Vistas del Hotel Atrio
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Las extravagancias de los clientes en los hoteles de lujo

Conserjes y relaciones públicas de los mejores hoteles descubren los caprichos de sus clientes

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Cuenta una leyenda madrileña que, en los años 40, cierto caballero del sur, muy conocido por sus extravagancias, decidió dar una fiesta para invitar a todos sus amigos. Sin amedrentarse, cerró una planta entera del hotel Palace y mandó traer camiones de arena; convocó a sus amigos con atuendo veraniego y reprodujo la playa de Chipiona en plena carrera de San Jerónimo.

Esta historia no quiere confirmarla nadie entre el personal más veterano del hotel, pero nos la contó alguien que estuvo allí. Y ese alguien también nos asegura que si las paredes del que fuera Hotel Felipe II en El Escorial hablaran, sabríamos los detalles de los saraos que protagonizaba una Ava Gardner desmelenada, bailando sobre la mesa del salón.

Los secretos de los conserjes, directores, relaciones públicas y demás personal de los establecimientos de lujo servirían para escribir miles y miles de páginas de la mejor crónica social. Todos saben hacer realidad cualquier sueño de sus clientes por caprichoso o excéntrico que sea. Sueños tenemos todos, pero hay algunos que rompen el molde.

Roberto Senigaglia (Hotel Cipriani de Venecia)

Es uno de los personajes más conocidos de Venecia. Si alguien puede conseguir cualquier cosa, no cabe duda de que ese es él; y si no, que se lo pregunten a George Clooney, protagonista de la última y más sonada boda del Cipriani. «¡Pero eso no fue nada! -asegura Roberto-. Una vez tuvimos que encargar 3.500 rosas rojas para cubrir las paredes de una suite y crear el escenario perfecto para una petición de mano. Se tardaron 34 horas en pegar uno a uno los pétalos de las flores en las paredes de la suite y para el techo se usaron redes de pesca. Por supuesto, la novia dijo sí».

¿Algún capricho no satisfecho? «Otro cliente nos pidió el mosaico original de un palacio veneciano para el cuarto de baño de su apartamento privado de Nueva York. Eso no se consiguió».

Jeanne Marchetti (Hôtel du Palais de Biarritz)

La directora de este distinguido establecimiento nos cuenta que, como destino, Biarritz no es un lugar tan excéntrico como otros y su clientela es más tranquila. Pero no puede dejar de recordar el día en que tuvieron que decorar una suite entera con flores blancas. Costó 5.000 euros. En otra ocasión hubo que desmontar la cristalera del comedor para exponer un coche en medio de las mesas. Para satisfacer la apetencia de un cliente muy especial, se buscó trufa blanca procedente de Italia para su plato de espaguetis. Más costó la compra en Asia de un vino francés de una añada muy especial, que ya no se encontraba en ningún lugar del país.

Pero la anécdota más singular es cuando una empresa americana cerró el hotel entero para recibir a sus 300 mejores clientes durante varios días. La última noche, los invitados, además del personal del hotel, encontraron en sus respectivas habitaciones un traje de la época de Napoleón III que tenían que ponerse. Los trajes habían sido alquilados en la Ópera de Paris y en Madrid, y fueron trasladados en camiones hasta Biarritz. Durante cinco días, diez costureras habían trabajado sin parar ajustando los trajes a las distintas tallas. «¡La soirée fue memorable! Increíble, como de película», dice.

Julio del hierro (HOTEL villamagna de Madrid)

Es uno de los profesionales que más tiempo ha permanecido entre las bambalinas del Villamagna, en Madrid. De botones a director general, pasando por todos tipo de cargos. Ahora, ya fuera del hotel, pero con la experiencia y el cariño que le han dado sus años en la casa, nos cuenta en qué consiste ese «saber hacer»: «No solo es el dinero, que por supuesto; lo que salva las situaciones es el equipo que está detrás, que sabe mover los resortes adecuados. El conocimiento, la imaginación, los contactos y la confianza son esenciales para ello. Y, sobre todo, la profesionalidad de todos, desde el portero hasta el servicio de habitaciones».

«Existe relaciones de amistad entre los responsables de los grandes hoteles -explica- y basta una llamada desde el George V para que aquí les consigamos entradas para la feria de San Isidro en el tendido 7 y en la fila 4, por ejemplo. Ellos, por su lado, nos mandaron agua ‘‘Evian’’ en spray que solicitó una clienta. Si eso no funciona, entra en juego el arte y la imaginación».

Así, cuentan que en una ocasión una clienta llevó al Villamagna una planta carnívora y que para poder alimentarla pidió una cajita llena de moscas. Por supuesto, el hotel se las consiguió. El presidente de una compañía muy importante quería entradas para el concierto de Plácido Domingo un 5 de enero. Todas las localidades estaban agotadas, pero el conserje obró el milagro: «El huésped y sus acompañantes tuvieron sus entradas. De pie, pero dentro del coro y vestidos con las túnicas. Vivieron una experiencia única e inolvidable».

En otra ocasión, un cliente pidió un tablao flamenco a las tres de la mañana. «Y el equipo no solo lo consiguió, sino que en apenas una hora tenía el tablao montado con todo listo para la llegada del cliente».

Pedro Flores Seabra (Hotel George V de parís )

Nieto del empresario portugués Joao Flores, estudió hostelería en Les Roches de Marbella e hizo sus prácticas en los Hoteles Arts de BCN, George V Four Seassons de Paris, Amanjena de Marrakech o en Le Melezin de Aman Resorts, en la localidad francesa de Courchevel. Ahora lleva un restaurante familiar en Lisboa.

Durante sus prácticas pasó, como debe de ser, por todos los servicios, desde maletero o servicio de habitaciones hasta conserje, por lo que cuenta, divertido, sus experiencias: «En el George V, donde empecé como maletero, había un cliente francés que venía a París una vez al mes y teníamos que montarle su propia decoración a medida, que guardábamos luego en un almacén. Tenía un cocodrilo disecado para la entrada, en cuya boca metíamos los diarios del día; también, sus jarrones, sus almohadones e incluso su ropa que debíamos de colgar en el armario siempre en un orden determinado. También había un príncipe árabe que, cuando venía, se traía veinte maletas llenas de naranjas para zumos y para adornar la suite», recuerda.

«En Courchevel, por otra parte, venía una pareja con su perro, al que teníamos que subir todos los días un room service diferente: pollo con ensalada, macarrones con tomate... Tuvimos que crear una facturación especial para la comida del perro».

Westin Palace de Madrid

Es otro de los hoteles con mas historias en sus cien años de vida. Las mejores, sin duda cuando Lorca, Dalí y Buñuel frecuentaban su bar en sus tiempos de la Residencia de Estudiantes. Se gastaban todo lo que llevaban encima y casi siempre tenían que escribir a un amigo para que les mandará dinero para comprar los billetes de tren que tenían que devolverles a sus casas. Salvador Dalí, que se alojaba con frecuencia en el hotel, decoró una de las habitaciones con un gran dibujo, que una camarera inmediatamente borró. También llegó a utilizar los salones como estudios donde sus modelos actuaban de pinceles vivos.

En el Palace tampoco olvidan que Michael Jackson ordenó montar una pista de baile en su propia habitación, ni a un cliente chino que quiso llevarse una corrida de toros a su país natal. El conserje le facilitó los contactos para hacerlo.

Hotel Atrio de cáceres

Uno de sus clientes habituales siempre reserva la suite con dos dormitorios independientes: uno para él y su pareja y el otro, para sus dos perritos.

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