Llegada de inmigrantes procedentes de Libia a Catania
Llegada de inmigrantes procedentes de Libia a Catania - luis de vega
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Milicias armadas y tribus libias se unen a las mafias de la emigración

Las redes llegan a trabajar como agencias de viaje que ofrecen «paquetes completos»

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La creciente anarquía en Libia ha cambiado en los últimos meses la configuración y forma de trabajar de las mafias que trafican con seres humanos entre el norte de África y el sur de Europa. De grupos integrados antaño por pequeños delincuentes, pescadores o emigrantes que iban haciendo negocio a lo largo de la ruta se ha pasado a redes de las que forman parte jefes de tribu y las milicias armadas que se disputan el poder en el país magrebí. Estas bandas, además, mueven cada vez más dinero —especialmente por el aumento de «clientes» sirios— y llegan a ofrecer paquetes completos como si se tratara de agencias de viaje para turistas. Para ello emplean hasta anuncios en redes sociales como Facebook.

Todo ello complica hacerles frente.

«¿Pero quién es la autoridad hoy en Libia?», se pregunta la abogada australiana Arezo Malakooti, para referirse al tremendo agujero negro en que se ha convertido ese país bajo dos gobiernos enfrentados en medio de numerosos grupos armados. «No tenemos evidencias directas de la implicación de las autoridades pero sí que hay diferentes grupos que luchan por controlar el país que están involucrados en las actividades de contrabando» de personas, añade refiriéndose a las milicias armadas y otros grupos de personas. También «las tribus están implicadas a menudo. Tuaregs, tebus, árabes... se mueven bien por el desierto y conocen el terreno», dice Malakooti, directora del área migratoria de la consultora Altai, que trabaja para la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

El precio de los viajes varía no solo por la nacionalidad o color del viajero, sino también por las garantías que los traficantes llegan a ofrecer. «Ahora hay más sirios y llegan con más dinero» que los africanos, que hasta hace poco eran mayoría, explica a ABC Malakooti. Los sirios pagan entre 1.000 y 1.500 dólares pero viajan en los lugares más seguros de los barcos, son mejor tratados y alimentados y a veces hasta con derecho a chaleco salvavidas, confirman fuentes de la OIMa ABC. Frente a ellos, los subsaharianos abonan entre 400 y 600 dólares, pero van más desprotegidos y son más maltratados. No esconden en la OIM el trasfondo no solo económico, sino también racista y religioso del asunto. Ser árabe y musulmán es a ojos de los traficantes libios mejor que ser negro y cristiano, como muchos de los africanos.

Por otro lado, las redes, en su forma de actuar, demuestran cada vez una mayor internacionalización y complejidad. A diferencia de 2013, cuando los emigrantes iban contactando con traficantes etapa por etapa, en los últimos meses las mafias han desarrollado «paquetes» por el que se comprometen a trasladar al viajero desde su localidad en el país de origen hasta Europa, señala Malakooti, que cuenta con un equipo de investigadores trabajando sobre el terreno en Libia.

Pero las maravillas que llegan a recogerse en esos perfiles de la red social Facebook, con fotos de yates y promesas de travesías de primera clase, chocan con la cruda realidad de una ruta en la que los emigrantes son tratados como ganado. «Lo más duro ha sido Libia», contó a finales de abril a este enviado especial en Lampedusa (Italia) el eritreo Robel Tuemzghi, de 17 años, que salió de su casa con 15. «Nos tenían a decenas de nosotros encerrados en una misma estancia, un verdadero agujero. Nos trataban como animales. Eran cinco. Parecían ir todo el día drogados y nos amenazaban con cuchillos».

Pago desde Israel

En cualquier caso, estos grupos no están integrados solo por libios ni cuentan siempre con la misma estructura. El joven Robel asegura que un hermano suyo residente en Israel fue el encargado de pagar desde allí los 1.750 dólares de su «billete de barco». Pero los considerados peces gordos no suelen dejarse ver. Las embarcaciones son casi siempre capitaneadas por simples emigrantes que no abonan dinero en efectivo pero pagan el pasaje con sus conocimientos de navegación o que forman parte de los últimos eslabones de la cadena de los traficantes.

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