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«Mi historia de amor me salió rana»

Sandra es una mujer española que dejó su país por amor y se marchó a México

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La historia de Sandra García es una historia de amor y desamor. Su príncipe azul, un apuesto joven mexicano, se convirtió en rana. Ella nunca pudo imaginar que una relación que comenzó siendo tan romántica, intensa y especial acabaría tal y como lo hizo.

Aquel joven llegó de México a la Ciudad Condal para estudiar un master en Ingeniería. Sandra le conoció porque era el compañero de piso del novio de una amiga de suya. Lo de estos jóvenes fue un auténtico flechazo. Aunque ella vivía en Madrid, porque tras estudiar Derecho decidió realizar un máster en Periodismo, uno y otro se desplazaban continuamente para estar juntos.

Cuando él finalizó el master se marchó a México y ella, poco después y con 23 años, decidió abandonar España para irse a vivir con él.

«Al principio fue muy divertido, nos reíamos mucho, salíamos a todas horas. Poco a poco, cuando te vas asentando vas comparando todo con España y extrañas a la familia, a los amigos, las costumbres y, posteriormente, cuando asumes el proceso de adaptación empiezas a valorar lo bueno de estar en un país extranjero».

Sandra recuerda que en aquel tiempo, como estaba aún finalizando el máster en Periodismo viajaba a España con mucha frecuencia. Fue precisamente en uno de sus viajes a Madrid cuando descubrió que estaba embarazada. «Cuando le comuniqué la noticia, él se manifestó muy ilusionado e, incluso, vino a España para acompañarme durante el final del embarazo y el parto en la Fundación Jiménez Díaz. Tuvimos una niña preciosa —recuerda emocionada—. A las pocas semanas regresamos a México porque debía atender a sus negocios, él es un hombre conocido y adinerado en su país».

Allí todo cambió. Se encontró con que él no se sentía convencido de la relación. «En realidad descubrí que había mantenido relaciones paralelas con otras mujeres. Discutimos mucho y finalmente accedió a dar una oportunidad a nuestra relación, más que nada por la hija que teníamos en común. Me dijo que si yo aguantaba la situación —que estuviera en casa y permitiera sus infidelidades— no me faltaría de nada, ni a mi ni a la niña. Pero no funcionó», confiesa Sandra.

Cuando la pequeña acababa de cumplir dos años decidieron separarse. Sandra se quedó en la calle, sola, con un bebé y en un país extranjero. «Habíamos conseguido hacer algún patrimonio juntos, pero me encontré con que él cambió todas las propiedades y empresas a nombre de su madre y le dijo al juez que él ganaba 1.000 pesos, una nimiedad, para evitar pasarme una pensión para mí y para la niña».

Durante el primer año no pudo salir de México porque podía ser acusada de sustración de menores. «Como no tenía dónde ir acudí a la embajada española y la cónsul María Palacios me ayudó muchísimo —recuerda entre lágrimas por el gran agradecimiento—. Hizo todas las gestiones con los abogados para la separación, me apoyó en la búsqueda de un lugar donde vivir y a localizar un trabajo».

Esta española lleva tres años luchando por que se haga justicia. «Es increíble que no se pronuncie ya el juez porque tengo muchas pruebas en mi mano, de los contratos que yo tengo de terrenos que compramos juntos, negocios..., que ahora se me niegan para que mi hija y yo podamos vivir dignamente».

«Mi mensaje a las familias es —puntualiza— que cuando una mujer, u hombre, decida ir a otro país por amor, se informe bien de cómo funciona la justicia en caso de una separación porque no todo funciona igual que en España ni se protege igual a la mujer, por lo que se pueden ver en la calle. Cuando una persona deja su país por amor, nunca piensa en el desamor; pero le puede pasar a cualquiera».

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