No hay ninguna madre igual que otra, pero todas lo hacen perfectamente bien a su estilo
No hay ninguna madre igual que otra, pero todas lo hacen perfectamente bien a su estilo - fotolia

¿Con cuál de estos cinco estilos de ser madre te identificas?

Dos escritoras de ofrecen consejos para superar sentimientos de culpabilidad, indecisión... que tienen todas las madres

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Para muchas mujeres uno de las experiencias más maravillosas de la vida, como es la maternidad, se puede convertir también en un verdadero quebradero de cabeza. Lo lleven mejor o peor, todas comparten muchas veces emociones en común: los sentimientos de culpabilidad, de sentirse perdidas, indecisas y, alguna que otra vez, al borde de un ataque de nervios. Quién no se ha sentido culpable por considerar que no es una madre perfecta o por no estar encantada con su maternidad; quién no ha sentido muchas veces que no llegan a todo, que la vida no da para cumplir con el trabajo y en casa; quién no se ha frustrado por no saber solucionar los problemas con sus hijos; a quién no se le ha escapado algún que otro grito...

Para desmitificar todos esos roles, analizar todos esos sentimientos muchas veces contradictorios, dos escritoras, Diana Guelar y Andre Jáuregui, proponen en el manual «Mamás perfectamente imperfectas» una serie de consejos a los que cada tipo de mamá podrá sacar partido. Las autoras parten de una premisa: hay madres de todo tipo y todas lo hacen perfectamente bien. Ellas te proponen buscar qué tipo de madre eres, para apoyarte, para que te comprendas y te aportan reflexiones que te ayudarán a disfrutar y recuperar el placer de ser madre.

1. Madre controladora (o GPS): Está obsesionada por el control, y se agota ella y agota a los demás. Trata de solucionarlo todo, con lo que el hijo o la hija se sienten perdidos cuando empiezan a tener que tomar sus propias decisiones. Es sobreprotectora. Tiene que aprender a dejar un poco el control y a respetar la privacidad de sus hijos. Darles espacio para que se desarrollen y establecer tratos basados en la confianza mutua, en los que madre e hijo/a cedan cada uno un poco.

2. Madre perfeccionista: Queremos lo mejor para ellos, pero ese afán, cuando es excesivo, puede conducir al fracaso o la decepción. ¿Es necesario que los hijos sean perfectos, que lo hagan todo bien? Es deseable estimular a los hijos y ayudarles a vencer sus dificultades. Lo malo es cuando les pedimos demasiado.

Estas mamás deben flexibilizar la mirada para contemplar a sus hijos como son, no como quisiéramos que fueran; respetar sus intereses, habilidades y limitaciones, tomando cada logro como un motivo de celebración y cada fracaso como una oportunidad para aprender a hacer las cosas de una manera diferente.

3. Madre cómplice: Es la que quiere ser la mejor amiga de sus hijos. Es posible que se termine transformando en «parásito», y pasar a «alimentarse» de sus vidas, de sus estilos, de sus amigos, de sus costumbres. Esta mamá tiene que tomar conciencia de que los adolescentes necesitan compararse con un modelo distinto a ellos, más adulto, más sabio, capaz de guiarlos y protegerlos, que no es lo que obtienen cuando actuamos como sus pares.

4. Madre que compite: Vivimos en una cultura obsesionada con la juventud y la belleza. A veces los temas relacionados con cuerpo y la edad puedan llegar a convertirse en una especie de lucha entre madres e hijas. Un problema añadido es que no nos permitimos tener «envidia» de nuestras hijas, de sus cuerpos tonificados y sus pieles perfectas. Entonces aparece la culpa y ocultamos y negamos estos pensamientos perturbadores. Aceptar que efectivamente estamos compitiendo con nuestra hija, «nos permitirá hacernos responsables de cambiar algunas conductas específicas que están jugando en contra del bienestar emocional de los hijos y embarullando nuestra relación con ellos».

5. Madre que se apropia: Para esta madre, todo lo que les pasa a sus hijos es de ella. Le cuesta reconocer que el hijo es otra persona. Para los hijos, esto puede ser muy perturbador. Cuando nos apropiamos de lo que les sucede a nuestros hijos estamos robándoles su derecho a sentir sus propias emociones y entorpeciendo su capacidad de desplegar sus propios recursos. Esta mamá tiene que esforzarse por ser consciente de que no podemos evitar que nuestros hijos sufran ni que se equivoquen.

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