¿Eres una madre cocodrilo? Claves para averiguarlo

Lee Lima, autora de «Crecer en Tribu» y fundadora de Babytribu, explica lo que supone para los hijos a corto y largo plazo

Laura Peraita

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¿Qué es una madre cocodrilo? Antes de responder a esta pregunta, Lee Lima , coach de familia, autora de «Crecer en Tribu» y fundadora de Babytribu , explica que le gustaría explicar a los lectores una parte básica del funcionamiento cerebral que nos permite entender cómo afrontamos los conflictos . Asegura que nuestro cerebro se divide en tres áreas principales: el cerebro reptiliano, que es nuestro cerebro primitivo; el cerebro límbico, que es nuestro cerebro emocional , y la corteza cerebral que es con la que pensamos.

«Ahora bien, una madre cocodrilo es aquella que por determinadas circunstancias se encuentra en un estado en el que el cerebro reptiliano tiene el control. Yo suelo explicar a mis alumnas que es un estado en el que respondemos como los cocodrilos. Es la madre que responde desde su cerebro primitivo y que en momentos de desesperación «casi muerde» a sus hijos por no tener el cerebro bien integrado.

¿Cómo detectar a una madre cocodrilo?

Todos los padres hemos experimentado alguna vez esta situación, todos llevamos un cocodrilo dentro por decirlo de alguna forma. Lo difícil es detectarlo al momento, siempre nos damos cuenta después, porque cuando estamos en ese estado no pensamos, es un estado en el que solo funcionan tres respuestas básicas: pelear, huir o quedarse paralizado. En la crianza, la opción más usada es pelear cuando estamos con el primitivo al mando.

Lo que yo trabajo como coach con las familias es que sean capaces de darse cuenta antes, porque hay pequeñas «alarmas» que nos indican que nos estamos aproximando a entrar en zona roja y perder los nervios totalmente, eso solo se puede hacer con una toma de consciencia y los recursos adecuados.

¿Por qué aparecen en la mujer estos sentimientos hacia sus hijos?

En los tiempos que corren es principalmente por la saturación, por la falta de autocuidado y por no tener la información adecuada de cómo criar desde la felicidad. Son las tres causas que suelen adentrar a las madres en este estado.

Cuando vemos alguna de nuestras necesidades amenazadas—como dormir, tiempo para nosotras mismas o, incluso, cuando tenemos que hacer tareas como teletrabajar y cuidar niños al mismo tiempo—colapsamos literalmente.

Muchas veces la sociedad nos pide ser súper mujeres y en el caso de las madres la sobreexigencia puede hacer que acabemos en madre cocodrilo.

¿Cómo se puede evitar?

Primero tomando consciencia de lo que nos pasa, para ello es fundamental formarnos porque los desafíos de la crianza dentro de la sociedad actual no son los mismos que hace 20 o 40 años.

Esto se logra a través de una Crianza Respetuosa y Positiva para comprender las necesidades reales del niño desde su mirada y que a su vez permita que pongamos el foco dentro y miremos por nuestras necesidades también. Siendo felices no nos convertimos en madres cocodrilo.

¿Son realmente conscientes los hijos de esta actitud de su madre?

En edades tempranas no son conscientes de ello, los niños nos ven como su figura de referencia y la necesidad de afecto es tan grande que ellos van a querernos hagamos lo que hagamos, esto es pura supervivencia.

El problema real está cuando las madres no son conscientes de este estado y se normaliza, cuando viven el día a día discutiendo, gritando, peleando, insultado. Allí están usando el cerebro reptiliano a tope, incapaces de razonar o entender.

Cuando esto se normaliza, no somos conscientes de que somos mujeres maravillosas con muchos recursos, pero que estamos en un estado sin recursos y nos estancamos allí.

¿Qué efectos tiene en los hijos a corto y largo plazo?

El primer efecto es el miedo y esto es muy peligroso a largo plazo. El miedo está bien para sobrevivir, pero no para tenerlo presente en las relaciones personales. Los padres debemos ser líderes de nuestros hijos, pero en un ambiente de confianza y respeto mutuo, no de miedo.

Por otra parte, cuando los hijos van creciendo, sienten que por miedo no pueden hablar con sus padres, es cuando empiezan a buscar las respuestas fuera.

Debemos tener un lenguaje emocional y saber explicar a nuestros hijos que todos nos enfadamos, pero es con el ejemplo sabiendo gestionar nuestras propias emociones como podemos enseñarles a abordar estos estados y que tengan herramientas para el futuro.

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