Alfonso Carlos de Borbón
Alfonso Carlos de Borbón - ABC

El pretendiente carlista Alfonso Carlos de Borbón, sobre Alfonso XIII en 1920: «Tiene muy buen corazón, sin su apoyo no sé qué nos habría pasado»

Ignacio Miguéliz recoge en un libro 200 cartas hasta ahora inéditas del último descendiente directo de Carlos María Isidro a su hombre de confianza, el marqués de Vessolla. «Se ve que el pretendiente carlista y Alfonso XIII son opositores, pero siguen siendo familia», subraya

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Alfonso Carlos de Borbón, pretendiente carlista a la corona española entre 1931 y 1936, mantuvo a lo largo de su vida una ingente correspondencia cruzada con don Elio Elío y Magallón, marqués de Vessolla y conde de Ayanz, su hombre de confianza. Habían luchado juntos en la Segunda Guerra Carlista y en la campaña de Cataluña y tras la contienda entablaron una profunda amistad. Con el marqués de Vesolla compartió alegrías y penas personales, trató las vicisitudes económicas que atravesó la fortuna familiar tras la caída del imperio austrohúngaro y pidió consejo sobre las noticias políticas que afectaban a las aspiraciones carlistas en aquellos años previos a la Guerra Civil. «Son cartas que muestran el perfil humano de Alfonso Carlos de Borbón», explica el historiador y conservador del Museo Universidad de Navarra Ignacio Miguéliz, que ha reunido 200 misivas enviadas entre 1893 a 1935 y hasta ahora inéditas en su nuevo libro « Una mirada íntima al día a día del pretendiente carlista. Cartas de don Alfonso Carlos de Borbón al Marqués de Vessolla

».

«Todas las noticias que se dan en este epistolario resumen el sentir de sus protagonistas, así como su día a día, mostrándonos la intimidad de la vida diaria de don Alfonso Carlos y doña María de las Nieves», describe este investigador, que ha sido comisario en exposiciones celebradas en la Fundación Mencos y ya en 2014 estudió la colección fotográfica del marqués de la Real Defensa. Al mismo Archivo de la casa de la Real Defensa pertenecen estas cartas que revelan datos privados del último descendiente directo de Carlos María Isidro y su mujer «que hasta ahora eran en su mayor parte inéditos y que permanecían ajenos a la bibliografía referente a estos personajes, formando la intrahistoria de su existencia, los detalles de su devenir», añade.

Significativas son las alusiones a Alfonso XIII de este pretendiente carlista a la corona española. Alfonso Carlos de Borbón le cuenta al marqués de Vessolla en 1920 cómo el marqués de Lema había ordenado a la embajada española en Viena que les brindara protección «como tíos de D. Alfonso». «El buen D. Alfonso tiene muy buen corazón y nos considera como miembros de su familia, sin su apoyo no sé qué nos habría pasado», escribe.

Una de las cartas de Alfonso Carlos de Borbón
Una de las cartas de Alfonso Carlos de Borbón - ARCHIVO DEL MARQUÉS DE LA REAL DEFENSA

Un año después se muestra confiado en que «el buenísimo Don Alfonso XIII en su inmensa bondad y tan generoso carácter» si sabe «todo lo que nos está pasando dará órdenes terminantes para que nos libren de tales y tantas vejaciones», como así hizo Alfonso XIII. Una carta enviada por su secretario particular, Emilio Mª Torres, al marqués de Vessolla, da cuenta de las instrucciones dadas por el Rey para que el representante diplomático en Viena «procure por los medios a su alcance evitar que el Ayuntamiento de aquella Capital se incaute de la casa del Príncipe Don Alfonso de Borbón, hermano del Duque de Madrid».

