El declive de las moles acorazadas rusas: del fiable tanque T-55, al coloso T-90M humillado en Ucrania

La Unión Soviética, a la vanguardia en el diseño de los carros de combate desde los albores de la Segunda Guerra Mundial, vive hoy momentos turbios en el conflicto que sacude Europa

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T-90S, precursor del T-90M destruído estos días en Ucrania ABC
Manuel P. Villatoro

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Desde hace casi ocho décadas, la silueta del mismo vehículo cruza cada 9 de mayo las calles de Moscú. Es un T-34 , apodado la 'tuerca' por sus tripulaciones debido a la forma hexagonal de su torreta; un carro de combate que, como reconoció Iósif Stalin, se convirtió en el ariete que destruyó el muro germano. Producido a miles, fácil de fabricar y revolucionario gracias a su blindaje inclinado, puso los pilares de la industria de los tanques modernos. Hoy, sin embargo, se estremecería si viera cómo los ucranianos destruyen a manos llenas a su tatarabuelo, el T-90M ; hasta hace bien poco, el orgullo de las divisiones de Vladimir Putin. Hoy, repasamos tres generaciones de blindados llegados desde el este.

T 90-M, la nueva promesa

Fuego, metal y goma. En 2017, el Kremlin rubricó un contrato que, creía, cambiaría la historia de sus divisiones acorazadas: la incorporación de cuatro centenares de T-90M a su parque de vehículos. La última renovación –la más moderna– del vetusto T-90 prometía convertirse en el caballo de batalla del Kremlin en las guerras futuras. Al menos, mientras se pergeñaba el T-14 'Armata', esa entelequia futurista con la que Vladimir Putin amenaza a Occidente desde hace años, pero de la que apenas se han ensamblado unas pocas unidades. Letal, vanguardista... Todo eso parecía hasta que, la semana pasada, Ucrania hizo estallar uno de ellos.

El T-90M –llamado originalmente ' Proryv-3 '– es uno de los orgullos de Rusia. Entre sus mejoras con respecto a modelos pasados se halla el 'E xplosive Reactive Armour ' (blindaje reactivo explosivo). En la práctica, este tipo de armadura moderna alberga una pequeña capa de explosivos entre las placas metálicas. Al ser golpeadas, explotan hacia fuera, neutralizando parte de la fuerza del proyectil. Sobre el papel, este sistema reduce de forma drástica la eficacia de las armas anticarro unipersonales como los famosos RPG o los más modernos Javelin norteamericanos. Aunque lo cierto es que sus orígenes se hallan en la guerra de Afganistán.

También está equipado con faldones laterales de goma que cuentan con placas de blindaje, lo que ofrece una protección mayor si cabe contra armamento ligero y las ya mencionadas armas anticarro. Y no es lo único. El T-90M ha sido equipado con sistema automático de extinción de incendios, un revestimiento interno que evita el astillado y una serie de contramedidas que lanzan bombas de humo sobre el propio acorazado cuando detecta que un láser ha fijado blanco sobre él. La mayoría, mejoras sobre sus predecesores, aunque equiparables en muchos casos a las que Estados Unidos ha implementado en sus M1-Abrams en su cuarta versión.

A nivel ofensivo, el T-90M está equipado con un nuevo cañón 2A46-M de 125 mm capaz de hacer blanco sobre vehículos enemigos ubicados a 5 kilómetros de distancia. En la práctica, este nuevo modelo es entre un 15% y un 20% más preciso que sus antecesores. Además, puede disparar misiles guiados 9M119 Refleks tanto contra objetivos terrestres como contra helicópteros que vuelen a baja altura. La principal ventaja, sin embargo, es un nuevo sistema de observación basado en la visión térmica que le permite cazar objetivos muy alejados. Según el analista Kris Osborn , esta última característica es la que más temor provoca en el ejército de los Estados Unidos.

