Padres e hijos

Tres niños invidentes cuentan cómo «ven» la Navidad

Varias familias explican de qué modo viven estas fechas con unos hijos que tienen el corazón cargado de ilusión

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Elsa Lukum, 4 años: «Yo soy la encargada de poner el árbol en mi casa»

Elsa solo tiene cuatro años. A pesar de tener dos hermanos mayores, ella es la encargada de poner el árbol en casa. «Mi hija es completamente feliz, siempre se está riendo, todo el mundo la alaba lo que a mi me produce gran orgullo –asegura Soledad–. ¡Incluso come coliflor! cuando los niños a esta edad detestan la verdura», dice entre risas.

Asegura que la pequeña «no se queja de nada», y eso que su corta vida ha sido una demostración de verdadera lucha y tesón. Elsa es una niña china adoptada que llegó a Madrid con 6 meses. Descubrieron que tenía un problema de visión.

Tras unas pruebas determinaron que el problema era mayor: tenía cáncer. «Fueron dos años muy duros en el hospital. Hoy, la niña se encuentra muy bien a pesar de no haber recuperado la vista».

Elsa es la alegría de la casa. Ya ha escrito a los Reyes Magos. «Quiero unos rotuladores de olores que indentifica de qué color es cada uno, un boli óptico que al acercarlo a las pegatinas que hay junto a las fotos del álbum una voz describe lo que aparece en cada imagen, muñecas...», «y todo lo que escucha a los demás», añade su madre.

Soledad aún no es muy partidaria de llevarla a sitios con grandes aglomeraciones. «La gente va cargada de bolsas y pueden hacerla daño. Prefiero llevarla a Zamora con la familia, donde hay calles tranquilas».

Pedro Moriana, 9 años: «Los Reyes Magos son muy listos: me dejan los regalos montados»

Pedro es un niño sevillano ciego de nacimiento. Con cuarenta días sus padres percibieron en sus ojos que algo no iba bien. «Tenía la retina desprendida. Le hicieron muchas pruebas», recuerda su madre, María José. Desgraciadamente, «su retina estaba mezclada con la masa ocular, circustancia que acabó con todas nuestras esperanzas de que pudiera ser vidente».

Hoy tiene nueve años «y es un niño completamente feliz». Como a cualquier otro niño de su edad, la Navidad le ilusiona mucho. Este año ya han puesto el árbol de Navidad en casa y él es el primero que se presta para hacerlo, antes de que se le adelanten sus dos hermanos mayores.

Su madre explica a Pedro las características del abeto, le indica cuál es la altura que tiene y el ancho dejándole las ramas para que las toque y las vaya colocando cada uno en su sitio. Pero lo que más le entusiasma es que su madre le coloque cerca los adornos. Él los coge los palpa con sus manos para conocer su forma y pregunta de qué color son. De esta forma va colocando uno a uno donde él considera que queda bonito. «Mi vista son mis manos», asegura tan contento. Su madre explica que Pedro «tiene muy asumido que es invidente y desde bien pequeño le contaba a sus amigos que él veía a través de las manos».

Esta familia también aprovecha algún día para ir de paseo y ver los adornos navideños y belenes de las calles sevillanas. «Se pone muy contento cuando realizamos este plan –apunta María José–. No quiere sentirse excluido de nada. Su padre y yo estamos muy unidos en este aspecto y le decimos que las luces se encienden y se apagan. Le explicamos que al encenderse es como cuando se hace de día y le indicamos el momento en que se apagan, que es cuando hay oscuridad».

Su curiosidad no tiene límites y se afana en preguntar de qué colores son las luces. «Le indicamos a través de referencias. Unas son verdes como la hierba, otras azules como el mar, otras blancas como la sensación de tranquilidad, otras negras como las cosas malas... También le describimos cómo son los belenes: el paisaje, las figuras que hay, si se mueven o no, si hay río, animales...».

Pedro ya ha hecho la carta de los Reyes Magos, «la he escrito en braille y me he pedido un CD de música en otros idiomas y un libro con la traducción al español, también muñecos Playmobil, que me encantan y me paso horas jugando con ellos».

Cuando llega la noche de Reyes, este pequeño sevillano coloca sus zapatillas debajo del sillón. «Los Reyes son muy listos porque a mi me dejan los regalos abiertos y montados. Así, en cuanto me levanto, voy al salón y con solo tocarlos ya averiguo lo que es sin tener que esperar a que me lo digan mis padres o a que termine de desenvolverlos y abra la caja».

Estudia cuatro de Primaria y es muy buen estudiante. «Yo creo que me van a traer todo lo que me he pedido», dice muy convencido con una voy cargada de energía.

Diana Costas, 7 años: «Siempre encuentro mi regalo porque los Reyes Magos escriben Diana en braille»

Diana nació en Vigo hace siete años. De bebé no fijaba la vista. «Fuimos al médico y nos mandaron de una consulta a otra porque no daban con el diagnóstico –asegura su madre, Susana–. Tuvimos que ir a rehabilitación con estimulación visual y general porque tenía solo cinco meses y desconocíamos si el problema era solo visual, o también cerebral. Hoy tiene un reducido resto visual. Es capaz de percibir que hay claridad o un bulto grande delante de ella».

Este año Diana ya ha escrito la carta de los Reyes Magos. «Me he pedido siete cosas, pero lo que más me gusta es una muñeca de Frozen y un peluche de conejito», asegura timidamente. El día de Reyes, todos los paquetes en su casa tienen el nombre escrito en braille. «Me pongo muy nerviosa hasta que lo encuentro».

Confiesa que le encanta poner el árbol de Navidad y el Belén. Con sus manos palpa las ramas del árbol y va colocando adornos. «Cada cambia las bolas de posición», confiesa su madre riéndose.

De pequeña, Diana pensaba que todo el mundo era invidente, igual que ella, «pero desde los cinco años ya es consciente de que no tiene visión.

Su hermana es más pequeña y aún está asimiliando que Diana no ve. «Le dice a todo el mundo que su hermana es ciega –dice su madre–. Se quieren mucho. Juegan a la Oca en braille, con un balón sonoro, a las muñecas, al escondite..., pero también se enfadan, como los niños a esta edad».

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