Reflexiones al caminar en familia

María Menéndez Zubillaga explica en este artículo lo que supone caminar con un objetivo junto a los seres queridos

ABC Familia

Bueno, pues este verano casi lo hemos conseguido, nueve de once hemos hecho algunas etapas del Camino de Santiago en familia , tres en concreto. Dos cosas me han estado revolviendo la cabeza estos días. Una del mundo y otra del cielo.

La del mundo es el poema de Antonio Machado, “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. Es verdad que hay rutas marcadas del Camino de Santiago, pero cada caminante o grupo de caminantes las combina como quiere y como puede, según circunstancias. Y cada uno lo amolda a su vida, que es otro camino .

Machado nos habla en este poema de la vida. Del camino de nuestra vida, que lo hacemos nosotros cuando andamos y que no tenemos por qué seguir el camino que han hecho otros.

Hay personas que no caminan, se sitúan a lo largo del camino a ver pasar la vida de los demás. Me recuerda la parábola de los talentos. Serían los que reciben un talento y lo entierran para que no se pierda. Pero que no crece ni se multiplica. O sea que no llegan a los demás. No se propagan como las ondas en el agua. Una pena porque no hacen camino, no crece su vida, se estancan y lo que se estanca pierde valor, eficacia y se pudre.

El valor de cada camino, de cada caminante, de cada vida es preciosísima por el valor en sí mismo que tiene y por cómo se da a los demás. Porque al caminar te encuentras con otros y tu camino no es solo tuyo, sino que se enriquece con el encuentro con los demás.

Ya lo dijo otro grandísimo poeta, Jorge Manrique en las Coplas a la muerte de su padre, “nuestras vidas son los ríos que van a dar al mar”. Un camino lleva a otro camino , un río se nutre de afluentes, al ir fluyendo o caminando, va recogiendo y aportando a otros ríos, a otros caminos.

Nunca serás igual que al inicio. Te vas enriqueciendo y también vas enriqueciendo otros caminos, otras vidas, otras personas.

La del cielo que me ha estado revolviendo es el acontecimiento que se produjo en el camino de Emaús. Cómo dos discípulos de Jesús que están caminando, acogen a otro caminante -Jesús- y se empapan y enriquecen con Él y de Él. Escuchan y atienden lo que dice el otro . No son los protagonistas. Además, no solo escuchan con los oídos sino con el corazón. Por eso se dan cuenta cuando Jesús les muestra que es Él.

Y no se quedan para sí la riqueza recogida, no se la quedan para sí mismos, no estancan su camino, sino que se ponen en marcha, siguen su andadura, para enriquecer los caminos de otros, ir al encuentro de otros.

Si el camino se hace en familia, éste será más rico, más precioso, porque vas interactuando con otros caminos super cercanos, los de tu familia. Los vínculos se hacen más sólidos, más fuertes. Y la riqueza de la familia tendrá más valor, aumentará, y serán todos más preciados.

Ese valor de la familia se traduce en valores que empapan a la sociedad, donde vivimos inmersos y el mundo seguro que será un poquito mejor.

Los caminos que andamos no son solo como este de ir a Santiago o nuestro camino personal. Son todos los caminos que iniciamos, tanto en el trabajo, con nuestros amigos, en las redes sociales, en los momentos de ocio, … Yo personalmente hago un camino con la asociación de familias numerosas de Madrid, que me enriquece y que me da la oportunidad de dar y de servir, de ofrecerme a otros.

¿Por qué me revuelve la cabeza los discípulos de Emaús? Porque Jesús les sale al encuentro. Yo no quiero ser de los que se quedan a un lado del camino para solo mirar y esconder el talento. Pero tampoco quiero ir encontrándome con otros caminantes sin más. Quiero también salir al encuentro de otros. Por eso emprendimos el camino de la asociación, para salir al encuentro de otras familias en el camino de la vida, buscando el bien común para todas, enriqueciendo e intentando empapar de valor a la sociedad en la que vivimos.

Esto solo lo lograremos si buscamos con honestidad el bien, si emprendemos el camino para dar, para servir, para acompañar, para salir al encuentro de los demás.

A mí me ha ayudado ponerme en camino hacia Santiago, hacia Dios, ponerlo en el centro, como objetivo del camino, de los caminos; o mejor, llevarlo en la mochila, para compartirlo. Eso me ayuda para darme a los demás, servir a las familias. Ser compañera de camino de otras familias. Sin preguntar más.

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