Imagen de archivo de unos soldados franceses en Bangui
Imagen de archivo de unos soldados franceses en Bangui - reuters

Cuando las tropas de paz se convierten en agresoras

Las últimas acusaciones sobre presuntos crímenes cometidos por soldados franceses en la República Centroafricana reabre las heridas de abusos similares perpetrados por fuerzas internacionales en el continente

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Las recientes acusaciones a las tropas francesas destinadas a la República Centroafricana no son la única polémica regional que, en los últimos tiempos, ha salpicado a las fuerzas internacionales desplazadas en el África Subsahariana.

Ya el pasado año, miembros de las tropas de paz de la Unión Africana destinadas en República Centroafricana (MISCA) fueron implicados en la desaparición de al menos 11 personas, entre ellas, cuatro mujeres.

El origen de la acusación se remonta al pasado 24 de marzo de 2014, cuando un miembro congoleño del MISCA (el destacamento internacional se encuentra compuesto, en su mayoría, por soldados de Gabón, Chad, Congo-Brazzaville y Camerún) falleció en un enfrentamiento con la milicia local «anti-balaka».

Con motivo de la agresión, en la que también resultaron heridos otros cuatro miembros del operativo,veinte soldados detuvieron a más de una decena de personas en la ciudad de Boali, situada a 80 kilómetros de la capital, Bangui.

Desde entonces, se desconoce su suerte.

No obstante, éste no es el primer incidente por parte de las fuerzas congoleñas en República Centroafricana. En diciembre pasado, miembros del destacamento destinado en la ciudad de Bossangoa torturaron hasta la muerte a dos líderes «anti-balaka», tras el brutal linchamiento de un compañero el mismo día.

La polémica de Congo

En julio de 2013, Ruanda denunciaba que tropas de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo colaboraban con los rebeldes de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR).

Los cargos fueron transmitidos al Consejo de Seguridad por el embajador ruandés ante la ONU, Eugene-Richard Gasana.

«Contamos con información creíble, fiable y detallada (…) de diversas formas de  colaboración táctica y estratégica con el FDLR  (un grupo armado formado, en gran parte, por ex miembros de la guerrilla 'Interahamwe', quienes llevaron a cabo el genocidio de Ruanda en 1994 y se refugian ahora en el este del Congo)», aseguró el diplomático en una carta.

La historia viene de lejos. Y con intereses cruzados: Desde su creación en noviembre de 1999, la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en el Congo (Monusco) se ha convertido en uno de los más polémicos del mundo.

Bajo el punto de vista local, los motivos resultan del todo obvios. Primero, ante su incapacidad manifiesta para proteger a la población civil. Éste es el caso de la violación en masa cometida, en agosto de 2010, por rebeldes hutus y Mai-Mai en la localidad de Luvungi. En el ataque, realizado a tan solo 30 kilómetros de una base de «cascos azules», al menos 500 mujeres fueron agredidas.

Aunque más preocupante resulta que el enemigo se encuentre en casa. Ya en 2008, una investigación interna de la ONU reveló que «cascos azules» indios habrían cometido, presuntamente, abusos sexuales contra miembros de la población civil. De igual forma, soldados paquistaníes estarían  implicados en una trama de venta de armas  al grupo rebelde Frente Nacionalista e Integracionista a cambio de oro procedente de los yacimientos de la zona.

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