Extraescolares, la extendida costumbre de «aparcar» a los niños

Son utilizadas en muchas ocasiones como un método de urgencia para cuadrar la ecuación imposible de la conciliación, pero estas actividades deben dejar al niño tiempo y espacio para que el aburrimiento estimule su imaginación

Hay un tiempo para las clases, tiempo para los deberes… y aún debe quedar tiempo para las actividades extraescolares, reconocidas en la legislación educativa como «una contribución a la formación integral de los alumnos por su carácter complementario de la formación académica que reciben en el horario escolar, al mismo tiempo que cumplen una función de apoyo a la conciliación de la vida familiar y laboral» . Las extraescolares se han hecho cada vez más evidente en los colegios españoles, tanto públicos como privados, organizadas por los propios centros, por las asociaciones de padres o por empresas especializadas.

En tiempos en los que falta progresar en el trabajo para favorecer la conciliación familiar, estas actividades suponen algo más de tiempo en el centro educativo mientras los padres llegan a casa. Todo un riesgo de que a las familias se les vaya la mano, como señala la escritora especializada en pedagogía Ana Villacorta: «Tengo cuatro hijos que disponen de un gran abanico de posibilidades, desde chino a robótica… Todas deben tener un componente de ocio, extracurricular, no académico. No tienen que ser ‘aparcaniños’». Villacorta destaca, además, la necesidad de que los niños tengan la posibilidad de aburrirse: «Entre toda su agenda escolar y, después, la tele, el móvil y la consola, no pueden desarrollar su imaginación, su creatividad, etc».

La oferta es cada vez más amplia, tanto en las propuestas deportivas y recreativas como en las culturales (idiomas incluidos, con el chino cada vez más presente). De la danza y la música clásica a la «batuka» o el «hip hop», de la cerámica a la robótica, del fútbol a la práctica del yoga… H ay decenas de propuestas para estimular cuerpo y mente que, en todo caso, deben estar perfectamente integradas, como recuerdan los especialistas, en una jornada escolar razonable, en la que quede tiempo para ser niño, sin obligaciones, con tiempo para el desarrollo de la individualidad. Toda una actividad.

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