El ministro de Finanzas griego, Yanis Varufakis, ofrece una rueda de prensa junto a su homólogo alemán
El ministro de Finanzas griego, Yanis Varufakis, ofrece una rueda de prensa junto a su homólogo alemán - efe
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El viaje a ninguna parte de Varufakis

El ministro de Finanzas griego fracasa en su intento de dividir a los socios europeos

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Desde que se conoció su victoria en las elecciones del 25 de enero, los dirigentes de Syriza han recorrido las principales capitales europeas con el mensaje de que las condiciones del rescate de la economía griega deberían adaptarse a sus promesas electorales. El nuevo primer ministro, Alexis Tsipras, pretendía cambiar las condiciones pactadas en la zona euro y empezó exigiendo la renegociación de la deuda. Pero ha terminado pidiendo al menos una prórroga hasta finales de mayo antes de tomar una decisión, ante la evidencia de que, si no hay un acuerdo para finales de febrero, la economía griega puede colapsar, empezando por los bancos, privados de liquidez, y por el propio gobierno, que no tendría dinero para pagar ni pensiones ni sueldos de los funcionarios.

La última escala en Berlín del fulgurante nuevo responsable del ministerio de Finanzas, Yanis Varufakis, se ha producido justo después del anuncio formal del Banco Central Europeo de que no puede asumir más que los «préstamos de emergencia» al sistema financiero griego, ante la evidencia de que cualquier otro mensaje habría podido provocar una estampida de los ahorradores que correrían a retirar sus euros de los bancos. Pero el BCEes el que ha marcado más claramente los límites técnicos a las ilusiones de los populistas griegos.

Tsipras y Varufakis habían empezado sus viajes basándose en la idea de que el apoyo electoral en Grecia presuponía una legitimidad original que les permitiría prescindir de los compromisos adoptados por los gobiernos que representaron a Grecia con anterioridad. Y para ello optaron por el camino menos favorable, que es el de intentar dividir a los países de la eurozona entre los que les apoyan y los que no, con sus visitas iníciales a París y a Roma, en busca de la comprensión del presidente francés, François Hollande, y del primer ministro italiano, Matteo Renzi, ambos socialistas. Es la táctica que menos gusta en Bruselas y la que garantiza que la Comisión Europea y, sobre todo, el Consejo, no van a mirarla con buenos ojos.

Es lo que sucedió en la visita de Tsipras este martes a Bruselas, donde se reunió con el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, y con el del Consejo, Donald Tusk, que fue quien le dijo claramente que lo que necesita es convencer al conjunto del Eurogrupo y no solo a una parte de sus miembros. Juncker no pudo ni siquiera hacer una declaración después de la reunión con Tsipras, porque, aunque la Comisión trata siempre de suavizar las aristas, la cuestión no se puede resolver ni con Atenas ni con Roma y París, sino con los todos los ministros de Finanzas de la zona euro. La idea de disolver la troika y sustituirla por una nueva fórmula institucional parecía una victoria demasiado evidente para los populistas, sobre todo porque no se contemplaba claramente ninguna contrapartida en materia de reformas. Por el momento, solo es una ilusión.

Programa radical

Tsipras pasó entonces a ofrecer en París un plan «radical» de lucha contra la evasión fiscal y la corrupción, a cambio de una suavización de las condiciones de devolución de la deuda, aunque sin renunciar a dar por terminado el programa de rescate y las condiciones y los plazos asumidas por los gobiernos anteriores. La entrevista de ayer de Varufakis con su colega alemán, Wolfgang Schäuble, ha sido un baño de realidad para los griegos.

De este encuentro ha salido el responsable económico de Syriza apenas con nada más que la petición de clemencia «para respirar» hasta finales de mayo, el tiempo que dicen necesitar antes de tomar cualquier decisión sobre el futuro del rescate. Pero, por ahora, el tiempo solo corre en su contra. El Eurogrupo se podría reunir el día 11, la víspera de la cumbre europea, la primera a la que asistirá Tsipras y de la que debe salir una posición común sobre el futuro de Grecia.

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