Coronavirus

«No pueden elaborar el duelo porque no ha habido ni cuerpo, ni caja... es como si desaparecieran»

Rocío García Torres forma parte del equipo de profesionales contratados por el Ministerio de Sanidad para dar atención psicológica a los afectados por el Covid-19

Carlota Fominaya

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Hasta llegar a su puesto como experta en intervención psicológica en crisis y emergencias en el Consejo General de la Psicología (Madrid) Rocío García Torres se cruza a diario con dos controles policiales en el mismo trayecto, coches fúnebres, furgonetas de funerarias y ambulancias… La calle, dice, «es un reflejo de las llamadas que recibimos» . Esta doctora en Psicología, terapeuta de familia y pareja y profesora de la Universidad Villanueva, se está dejando la piel en el teléfono habilitado para dar atención a los afectados por el coronavirus.

Ella es una más del equipo de profesionales de toda España puesto en marcha por el Consejo General de la Psicología junto con el Ministerio de Sanidad que atienden las tres líneas abiertas: una enfocada a intervinientes: personal sanitario, fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado o Policía Local, otra destinada a familiares de personas enfermas o fallecidas y una tercera destinada a población general, para dar servicio a los ciudadanos que lo necesiten, donde tiene cabida mucha gente que lo está pasando mal psicológicamente y y que no tiene visibilidad: trabajadores de supermercados, farmacias, gestorías tramitando ERTES bajo muchísima presión, familias que se desmoronan económicamente…

¿Cómo se prepara para el duelo a familiares de fallecidos o personas que van a fallecer por COVID-19?

Preparas a esas personas para llevar a cabo un duelo interrumpido, a distancia. Más allá de la consecuencia de muerte, es un duelo atípico, que ni siquiera puede llegar a ser un duelo cerrado, ya que los familiares no están siendo conscientes de forma definitiva de la pérdida, de la ausencia, porque no han podido despedir ni acompañar a la persona durante su enfermedad en el hospital.

Es como si el familiar desapareciera sin más.

En efecto. Por eso, uno de los pilares que más trabajamos es el manejo de la culpa, porque los familiares no pueden cerrar el ciclo. No pueden acompañar a su ser querido en los últimos momentos de la enfermedad en el hospital y no pueden elaborar un duelo porque en muchos casos, no hay un ritual funerario del que puedan participar, no hay una ceremonia funeraria, nunca van a ver el cuerpo, ni la caja. Es más, por protocolo, se les pide que autoricen la incineración de su ser querido y reciben una llamada en la que te explican como poder acceder a las cenizas y al parte de defunción. Es como si desaparecieran sin más, sí.

¿Con qué se encuentra usted cuando le llaman las familias?

Al no ser un duelo típico, al uso, se despiertan las mayores angustias. A veces surge la ilusión de pensar que no es verdad. Nos encontramos personas que no son conscientes, capaces en un primer momento de asumir la realidad; en ocasiones ni pueden ni quieren creerlo. Las familias en ocasiones creen que se trata de una equivocación, no siendo su familiar el que ha perdido la vida. Pudiendo incluso plantearse el hecho de presentarse en el hospital, jugándose con ello una gran multa, con el fin de poder obtener una explicación, una confirmación por parte de los médicos. No pueden finalmente ni ver a su familiar, ni el féretro, tocar una caja de pino... nada. Como no tienen la certeza, la gente entra en negación: esto no ha pasado.

¿Qué se le puede decir a una persona que no se cree que su ser querido ha muerto, porque no lo ha visto?

Intentamos que sean conscientes de cuál es la realidad. Hay muchísima gente en esa situación, y para ellos es más difícil elaborar el duelo sin tener pruebas físicas. Tratamos de facilitar que puedan pasar de esa primera fase de negación a la fase de la ira, para elaborar así la rabia y el enfado por la pérdida. Después de decir: “esto no es verdad”, que puedan a sentir el enfado y de ahí, la “negociación” y la fase de profunda tristeza, de “depresión”, que den lugar a la aceptación de la realidad que supone esa pérdida irreversible.

¿En qué consiste exactamente la fase de negociación?

