Los piojos ponen de 3 a 10 huevos diarios pero ni vuelan, ni van a las cabezas sucias

La presencia del parásito es constante durante el año, aunque se observa un incremento durante el primer mes de inicio del período escolar.

Carlota Fominaya

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Los piojos no plantean problemas graves de salud, pero periódicamente las consultas de pediatría se pueblan de padres preocupados, impotentes y desesperados ante la escasa respuesta a los tratamientos y el miedo a «convivir» con los incómodos parásitos. Que no cunda el pánico y, sobre todo, información. Esto es todo lo que hay que saber sobre la temida pediculosis explicado por el médico de Medicina Familiar y Comunitaria P. Alonso Fraile y el dermatólogo J. García Dorado (Pediatría Integral).

Existen desde siempre, pero siguen siendo un problema.

La pediculosis ha convivido con el hombre desde tiempos antiquísimos y aún hoy, a pesar de que han mejorado los estándares y la calidad de vida, sigue siendo un problema de salud pública de ámbito mundial, con un costo muy alto en relación con los días de colegios perdidos, el absentismo laboral de los padres, el uso de los pediculicidas y alto grado de ansiedad que causa en niños y convivientes. El escaso conocimiento por parte de la comunidad general, incluido los profesionales de la educación, acerca del agente causal, las complicaciones locales y formas de contagio, sumado a tratamientos inadecuados e ineficacia de ciertas terapias disponibles, han llevado a que esta parasitosis se mantenga y aumente su prevalencia. En nuestro medio, supone el 0,10% de todas las consultas dermatológicas realizadas en la infancia(1). Su aparición no implica necesariamente malos hábitos higiénicos. Es más frecuente en zonas urbanas o suburbanas, preferentemente en las superpobladas. Los piojos no reconocen barreras geográficas, socio-económicas ni culturales. En nuestro medio(8), se ha incluido como hallazgo cutáneo o signo sugerente de negligencia en el cuidado de los niños.

¿A quién afecta? ¿Por qué más a niñas que a niños?

Afecta, preferentemente, a colectivos infantiles. Los estudios epidemiológicos(9) coinciden en que la mayor frecuencia de infestación está entre los 4 y 10 años de edad. La relación hombre/mujer es de 1:2, facilitada, posiblemente, por la mayor longitud del cabello y el mayor intercambio de prendas que se propicia en las niñas. La presencia del parásito es constante durante el año y se observa un incremento durante el primer mes de inicio del período escolar.

¿Los piojos vuelan?

El contacto directo «cabeza con cabeza» es el principal mecanismo de transmisión, siendo el hacinamiento humano factor clave en su propagación. También, puede transmitirse a través de fómites, como: peinetas, peines, cepillos, sombreros, gorros, bufandas o aparatos de audio personales.

Qué buscar, y dónde...

Conocer su particular recorrido piel-pelo y sus cambios morfológico-evolutivos son claves para saber «qué buscar y dónde», cuando exploramos una cabeza en busca de piojos.

Los piojos son insectos hematófagos permanentes y estrictos que pertenecen a la familia Pediculidae, orden Anoplura. El adulto es un insecto de 2-3 mm de largo y de color marronáceo. Las hembras son de mayor tamaño y presentan dos proyecciones en la porción terminal, para agarrarse al pelo en el momento de la puesta de los huevos y estimular las secreciones de las glándulas uterinas productoras del cemento, que sirve para la fijación de las liendres. La cabeza tiene un aparato bucal, especializado en la fabricación de saliva y en la succión de sangre del huésped.

Cuántos huevos pone al día...

Veinticuatro horas después de la cópula, pone de tres a diez huevos por día . Y ya que vive en su anfitrión unos 30 días (fuera de él sobrevive un máximo de tres días), a lo largo de su vida pueden colocar unos 100 huevos o liendres. Se localizan muy cerca del cuero cabelludo y generalmente se encuentra un solo ejemplar por pelo. Son diminutas partículas blanquecinas de menos de 1 mm, visibles al ojo desnudo, sólidamente adheridas al cabello a través de una «argamasa» bien elaborada. En uno de sus extremos, muestra una tapa, llamada opérculo.

Cuándo aparecen

Tras siete o diez días, los huevos se abren y larvas inmaduras emergen a través del opérculo; deben ingerir sangre de forma inmediata para poder vivir. Poseen una estructura que llega hasta el cuero cabelludo; después proyectan los estiletes bucales que liberan saliva y perforan la piel hasta encontrar un capilar sanguíneo. Durante la alimentación y después de ella, defecan. Después de alimentarse, adquiere un color rojo que se asemeja a rubíes. Nueve días más tarde, tras pasar por tres estadios evolutivos, llega a la etapa adulta.

Una vez sale la larva, el envoltorio se queda pegado al pelo y, según crece, las liendres se observan más lejos de la raíz, lo que ayuda a evaluar la antigüedad de la infestación. Así, una distancia menor de 6 a 8 mm indica una infestación activa o reciente.

Señales y síntomas claves

Prurito en el cuero cabelludo y erupciones cervicales, son los síntomas claves que habremos de buscar.

Sus lugares preferidos

El piojo prefiere zonas selectas del cuero cabelludo: la nuca y la parte posterior de las orejas, donde la temperatura corporal es más elevada (Fig. 5). La reacción alérgica a la saliva del parásito y las «punciones» para succionar la sangre provocan los dos síntomas clave: el eritema y el prurito. El prurito continuo del cuero cabelludo es el síntoma más común, pero presente sólo en el 40% de pacientes. En el paciente atópico, es mucho más intenso y, a veces, desborda hacia orejas, cuello y tronco superior. Ocasionalmente, puede generalizarse. Puede tardar una o dos semanas en aparecer y el rascado intenso puede llevar a excoriaciones e infecciones secundarias. En ocasiones, en vez de prurito, existe sensación de cosquilleo o de «algo que se mueve por la cabeza».

Diagnóstico

La visualización del parásito o estructuras con él relacionadas son el objetivo de la minuci

osa exploración visual que deberemos realizar.

La observación directa y paciente de los cabellos con buena luz será útil para localizar los piojos vivos y las liendres adheridas al pelo. La mayoría de los pacientes se encuentran parasitados por no más de 10 a 15 ejemplares adultos, que son lucífugos; por lo que, el diagnóstico se hace por el hallazgo de liendres. En ocasiones, puede ser útil realizar un exhaustivo cepillado sobre el cabello húmedo con un peine de púas finas, fijándose especialmente en la zona de la nuca y alrededor de las orejas.

En general, las liendres encontradas a más de 1 cm del cuero cabelludo es improbable que estén viables, pues se trata de una infestación antigua.

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