Conversacionesde mayores

Manuela, 73 años: «Me duele todo el cuerpo, estoy en horas bajas»

Tras meses del confinamiento, la fragilidad de los mayores sigue estando patente en muchos de ellos sin que se pongan en marcha medidas efectivas para paliar esta situación

Laura Peraita

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Manuela Barrocal tiene 73 años y reconoce abiertamente que el confinamiento le ha hecho sentirse más frágil en muchos sentidos. Antes acostumbraba a salir cada mañana y tarde a dar sus correspondientes paseos además de acudir, desde hace un año, cada martes y jueves a su sesión de gimnasia del programa En Forma de la Caixa en el Ayuntamiento de Valladolid. «El Covid-19 paró todo, sin embargo yo caminaba diariamente media hora por el pasillo de mi casa hasta casi marearme –confiesa entre risas– y también hacía ejercicios que recordaba de la clase de gimnasia. Pero no ha sido lo mismo. El sedentarismo me ha hecho sentir mucho menos ágil y más torpe porque, además, he engordado, aunque no sé cuanto porque me he enfadado con la báscula y no nos hablamos –bromea de nuevo–. Ahora tampoco salgo mucho porque mis hijos no paran de decirme “no salgas”, “no toques nada”... Me vuelven loca».

«Me duele todo el cuerpo»

Asegura que se encuentra en «horas bajas» por su falta de agilidad y por sufrir una caída que le ha dañado una rodilla y un brazo. « Echo muchísimo de menos volver a la gimnasia porque me daba energía, me ayudaba a sentirme mejor y me distraía. Y eso –confiesa– que nunca antes había hecho nada de ejercicio porque en mis tiempo no se llevaba. De no hacer nada me duele todo el cuerpo. Me siento mayor. Los políticos deberían preocuparse más por ofrecernos más posibilidades para hacer cosas porque ahora nos han cerrado muchos centros y nos perjudica. Estamos cansados de que no nos consideren y nos echen la culpa de muchos de los malos del país. El día de mañana ellos serán mayores y sufrirán la misma situación que nosotros si no le ponen remedio antes».

El testimonio de Manuela Berrocal deja al descubierto la fragilidad que sufren muchos mayores, y más tras el confinamiento. Francisco José Tarazona , doctor en Medicina por la Universidad de Valencia y geriatra en el Hospital Universitario de La Ribera , reconoce que tras el confinamiento están recibiendo a mayores en unas condiciones peores a las de meses atrás. «El cambio de rutinas y la baja movilidad les ha provocado una pérdida de masa muscular y fuerza física. Padecen una clara merma de su funcionalidad, se sienten más torpes, les cuesta recorrer las mismas distancias que antes hacían sin dificultad . Todo esto les genera mucha ansiedad porque ven limitada su autonomía, lo que les conduce también a una pérdida de relaciones sociales y a una reducción de su rendimiento cognitivo y, en los peores casos, a situaciones irreversibles como la demencia».

Según este doctor en Medicina también han apreciado que los casos en que tenían un deterioro cognitivo leve, la progresión es ahora más rápida, así como la agitación psicomotriz y la agresividad . «El confinamiento –añade– ha generado grandes riesgos en los mayores más vulnerables y les produce un envejecimiento menos exitoso en el caso de sufrir enfermedades crónicas o tener hábitos poco recomendables como el tabaquismo y sedentarismo».

Oferta insuficiente

Entre las recomendaciones de este experto destaca, en primer lugar, el ejercicio físico, seguido de la estimulación cognitiva y la socialización. Reconoce que la oferta de actividades de las administraciones es en ocasiones insuficiente o no se ajusta a la demanda real. «Hay por ejemplo cursos en universidades de mayores que mueren de éxito , no se celebran porque no se apunta nadie. Deberían enfocarse más a lo que desean los mayores. También es necesario que las instituciones sociales y sanitarias se coordinen mejor, informen adecuadamente de las iniciativas existentes, reduzcan listas de espera y realicen llamadas de recuerdo para motivarles a participar».

José Tarazona explica que en ocasiones es necesario «empujarles» porque se trata de una generación en la que la actividad física no se ha promovido en su juventud, que se ha dedicado al trabajo, en muchas ocasiones con esfuerzo físico, y que sufre en la actualidad problemas como la artrosis, lo que les favorece la opción del sedentarismo».

En su opinión, si no se logra que realicen actividades que mermen su fragilidad, el resultado será una vida incapacitante. Por eso es tan importante la motivación. «Muchas personas no son conscientes de que los hábitos saludables son más importantes para la esperanza de vida que la herencia genética: solo el 25% de la expectativa de vida se basa en la genética; el 75% recae en los buenos hábitos y en su relación con el ambiente», matiza.

La fragilidad es un estado de gran vulnerabilidad de factores internos y externos que conlleva una pérdida de la reserva fisiológica de carácter positivo, una menor coordinación neuromuscular, alteraciones metabólicas y del sistema inmunitario.

Sin quitar importancia a la gravedad de las cifras de fallecidos a causa del coronavirus, Javier Yanguas , director Científico del Programa de Personas Mayores de la Fundación la Caixa , considera que uno de los graves errores que se han cometido con esta pandemia es poner el foco en la edad y marginar a la población mayor en general, «en vez de centralizarlo en las condiciones de salud». Lamenta que, según este enfoque, se haya metido en el mismo saco a personas de 65 años, 70, 80, 90... «No son iguales. ¡No tienen nada que ver unas con otras! Hemos contribuido a aumentar su tensión y la fragilidad. Padecen más ansiedad, culpabilidad por sentirse en parte responsables de lo que ha pasado y tienen miedo a salir a la calle».