Que la persona entra en una negociación en la que se plantea qué más podría haber hecho. En este periodo la persona suele soñar con esa última conversación que nunca tuvo lugar, aquellas cosas que no se pudieran decir… Nosotros les damos herramientas para que puedan elaborar “esa última vez”. Intentamos favorecer la ventilación emocional de los familiares. Aunque esos seres queridos no estén, esto se puede llevar a cabo de muchas formas: a través de cartas escritas a los fallecidos, con una silla vacía, fantaseando una posible conversación con ese familiar, creando algún ritual en casa, como el hecho de poner una foto con una vela, una caja de recuerdos en la que poder meter recuerdos que hayan sido significativos, que se hayan vivido en familia… Es una manera de intentar favorecer que los miembros puedan elaborar la pérdida y hacer una catarsis de sentimientos hacia la persona fallecida.

¿Qué se les dice a los niños que pierden a un familiar en estas circunstancias?

Una cosa muy importante es decirles la verdad a los niños. ¿Cómo? Siempre adaptada a lo que ellos sean capaces de recibir y digerir. En la medida de lo posible, a los niños hay que contarles que el abuelo está malito, y si sus creencias se lo permiten, que se va a ir al cielo. También es importante que tengan herramientas para poder despedirse, con las que ellos puedan expresar sus emociones. Quizás el mayor no está en condiciones de enterarse, pero para el niño va a ser muy bueno que le escriba una carta, o le haga un dibujo... Y si el niño es muy pequeño y no desconoce que su abuelo está insconsciente ya, que se fabule una respuesta: que al abuelo le ha encantado la misiva o el dibujo. Así el pequeño podrá dar cierre a esa catarsis emocional, obteniendo una respuesta del otro lado.

¿Cómo están las personas que ya tenían un padecimiento psicológico anterior?

Están peor. Todos los síntomas se agudizan. Las personas que tienen ansiedad o que padecen cuadros depresivos estos días puede estar considerablemente peor, ya que muestran un peor manejo de sus afecciones psíquicas. Todo se ha agudizado. Recibimos llamadas de muchas personas que no pueden controlar la situación por un manejo emocional que está siendo disfuncional.

¿Cómo ayudan a esas personas que no tienen capacidad de controlar sus estados emocionales y que tienen niños a su cargo?

Hay muchos padres que nos llaman para decirnos que sus hijos están ansiosos y hablamos con ellos a continuar. Así, podemos comprobar que en muchas ocasiones los niños no están bien porque los padres no lo están tampoco. Cuando los padres están ansiosos, porque no han encontrado las estrategias para manejar con éxito su malestar, tenemos niños que plasman ese ansiedad, que la absorben de alguna manera; no podemos olvidar que los niños son esponjas. A ellos hay que ayudarles a trabajar las emociones, empezando por la gestión de la respiración.

¿Qué buscan los padres cuando llaman a este teléfono?

Son padres que en ocasiones sienten que no pueden hacerse con el control de la situación pudiendo buscar en la llamada una varita mágica para solucionar el problema. Yo trato de instarles a que sean ellos mismos su propia varita mágica. Nos estamos encontrando con que muchas veces son hogares donde no hay límites. Y los niños necesitan cariño y límites a partes iguales porque si no, no saben por dónde moverse seguros.

Es frecuente hablar con padres que no saben cómo hacerse con el control y la autoridad de lo que ocurre en casa, de la educación de sus hijos; en ocasiones a veces he visto cómo se plantean llamar a la policía por sentir la incapacidad de poder controlar el conflicto. El confinamiento hace que la convivencia y sus consecuencias sean extremas en ciertas familias. Pueden salir a la luz todas las fallas y problemas que ya existían antes, pero que no se detectaron porque los padres no eran conscientes. Son padres que han perdido la autoridad de sus hijos.

¿En esos casos, qué trabajan ustedes con los progenitores?

A estos padres les ayudamos a tomar conciencia del problema. A ser conscientes de la necesidad de pedir ayuda. Es gente que a lo mejor hasta que no ha perdido el control de la situación no había recibido ayuda psicológica. También les estamos enseñando sobre todo el establecimiento de hábitos que puedan ser útiles y saludables. También les enseñamos a identificar cuando empiezan a perder el control. Quizás antes no hayan identificado qué punto desencadena la pérdida de control. Les ayudamos a definir sus puntos flacos y a que tengan el sensor afinado, de manera que se den cuenta de cuando empieza algo a fallar y se da paso a la ansiedad.