Alfonso Carlos de Borbón se sirve del marqués de Vessolla para hacerle llegar cartas a Alfonso XIII, pero también le consulta sobre cuestiones que le preocupan. Así, le escribe en noviembre de 1924: «D. Alfonso no puede ser mejor para nosotros, al venir a Austria el nuevo embajador, duque de Amalfi, le recomendó cuidase de nosotros muy especialmente. ¿No crees tú que si don Alfonso supiese antes o después que estuvimos en España y no le vimos llegase a ofenderse? ¿Y se resintiese? De otra parte, me debo al partido y en mis viejos días no quiero hacer nada que (aunque no lo sea en realidad) parezca un reconocimiento. Con el mayor gusto veríamos a don Alfonso, pero en Madrid no podría ser, pues se sabría en el acto».

La misma pregunta le vuelve a plantear un año después. «D. Alfonso tiene los mayores deseos de conocernos, lo dijo a varias personas, y si llegase a saber habíamos pasado por España sin verle aunque no se enfadase quedaría cuando menos triste y resentido de que no hubiésemos hecho caso de él. Hay que pensar que si viajamos tan libremente en España es únicamente gracias al pasaporte diplomático que llevamos y disfrutamos de todas sus ventajas, y muy desagradable nos sería si el embajador supiese luego habíamos viajado por España sin ver a don Alfonso, y pronto o tarde sabrá estuvimos en España, aunque no en que sitio. Por todo esto nos parece preciso ver a D. Alfonso antes de nuestra salida de España. Pero, ¿en dónde y de qué modo? Y esto lo dejamos resolver a ti, mi querido Vessolla, quien mejor que nadie puede decidirlo conociendo nuestra situación y todas las circunstancias. Ya sabes, queremos quedar fieles a nuestra causa y no hacer de ningún modo reconocimiento, tan sólo verle como a un sobrino que de hecho está reinando, no por derecho. (...) ¿Crees que nos comprometería si la entrevista tuviera lugar en Madrid, aunque fuese en el palacio?, naturalmente en el más estricto incógnito».

Alfonso Carlos de Borbón continúa la carta reconociendo que «naturalmente siendo en Madrid no tendríamos más remedio que ver además a Doña Victoria y a Doña Cristina» y pregunta a su hombre de confianza y amigo si cree posible «la tal entrevista sin faltar a los deberes que tenemos hacía la causa y que no nos queremos comprometer en lo más mínimo, verle como un tío a su sobrino, como nos tratamos en las cartas, tuteándonos y sin cambiar en nada nuestros principios, para darle las gracias por las inmensas bondades que en estos años desde la revolución tuvo para nosotros. ¿Qué hubiese pasado de nosotros en Austria en estos años sin su apoyo y el de los embajadores? Por esto le debemos el mayor agradecimiento y además por el modo tan delicado con el cual lo hizo, sin ponernos las menores condiciones, tratándonos y exigiendo seamos tratados en Austria como miembros de su familia e Infantes de España».

Miguéliz explica cómo se aprecia en las cartas que las relaciones entre Alfonso XIII y Alfonso Carlos de Borbón «son siempre muy cordiales y afectuosas, tanto por parte de uno como del otro. También hay menciones igual de cariñosas en las cartas de María de las Nieves, mujer de don Alfonso Carlos. Y en un par de cartas podemos ver una mínima relación con Blanca, la hija de Carlos», hermano de Alfonso Carlos y anterior pretendiente carlista con el nombre de Carlos VII.

«Se ve cómo son opositores, pero siguen siendo familia», añade el autor de «Una mirada íntima al día a día del pretendiente carlista».

Las relaciones cambian

A partir de 1931, «cuando Alfonso Carlos asume la condición de pretendiente y el peso de la tradición, las relaciones cambian la boda de su hijo D. Juan el 12 octubre en Roma. Pasó la tarde y la noche en nuestra casa, pero tan sólo se atrevió a convidarnos al momento de marchar, diciendo nos hubiera convidado, pero ya suponía no iríamos, a lo que le contesté que no iría por muchas razones. A esta contestación mía quedó D. Alfonso feliz y librado de un peso», relata Alfonso Carlos de Borbón a su hombre de confianza.