Interesante aprendizaje

Aun así, Yanguas explica que «la mayoría de ellos ha sobrevivido» y, por ello, ha querido analizar lo que ha propiciado que sean «un caso de éxito» como punto de partida de un interesante aprendizaje. Asegura que todo el mundo se preocupa por el «hacer» –hacer gimnasia, leer...–, pero se ha concedido menor importancia al «estar» y las personas «que se han centrado en el “ser” en cómo se sienten, cómo ayudar a los demás, etc., han sabido llevar mejor su soledad en el confinamiento. El problema es que nadie nos enseña a poner el foco en el ser y cuando uno no puede salir de casa aparecen los problemas».

Este es el motivo por el que considera que es muy importante que la sociedad haga una pausa y reflexione sobre este asunto para evitar sufrimiento, ansiedad y fragilidad. «Muchos mayores están sufriendo porque han perdido en sus centros de referencia a 15 o 20 amigos. Es muy doloroso sobrevivir a esa situación terrible. También tienen miedo al futuro, al mundo que están dejando a sus nietos. No podemos mirar a otro lado. La Administración, la clase política, las Ongés, los ciudadanos..., tenemos qué pensar cómo salir de esta no solo económicamente, sino en lo que respecta al cuidado de los mayores».

Relación con el entorno

Beatriz Benito , facilitadora de talleres En Forma de la Caixa en Castilla León, asegura que las personas que han participado en sus programas han estado en mejores condiciones para afrontar el confinamiento . «En cada sesión han aprendido rutinas de ejercicios que han podido continuar en sus domicilios. Además, les hemos ofrecido pautas de nutrición acordes a su edad porque no son conscientes de que las necesidades nutricionales cambian. También les enseñamos a relacionarse con el entorno de otra manera. Tienen una percepción de sus competencias mayor de la que es; es decir, creen que pueden hacer las cosas como siempre. No es así. Ya no pueden dejar las bolsas de la compra en la entrada de la cocina por riesgo de tropezarse; si se levantan por la noche al baño ya no pueden caminar a oscuras, deben encender la luz; es mejor que no tengan alfombras... Les ayudamos a detectar peligros para que su proceso de envejecimiento sea adecuado y no incapacitante», concluye Beatriz Benito.

En marcha ¡Ya!

Toni Bové , diplomado universitario en Fisioterapia y máster en Bioética, coincide en que las personas mayores que no hacían ejercicio antes del confinamiento son ahora más frágiles . «Les va a costar más recuperarse porque su musculatura y articulaciones están sufriendo la falta de movilidad. Lo más aconsejable es que se pongan un calzado cómodo y empiecen a caminar ya. No hace falta ir muy rápido , es más interesante que realicen una buena calidad de la pisada y no adopten vicios».

Explica que es mejor hacer 20 minutos de ejercicio por la mañana y otros 20 por la tarde, que todo del tiron. « El cuerpo necesita estar en movimiento porque el movimiento es vida . Si no cuidan su cuerpo, llegará un día en que no podrán realizar actividades cotidianas como, por ejemplo, coger una sartén, lo que les resultará muy frustrante».

Fortalezas que surgen ante la adversidad

—Los mayores a veces lo pasan mal, pero resisten; en ocasiones se sienten tristes, aunque son capaces de plantar cara al desánimo; de vez en cuando lloran, sin embargo luchan por recuperar la alegría; por momentos sienten miedo, si bien aprenden a vivir con él. Y esa capacidad de lucha, tengan 70, 80, 90 o 100 años, esa pelea por adaptarse, los determina y caracteriza.

—Cierto es que la brega cotidiana por vivir y salir adelante desgasta , y ni es un salvoconducto para una vida fácil, ni les libra de pasarlas canutas, pero les ayuda a levantar el vuelo, a sobreponerse a las circunstancias. Demuestra, además, las fortalezas de los vulnerables en situaciones delicadas, haciendo honor a palabras como tesón, tenacidad, cabezonería, perseverancia, firmeza, entereza, insistencia...

—Existe también una preocupación por el futuro. No por el propio, ya que muchos creen tener la vida «hecha», sino por el ajeno: el de sus hijos y nietos, el de los jóvenes, el de los demás. Lo cual resulta paradójico, irónico y conmovedor: el grupo de riesgo del coronavirus (los mayores) ve a los jóvenes como el grupo de riesgo pospandemia. Los «machacados» por una retórica que los señalaba dicen estar preocupados por los fuertes y vigorosos.

— Los mayores que mejor han soportado esta situación se caracterizan por un patrón claro: son personas optimistas, agradecidas, con recursos personales a los que acuden cuando las nubes ennegrecen el cielo, con flexibilidad para cambiar de roles, con capacidad para ser cuidadores y dejarse cuidar. Poseen una red social a la que se sienten vinculados y comprometidos, y a la que siguen aportando desde su confinamiento.

Se aferran a las rutinas que se han marcado, son proactivos ante las dificultades y, a pesar de que la incertidumbre y la indefensión a veces se apoderen de ellos, tienen «recursos propios» para autogestionarse.

—Algunos quieren entender lo que pasa , tener una perspectiva profunda del momento. Sienten la necesidad de encontrar sentido a su vida, y a este momento en particular. Se interpelan, se cuestionan. Hay quien se adentra en una dimensión espiritual, trascendente, que favorece sobreponerse al sufrimiento, ser más flexibles, tener una mirada más holística, ser más conscientes de sí mismos; aunque también —y esta es la parte negativa del enterarse de las cosas— les haga sufrir más.

—Última seña de identidad: los que menos han sufrido son los que se llevan bien con la soledad. Son capaces de, aun echando de menos a su gente, aprovechar el tiempo, nutrirse personalmente, «vivir el tiempo y no matar el tiempo».

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