¿Por dónde pueden empezar a gestionar el confinamiento familias en esta situación?

La primera medida es ayudarles a resetear. El confinamiento ha hecho que muchas familias pasen de un pequeño nudo a una madeja gigante de lana. ¿Por dónde empezamos? Por el principio, dándole al “reset”, para, desde ahí, volver a restablecer la jerarquía adecuada. El hijo no puede ser el que dicte las normas de la casa, hay que devolver la autoridad a los padres, estos deben ser conscientes de que tienen el poder de controlar la situación. Muchas veces los hijos retan al padre porque están pidiendo a gritos que el padre “agarre la sartén por el mango”. Los niños necesitan sentirse seguros y para sentirse seguros necesitan a un padre que se sienta seguro ejerciendo la autoridad. Para convencer a un niño de eso primero debemos estar convencidos nosotros.

¿Y eso se puede enseñar por teléfono?

Sí, se puede recordar al padre o psicoeducar al padre, hacerle consciente de que él tiene la autoridad y tiene el derecho y la obligación de ejercer su autoridad, de manera responsable y siempre desde el respeto profundo a los hijos. Esto no se hace “porque lo digo yo”. Nosotros identificamos problemas, en este momento de intervención vemos si se usan métodos coercitivos, o castigos adecuados o si estos pueden estar siendo inapropiados, exagerados… Los castigos deben ser realistas, proporcionales al problema y es vital cumplirlos siempre. Es decir que si castigas sin móvil, la niña no puede encontrar el teléfono. Además, ambos progenitores tienen que ir a una, porque orden más contraorden, contradicción.

Se dice mucho “un día menos”...

Se dice, pero es un error. Es pensar en sobrevivir, en la compra masiva y compulsiva... Invito a la gente no a sobrevivir, sino a aprender a exprimir la vida y valorarla. Podemos sobrevivir o aprender y crecer, para encontrar herramientas que no teníamos y ser todavía mejores. Ver esto como una oportunidad para el crecimiento personal. De una forma u otra, estamos todos redescubriendo a nuestros hijos, y algunos, hasta descubriéndoles por primera vez. Es lógico que haya padres atravesando situaciones que no saben manejar, porque no las han vivido día a día con anterioridad.

Todo esto también sirve para las familias que están llevándolo más o menos bien.

También se pueden dar cuenta de que se pueden hacer las cosas de otra manera. El confinamiento es una oportunidad para que las familias disfuncionales sean conscientes de la gravedad de sus problemas y obtengan una ayuda, y de que las familias que no tienen graves problemas puedan reinventarse y funcionar mejor, de tener un tiempo de calidad y de ofrecerles lo mejor a sus hijos. Convertirnos en nuestra mejor versión para ayudarles a ellos a que también logren la suya.

¿Qué consejos ofrece a las familias?

Que este es el momento de regular a los hijos emocionalmente. Es dificil pensar que un niño va a estar tranquilo si perciben miedo en nuestra mirada por los cambios tan abruptos que estamos viviendo. Por eso debemos intentar que no perciban miedo, a ir podamos contenerles emocionalmente y ofrecerles solvencia, seguridad. Eso se hace con una caricia, un gesto y una mirada: no se trata tanto de “hacer”, sino de estar con ellos, estar tranquilos. Para que ellos estén tranquilos nosotros tenemos que transmitir tranquilidad... Esto es regulación emocional, en primera persona: se enseña siendo, no haciendo.

Otro gran porcentaje de usuarios de este teléfono son las personas mayores solas.

Si, hay muchos mayores solos, sin ayuda de los hijos, y personas solas estando acompañadas. Personas que tienen a su pareja enferma de Alzheimer. Nos confiesan que les quieren más que a mi vida, pero que este confinamiento es una cárcel. Estos pacientes estos días observan que sus síntomas están peor, por no poder salir a la calle se agudizan… También llaman muchos sanitarios que nos cuentan no sentirse comprendidos por sus parejas ya que lo que están viviendo, solo ellos lo saben. La soledad, ya de por sí un problema, está muy agudizada en estos momentos.

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