El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, sentado a la mesa de las negociaciones en Lausana
El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, sentado a la mesa de las negociaciones en Lausana - reuters

Las negociaciones con Irán: ¿Y si el acuerdo nuclear no llegase?

Los negociadores apuran en Lausana unas conversaciones que amenazan con prolongarse más allá del límite. Obama y Rohani serán los principales derrotados si no se alcanza un compromiso

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Las negociaciones entre las potencias del 5+1 (Estados Unidos, Gran Bretaña, Rusia, China. Francia y Alemania) e Irán para alcanzar un acuerdo en materia nuclear continúan a ritmo frenético en Lausana, pero el tiempo se acaba. El plazo que se habían dado los negociadores vence esta noche, aunque varios diplomáticos han advertido ya de que las conversaciones bien podrían prolongarse hasta el miércoles. Con tan poco tiempo por delante, la pregunta es ¿y si no hay acuerdo?

Técnicamente, el hecho de que las maratonianas conversaciones de Lausana concluyan sin éxito tendría pocas consecuencias. Las sanciones sobre Teherán continuarán vigentes y las medidas del Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) seguirán dificultando su acceso a los elementos necesarios para producir energía nuclear.

Irán insiste en que solo persigue ese objetivo con fines civiles y que las restricciones entorpecen ese lícito propósito.

Pero a nivel político un fracaso sí acarrearía un grave coste para los dos líderes que más se han implicado en la consecución de un pacto que supondría un profundo reequilibrio a nivel regional, Barack Obama y Hassan Rohani.

El estadounidense tiene en el acuerdo con Teherán una de sus últimas bazas para demostrar que la política exterior de su administración tenía sentido y acallar así el coro de voces críticas, algunas de ellas del propio Partido Demócrata, que lo acusan de haber actuado de manera errática, timorata y contraproducente en la escena internacional. El incumplimiento de su advertencia de que actuaría militarmente contra el régimen sirio si empleaba armamento químico contra la población, el avance de un envalentonado Estado Islámico, el papel de Putin en la guerra de Ucrania o el caótico panorama en Libia socavan la credibilidad del presidente y del giro realista que ha impreso a la estrategia de la gran potencia.

Por su parte, el presidente iraní, Hassan Rohani, también necesita como agua de mayo que de Lausana salga algún tipo de compromiso, por vago que sea. La economía de su país vive ahogada por las sanciones internacionales, que lo lastran en el pulso que libra con la suní Arabia Saudí por la preeminencia en la región. Yemen, ahora en llamas, es el último escenario de ese pulso. Además, su mensaje aperturista y su apuesta por liberar a Irán de las sanciones fueron una de las claves de su triunfo electoral en junio de 2013. El fracaso de Lausana sería también el de Rohani y alimentaría la frustración en el seno de una población, sobre todo la urbana, mucho más moderna y abierta que la élite clerical que la gobierna. Rohani y el régimen al que sirve se juegan en la mesa de negociaciones el crédito y quién sabe si quizá también la estabilidad.

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