El verano de mi vida

Juan Avellaneda: «Viajar a Japón fue cumplir mi sueño desde niño»

El diseñador lo recuerda como «una experiencia espectacular», sobre todo por el contraste entre lo moderno y tradicional

Juan Avellaneda, durante su viaje por el país del sol naciente ABC
Angie Calero

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Para Juan Avellaneda el verano de su vida, el que nunca olvidará, fue cuando viajó a Japón. Fue el año en que cumplió 5 años de relación con su pareja y, sabiendo que su sueño desde niño era viajar al país nipón, le regaló el viaje para celebrar su aniversario. «La idea era combinar el Japón antiguo con el Japón moderno», cuenta Avellaneda. Por eso, la primera parte del viaje la dedicaron a conocer Tokio: «Nos alojamos en el Amán, que para mí es el mejor hotel en el que he estado porque te daba la sensación de que te encontrabas en una especie de Blade Runner. La habitación era muy moderna y con algún toque antiguo y era toda de cristal, desde cualquier punto veías la ciudad. Era increíble ver Tokio por la noche, llena de oscuridad y puntos rojos».

El contraste con esta ciudad tan futurista llegó cuando días después se subieron a un tren bala para conocer la ciudad de Kioto. De camino, se apearon en un «pueblecito» que hay en dirección la que fuera capital imperial en el pasado, porque Avellaneda siempre había querido dormir en un ryokan, que es un tipo de alojamiento tradicional japonés. En ese mismo lugar, que Avellaneda es «incapaz» de recordar el nombre, también había unos célebres baños públicos y él estaba muy emocionado con la experiencia de probarlos. «Recuerdo entrar en ese lugar y flipar, porque era todo lo contrario a la forma que tenemos de bañarnos en España. Pensaba que primero te metías en la piscina de agua termal que había, luego te enjabonabas, te limpiabas y te ibas. Pero no, ¡era todo lo contrario! Los encargados de los baños me echaron un montón de veces la bronca, me dijeron que así no lo podía hacer... Además me hablaban en japonés, porque era un pueblo superpequeñito y nada turístico, y yo no entendía nada... Fue un show, al final todo el mundo fue encantador y se morían de la risa porque se dieron cuenta de que realmente no entendía nada y me ayudaron», recuerda Avellaneda.

Después de los baños, pudieron acercarse un poco más a la historia y cultura de las geishas. «Aunque me hacía mucha ilusión lo del ryokan, descubrí que dormir en el suelo y en una habitación mínima no era para mí», apunta, al tiempo que añade: «Prefiero el ‘‘más es más’’ que tanto minimalismo».

Para Avellaneda, «la experiencia de aquel viaje fue increíble». «Comimos en sitios supertradicionales. Íbamos a la aventura y nos arriesgábamos porque nadie hablaba inglés. Era alucinante». De todo su periplo, se queda también con todo lo que vio en Kioto: «Fue espectacular. Los colores, la tradición, la contraposición entre lo moderno y lo nuevo , los templos, la cultura... todo fue alucinante. Sin duda fue el verano y el viaje de mi vida».

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