El sistema es complejo. En primer lugar, el comandante de carro señala al enemigo a través de la ya mencionada visión térmica. A continuación, el cañón apunta de forma automática. Tras las últimas correcciones del artillero de turno, se produce el disparo. Mientras, el líder ha tenido tiempo para seleccionar otro elemento que destruir. También se sospecha que esta forma de marcar objetivos podría intercambiarse en tiempo real con otros blindados de la unidad. Con todo, la pregunta está clara: ¿es mejor el T-90M que las últimas versiones del Abrams? Osborn no lo tiene claro: «Si puede hacer de forma remota lo que proclaman desde Rusia, es probable que el Pentágono albergue alguna preocupación».

T-55, el viejo fiable

El precedente más directo del T-90M se halla en la familia de los T-54 y T-55 , la columna vertebral de las divisiones acorazadas soviéticas. El segundo es el más famoso. Fue adoptado por el Ejército Rojo a nivel oficial en 1958, año en que comenzó su producción en masa. Las cifras no engañan: se estima que se fabricaron unos 70.000 en el corazón de la URSS , Checoslovaquia y Polonia . Y eso sin contar con los ensamblados por China, donde se ha producido bajo licencia durante décadas. Hasta la actualidad (todavía está en servicio en cincuenta países) sus orugas han rodado en una veintena de guerras.

Los expertos coinciden en que esta familia de carros de combate estuvo influenciada por los revolucionarios T-34 de la Segunda Guerra Mundial. Pero también por los menos populares T-44, que no llegaron a oler jamás la tierra húmeda de los campos de batalla. Sus mejoras se cuentan por decenas, aunque la más reseñable es que fue el primer blindado con un sistema NBQ. Un sistema contra amenazas nucleares, biológicas y químicas, según explica James Adams en 'La próxima guerra mundial'. En la práctica, fue el único acorazado de su época que tenía la posibilidad de combatir en campo abierto tras una explosión nuclear.

No se puede negar que, en su momento, supuso una revolución. Para empezar, y a nivel de armamento, contaba con un cañón de 100 mm; un arma considerablemente superior a las que montaban en la Segunda Guerra Mundial tanques medios más modernos como el Sherman (76,2 mm en sus versiones más potentes, como el 'Firefly') o los Panzer V 'Panther' germanos (75 mm). Incluso superaba las armas principales de cazacarros medios como el M-10 Wolverine. A su vez, podía disparar con precisión en movimiento a una velocidad de unos 12 kilómetros por hora con una precisión del 60%; números que impresionaban hace siete décadas.

A nivel de diseño, su casco estaba formado por planchas soldadas y la torre era de fundición. Dos características que lo convertían en vehículos muy fiables y robustos. La escasez de elementos electrónicos hacían de él un carro de combate muy sencillo de reparar y que apenas se averiaba, lo que extendió su vida útil en la Unión Soviética hasta 2016, hace menos de un lustro. Es el Sherman estadounidense de la Guerra Fría, pues su chásis ha sido reutilizado para fabricar una enorme cantidad de vehículos. Entre ellos, versiones para ingenieros, lanzallamas, artillería antiaérea, VCI... De hecho, fue eficiente y efectivo hasta que arribaron los T-62 y T-72.

El resumen de lo que significó este carro de combate para la Unión Soviética lo aporta el historiador Anthony Tucker-Jones en su ensayo 'T-54/55: The Soviet Army's Cold War Main Battle Tank': «No podemos subestimar su importante papel en la Guerra Fría y en la década siguiente. Mientras que el AK-47 fue el arma del pueblo , el T-55 ha sido el tanque de la gente. Es el tanque más prolífico producido nunca y el carro de combate soviético medio/pesado mejor adaptado a combatir en todo tipo de terrenos. Demostró ser un sucesor muy digno de los T-34». No le falta razón, pues ha pisado desde Praga –durante las revueltas del setenta y ocho– hasta Afganistán.