Continúa señalando que «fue muy cariñoso pero no se habló nada de política» y que «al marchar dijo nos presentaría antes de la boda a su hijo Juan en Viena, a lo que yo le escribí que con el mayor gusto le veremos pero que la visita debe ser puramente familiar, sin tener que ver con la política, ni con la cuestión sucesoria, para la que debo atenerme a los principios carlistas».

La firma de Alfonso Carlos de Borbón en una carta de 1897
La firma de Alfonso Carlos de Borbón en una carta de 1897 - ARCHIVO DEL MARQUÉS DE LA REAL DEFENSA

Las últimas alusiones a Alfonso XIII en las cartas señalan que el Rey quedó «desencantado y disgustado» tras su visita a Alfonso Carlos de Borbón y las críticas que éste recibió de sus filas. «Es para reír que los brigadistas me acusan de traidor y de rebelde por haber recibido a D. Alfonso en mi casa y varios ellos me declaran decaído y que nombre a Carlos VIII mi sucesor; y D. Alfonso me acusa de ir contra él y contra D. Juan!», escribe a su amigo.

«D. Alfonso no quedó nada satisfecho de la entrevista que tuvo conmigo. Tanto mejor. Ha comprendido que yo no acepto a D. Juan para que me suceda, y eso le fastidia», escribe el pretendiente carlista en la última carta de este epistolario, enviada el 20 de diciembre de 1935. «El hecho de que Alfonso Carlos estuviese gran parte del año en el sur de Francia, en la zona de San Juan de Luz, hizo que el marqués pudiese visitarle con frecuencia, así que me imagino que no necesitaron escribirse tanto», explica Miguéliz.

Alfonso Carlos de Borbón y Austria-Este no llegó a conocer a don Juan, según cree este investigador. El último descendiente directo de Carlos María Isidro murió en Viena el 29 de septiembre de 1936 a los 87 años.

Un hombre de antes de la I Guerra Mundial

En las cartas al marqués de Vessolla se muestra como un hombre «muy consciente de su clase y condición», según Miguéliz. «Es un Infante de España y príncipe, consciente de sus privilegios, pero también de sus obligaciones», continúa el investigador, que ve en él «una persona muy humana, que se preocupa por su servidumbre, así como por sus familiares». Alfonso Carlos de Borbón tuvo una serie de pensionados (dos medio hermanos, antiguos criados, la viuda de un militar carlista y la antigua doncella de una tía suya de quien había heredado bienes) a los que se negó a retirarles la pensión cuando atravesaba dificultades económicas, prefiriendo endeudarse y vender propiedades a dejarles sin su ayuda.

El historiador lo define como un hombre «muy noble», que «no perdona la infamia ni la traición», que «a pesar de haber nacido y vivido en el exilio es profundamente español», «católico y muy religioso», y «pacifista». Miguéliz explica que se trata de un tipo de personalidad de antes de la I Guerra Mundial y que participó en las guerras carlistas por ser hermano del entonces pretendiente carlista y en el mismo sentido fue un zuavo pontificio y defendió al Papa frente a la unificación italiana. «Sin embargo, se mostró siempre contrario a la Guerra de Cuba y a la de Marruecos», continúa, y defendió la firma de la paz, a pesar de la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

«A finales del siglo, y con la situación revuelta en España, él siempre defendió que no se produjese un alzamiento carlista y una guerra para devolverles el trono, ya que pensaba que era un derramamiento inútil», asegura Miguéliz al tiempo que recuerda que «uno de sus proyectos personales más importantes y con el que más se involucró fue el acabar en Europa con los duelos, que creía que era una costumbre bárbara».

El historiador aclara: «Aunque siempre se ha dicho que participó en los preparativos de la Guerra Civil, en sus cartas siempre decía que no iba a permitir ni tolerar una guerra. Otra cosa es que desde el punto de vista político organizase una oposición firme a la república, que él consideraba uno de los mayores males de España, pensando que el comunismo (que mezclaba con cualquier tipo de socialismo) iba a destruir el país, lo mismo que había ocurrido en Rusia y Austria».

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