El mito de que Franco no tomó Madrid para alargar la Guerra Civil por motivos oscuros

Como militar veterano, Franco sabía que las guerras las carga el Diablo, y que más valía ganarlas cuanto antes, cuando se podía, no fuera a ser que cuando se quisiera ya no se pudiera

Franco consultando un mapa de operaciones junto a oficiales de su estado mayor durante la Guerra Civil
César Cervera

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La entrada de 25.000 soldados de élite (el resto cruzarían en octubre) desde el Protectorado de Marruecos en el primer verano de 1936 supuso un cambio de equilibrios en la Guerra Civil. Encabezados por el general Francisco Franco , las unidades de Regulares y de la Legión procedentes de África suponían un enemigo temible para las desorganizadas pero bien pagadas huestes republicanas, que habían bloqueado a los militares sublevados en el norte y aún no habían dicho su última palabra en ciudades del sur como Granada y Córdoba.

A comienzos de agosto, Franco llevó su cuartel a Sevilla y se preparó para marchar hacia Madrid, bastión republicano, mientras Queipo de Llano aprovechaba los refuerzos para aliviar la situación de Granada y de Córdoba. No obstante, como señala Stanley G. Payne en su libro «La Revolución española» (Espasa) a «Franco le parecía inconcebible arriesgarlo todo a una carta, la de marchar sobre Madrid de inmediato». Por esta razón, se centró en fortalecer la estructura logística, garantizar ayuda exterior por parte de Italia y Alemania y, en vez de seguir la ruta más directa hacia el norte, desviar efectivos hacia Cáceres para impulsar aire a las exhaustas tropas de Mola, encargado de tomar el norte, que necesitaban urgentemente provisiones.

Francisco Franco en una fotografía de octubre de 1936, al poco de ser nombrado Generalísimo Espiga

En este viraje hacia el oeste, Franco estabilizó la frontera con Portugal, cuyo régimen autoritario ayudó en lo que pudo al autodenominado bando nacional, y apoyó la toma de Badajoz el 14 de agosto de ese verano. En las siguientes semanas, el africanista, cada día más popular en el país, derivó tropas de su ejército a socorrer Oviedo y de forma temporal a Huesca y Guipúzcoa.

La prioridad del general gallego es que ningún frente cayera, por encima de lograr grandes y espectaculares conquistas , aunque también era prioritario para él mantener la moral alta entre sus tropas y, de paso, acrecentar su figura militar. No fueron pocas las victorias donde impuso la calidad de sus tropas frente a los poco adiestrados milicianos. Una vez en combate, sus tropas de élite, a pesar de su escaso número, se dedicaban a amagar ataques frontales para luego, gracia a su mayor disciplina y movilidad, realizar operaciones envolventes mientras fingían retroceder.

El 3 de septiembre, los militares sublevados ocuparon con bastante facilidad, desde el oeste, la ciudad de Talavera , a 120 kilómetros de Madrid. En los siguientes 43 kilómetros hasta Maqueda se encontraron obstáculos de toda clase y una resistencia numantina por parte de los republicanos. Una posibilidad era que Franco uniera entonces sus tropas a las de Mola, situado a sangre y fuego en la sierra madrileña, para realizar un ataque combinado, si bien el africanista prefirió avanzar por su cuenta desde Maqueda.

Desde ese punto la idea era lanzar un avance relámpago sobre Madrid, que todavía no había levantado unas defensas con garantías en esas coordenadas. Por sorpresa, Franco pospuso el ataque para dirigirse, en cambio, a Toledo, donde un grupo de sublevados sobrevivía desde hace dos meses a un asedio en el Alcázar .

Una vez en combate, sus tropas de élite, a pesar de su escaso número, se dedicaban a amagar ataques frontales para luego, gracia a su mayor disciplina y movilidad, realizar operaciones envolventes

El 28 de septiembre de 1936, se levantó el asedio gracias a esos refuerzos. José Moscardó , al frente de la defensa, recibió a sus salvadores con una frase hoy célebre: «Sin novedad en el Alcázar, mi general». La operación de rescate ampliamente publicitada en medios internacionales impulsó la popularidad de Franco, pero, según los detractores del que justo en esas fechas se convirtió en mando único y jefe de Estado «mientras dure la guerra» , la marcha sobre Toledo supuso perder la ocasión de conquistar por la vía rápida Madrid. Fue, según ellos, un grave error estratégico de Franco basado en la idea de que una larga y sangrienta contienda beneficiaba al gallego, que así lo habría procurado.

¿Por qué no tomó Madrid en el 36?

Lo primero que resulta dudoso es que el bando nacional, o Franco, quisieran alargar la guerra dado que durante buena parte del conflicto los medios financieros, la industria y las grandes ciudades permanecieron del lado republicano. Al menos en el plano teórico, que la guerra se alargara suponía una mayor desventaja para los militares sublevados, que tuvieron que improvisar a la carrera un Estado y se enfrentaban al reto de dar forma política a un golpe militar que, al menos en su origen, solo estaba vertebrado por la oposición a la izquierda republicana, ni siquiera a la República. Consta que, más adelante, quien sí quiso sumar más años de guerra fueron los mandos republicanos para unir el conflicto a la Segunda Guerra Mundial.

