Salimos de vacaciones como si fuéramos los Alcántara

Este profesor de Historia de la Universidad Complutense explica cómo ha interiorizado la manera de veranear de los españoles

Petrovici, miembro de la Fundación Institucional Española y director de cursos sobre la Monarquía y la Corona, posa junto a su hermana María ABC

Zorann Petrovici

Decía un profesor de Etnología que nunca aprendemos tanto de una cultura como en los primeros momentos de contacto con ella, ya que nuestra capacidad de sorprendernos y estar alerta ante lo novedoso se va atenuando conforme vamos habituándonos al nuevo medio en que vivimos. De esta manera, si tuviera que exponer mi concepción del veraneo español desde la óptica de un extranjero, tendría que hacerlo remontándome a las impresiones que formé recién llegado de Rumanía, ya que dieciséis años de convivencia con la realidad española, que coinciden además con la adolescencia y la juventud, me impiden tener hoy una visión desde el exterior acerca de la vida y las costumbres de este país.

Pues bien, junto a la riquísima diversidad del veraneo español -en los destinos, los formatos, las propuestas, constantemente innovadas-, lo primero que llamó mi atención fue el lugar que ocupan las vacaciones veraniegas en la vida española, el hecho de que la gente tenga profundamente interiorizado el veraneo, que ha pasado a formar parte de su universo cultural. Así, con los primeros signos de calor , todo el mundo tiene destino elegido y, si no, se pondrá a buscarlo a la tercera ocasión en que le interroguen por el asunto, ya que se concibe con extrañeza que alguien decida sufrir en su casa los rigores del calor estival. Cierto es que siempre podrá refrescarse en alguna de las innumerables piscinas -públicas y privadas- que pueblan el país. ¡Incluso se ha convertido en una denominación -los Rodríguez- para quienes no han tenido más remedio que quedarse en casa mientras los suyos están de vacaciones! Eso sí, solo hasta que les llegue su turno. Porque esta especie de deporte nacional ha alcanzado los lugares de trabajo, en que los compañeros se organizan para alternar sus periodos de vacaciones, en función de los planes de cada uno.

Lo que conduce a una coordinación espontánea de los flujos de turistas, ocasionando las imágenes de retenciones kilométricas , que ahora comprendo perfectamente, pero que en esos primeros momentos me llamaban terriblemente la atención, extrañándome de que, siendo conscientes los viajeros de lo que les espera, no trataran de descongestionar aquello, diversificando las fechas de viaje.

Haciendo honor a las palabras con que Ramón Tamames me definió -el rumano más español desde tiempos de Trajano-, en mi casa hemos ido interiorizando también esta parte del ser español, hasta el punto de que, cuando nos preparamos para pasar alguna tarde en las Lagunas de Ruidera -que por su proximidad y la belleza de su entorno suelen estar presentes en nuestros veranos- mi madre no deja de encontrarnos igualitos a los Alcántara , en el capítulo en que la familia marcha por vez primera a la playa, cargada con todo tipo de enseres.

Eso sí, viniendo de un entorno más fresco y montañoso, y a pesar de disfrutar también en el sur, mi predilección ha sido siempre para las regiones del norte, con sus acantilados y aguas embravecidas , junto a la costa brava, con especial mención a Calella de Palafrugell , que me descubrió un buen amigo catalán.

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