como reparación por las violaciones masivas de derechos humanos. Entre ellas figuran acciones penales, las comisiones de la verdad, los programas de reparación y diversas formas institucionales.

Santos, que en 2014 resultó reelegido cuatro años más justamente por prometerles a los colombianos terminar con un conflicto que ya dura más de medio siglo, sabe que esta justicia «reparativa e incluyente» no le va a gustar a muchos. La violencia de los grupos armados —tanto paramilitares como militares y guerrilleros— ha generado en casi 60 años más de 5,5 millones de víctimas, lo que equivale al 13% de la población. El conflicto ha causado el desplazamiento forzado de millones de personas, más de 100 mil homicidios, miles de desapariciones forzadas, delitos sexuales y violencia de género, y el reclutamiento forzoso de menores. La mayoría de los colombianos quiere ver a los verdugos en la cárcel. Muchos se temen que el pacto incluya que los máximos responsables de delitos atroces paguen penas reducidas y no necesariamente en prisión sino en otros países.

Asuntos pendientes

Pese a las voces en contra, está claro que desatado este nudo de la justicia, se allana el camino hacia el cese bilateral de las hostilidades y se acerca la terminación del conflicto. Queda pendiente el acuerdo sobre el refrendo, el desarme y la desmovilización; además de la implementación de lo pactado. Pero son tres –de cinco- los temas resueltos en más de tres años de diálogos que se han desarrollado en Cuba. Uno de ellos: ya están escritos los compromisos entre las partes para combatir el narcotráfico. Queda mucho en cambio en puntos como desminado, entrega de rutas, nueva política anti-restitución y las estrategias para bajar el consumo de drogas. Es más: rebeldes y militares participan juntos en desminar terrenos. Y eso no es poca cosa.

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