T-34, el ariete de Stalin

La URSS supo estar a la vanguardia en lo que a tanques se refiere desde la misma Guerra Civil . Poco después de que Hitler invadiera la Unió Soviética el 22 de junio de 1941, las deficiencias de los panzer quedaron en evidencia cuando se toparon con los primeros T-34. «El T-34 fue el carro de mayor impacto. Su revolucionario diseño le hacía superior a cualquier otro carro de tipo medio conocido en la época en armamento principal, protección y movilidad. Tenía un blindaje inclinado de 32 mm. de espesor, un compacto y potente motor diésel menos caprichoso que sus predecesores de gasolina y una torreta fundida en una sola pieza en lugar de hecha de acero laminado en frío», afirma el historiador militar Robert Kershaw en su magna 'Tank men'.

El carro de combate medio T-34 fue, sin duda, el ariete de Iósif Stalin; el acorazado más producido durante la Segunda Guerra Mundial con nada menos que 57.000 unidades de sus diferentes modelos y evoluciones. Los más básicos, equipados con un cañón de 76 mm, fueron tan efectivos que fueron desplegados en Berlín para conquistar el Reichstag a principios de 1945. Los datos le señalan como uno de los mejores vehículos acorazados del conflicto: tenía una autonomía de 300 kilómetros (60 más que el Sherman y el IS-2, sus inmediatos perseguidores en este ámbito), era el más veloz en carretera junto al posterior Panzer V y era tan sencillo de construir que se pudo ensamblar por mano de obra poco cualificada.

Todavía hoy, son una infinidad los expertos que consideran el T-34 como uno de los carros de combate que pusieron los mimbres de sus equivalentes modernos. Uno de ellos es Jean López quien, en su novísima 'Historia visual de la Segunda Guerra Mundial', admite que su carácter precursor: «En 1945, seavanza poco a poco hacia el concepto moderno de carro de combateprincipal (Main Battle Tank), un aparato equilibrado apto para todaslas misiones, móvil, fuertemente blindado y potente, que se inscribeen un complejo entorno interarmas. Estos logros son el Pershingnorteamericano, precursor de la familia de los Patton, el T-34 / 85 soviético, ancestro de la familia de los T-54 / 55, el Centurión británi-co y el Panther alemán».

Los testimonios de los germanos atestiguan lo duro que era enfrentarse a los T-34, y a los menos populares KV-1, en 1941 y 1942. El Panzer III (de menor porte y peor blindaje) sufría una infinidad para acabar con ellos. «Para poder tener alguna oportunidad teníamos que acercarnos mucho, hasta unos 200 metros, mientras que ellos podían dejarnos fuera de combate a una distancia de 1.000», explicó Rolf Hertenstein, de la 13.ª División Panzer. El barón von Langermann coincidió con él al dejar por escrito la «absoluta superioridad que los carros rusos de 26 y 52 toneladas» tenían sobre sus unidades acorazadas. Este último alabó la enorme distancia a la que los cañones rusos podían causar bajas gracias a su «gran precisión y enorme fuerza de perforación». Por no hablar del «excepcional motor diésel» y su resistencia a las averías.

La infantería alemana veía con desesperación a los T-34, como describió un veterano alemán de la Operación Barbarroja tras la Segunda Guerra Mundial:

«¿Usar el fusil? Tendría el mismo efecto que darte la vuelta y tirarle un pedo. Además, nunca te pasa por la cabeza disparar; simplemente tienes que quedarte paralizado como un ratón, porque si no aullarías de terror. No mueves ni el dedo meñique, por miedo a irritarle. Entonces te dices a ti mismo que tal vez hayas tenido suerte, que no te ha visto, quizás haya atraído su atención alguna otra cosa. Pero por otro lado piensas que quizás tu suerte se ha acabado y que esa cosa viene directa a por ti, hasta que dejas de ver y de oír en tu agujero. Es entonces cuando necesitas nervios como cables de acero, se lo aseguro».

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