Como militar veterano, Franco sabía que las guerras las carga el Diablo , y que más valía ganarlas cuanto antes, cuando se podía, no fuera a ser que cuando se quisiera ya no se pudiera. Habría que plantear si, de verdad, Madrid estaba a su alcance ese verano. En una entrevista a EFE, Jorge M. Reverte , autor de «De Madrid al Ebro. Las grandes batallas de la Guerra Civil» (Galaxia Gutemberg), se mostró en contra de esta suposición: «Que Franco no tomara Madrid hasta el final de la guerra no se debió a una decisión estratégica, como indica el hecho de que lo intentara sin éxito en varias ocasiones». El ejército que llegó a Madrid era de unos 20.000 hombres, fuerza nimia para conquistar una ciudad armada de más de un millón de habitantes.

Soldados que llegaron protegidos por el ramaje, cerca de las avanzadas de los nacionales en Madrid, a quienes hicieron abandonar sus posiciones con sus disparos en diciembre de 1936.

El autor del estudio «Franco, caudillo militar» (La Esfera de los Libros) Salvador Fontenla Ballesta también descarta que el gallego alargara con fines políticos el conflicto: «Eso es propaganda ideológica. Nadie quería alargar la guerra, sino ganarla, porque una campaña puede ser muy peligrosa e imprevisible. Franco no tenía medios suficientes para dar un golpe decisivo por lo que prefirió ir paso por paso». A esto se suma el hecho de que, con la retirada del oro del Banco de España y del Gobierno hacia Valencia, la capital administrativa del país había dejado de ser un objetivo urgente, como lo había sido unos meses antes.

En una carta a Emilio Mola fechada el 11 de agosto de ese primer verano, Franco consideraba prioritario la toma de Madrid tanto por una cuestión política como porque reduciría la fortaleza republicana en el norte. La capital era nudo de comunicaciones para alcanzar Levante, Aragón y lo que restaba de Andalucía . No obstante, ya en esas instrucciones el general de división recomendaba, antes de un choque frontal, «apretarle cerco y privarle agua y aeródromos, cortándole comunicaciones evitando ataques al casco de población, que en caso contrario la defensa destrozaría las tropas».

Tan cerca y tan lejos

En esa misma carta, Franco reconocía su falta de suministros y de gasolina para realizar un ataque frontal y, ya entonces, sugería la posibilidad de desviarse a Toledo «sin distraer fuerzas que puedan necesitarse». La oportunidad propagandística de liberar el Alcázar apareció sobre la marcha, pero el verdadero objetivo de este movimiento era impedir con la toma de Toledo que el enemigo tuviera una cabeza de puente al norte del Tajo , lo que amanazaba directamente la retaguardia de las fuerzas nacionales.

Tras una larga marcha, Franco reconocía que las fuerzas nacionales habían llegado desgastadas y cansadas a Madrid. El ataque frontal sin antes envolver la ciudad resultaba peligroso, por lo que Franco buscó ganar tiempo con la distracción en Toledo y, de paso, con el proceso en el seno de la Junta de Burgos que le ascendió a jefe único del bando nacional.

Mola era el jefe de la sublevación en la Peninsula

Una de las principales razones por las que Franco fue designado general de generales, generalísimo, a finales de septiembre de 1936, fue precisamente porque se pensaba que pronto se iba a producir la batalla definitiva por hacerse con Madrid. Era necesario una única cabeza para coordinar la compleja operación que algunos, sin suficientes cálculos, daban por hecho. El propio Indalecio Prieto llegó a afirmar en esas fechas: «No se haga usted ilusiones, las tropas de Franco estarán en la Puerta del Sol [en dos o tres días]».

Y como recuerda Salvador Fontenla Ballesta en «Franco, caudillo militar» (La Esfera de los Libros), el 17 de noviembre estuvo a punto de caer la ciudad por el sector de Moncloa «con una huida de las fuerzas anarquistas que lo defendían, y que fue contenido por el ejemplo personal, pistola en mano, del general republicano Miaja». Al final, la guerra se alargó más allá de lo previsto y Madrid no cayó hasta tres años después.

«Madrid no se quiso tomar. En Stalingrado, el Ejército ruso encontró un medio de detener a los alemanes, de ganar el tiempo necesario a la concentración de tropas: de obligarles a montar un serio ataque»

Está claro que de haber podido Franco hubiera tomado ese mismo verano Madrid , que era el principal objetivo inicial del bando nacional, pero ante su incapacidad de un golpe rápido y la necesidad de acudir a otros frentes se decantó por una lenta operación de desgaste. Sabía que comprometer a sus tropas africanas, tan escasas, a una lucha callejera en Madrid era lanzar una moneda al aire y prescindir de un ejército que necesitaba en otros frentes. En su obra «ABC de la batalla defensiva», el propio dictador trató de explicar las razones de un cerco tan prolongado:

«Madrid no se quiso tomar. En Stalingrado, el Ejército ruso encontró un medio de detener a los alemanes, de ganar el tiempo necesario a la concentración de tropas: de obligarles a montar un serio ataque. El afán alemán de ocupar Stalingrado y asegurar el Volga le llevó a la loca empresa de ocupara Stalingrado».

Una explicación muy certera de la situación de la ciudad y de la contienda, salvo porque los hechos demuestran que sí quiso, pero no pudo, tomar Madrid. Picoteó varias veces sobre ella antes de decidirse por esa estrategia más conservadora . Tal vez solo quería explorar las posibilidades de un asalto frontal, pero el hecho es que fracasó en esas acometidas.

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