Aron Gunnarsson y su novia culturista
Aron Gunnarsson y su novia culturista - Instagram

Islandia, el nuevo hombre vikingo

Además de dar frescura al fútbol, el equipo reivindica la rudeza en la figura del hombre

Madrid Actualizado: Guardar
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La selección de Islandia ha revolucionado la Eurocopa en lo futbolístico, pero también ha llamado la atención por otros asuntos. La celebración del equipo junto a su afición, por ejemplo, ya ha sido imitada por Gales. Ese batir rítmico de palmas, progresivo, el «slow clap hands» de los islandeses fue liderado por Aron Gunnarsson, un futbolista que empezó de balonmanista y que, con sus larguísimos saques de banda, se ha convertido en una de las sensaciones del torneo.

Aron Gunnarsson juega en el Cardiff y es conocido también por su pareja, la islandesa Kristbjörg Jónasdóttir, una estrella nacional del fitness. Kris J, que así se hace llamar -facilitando la tarea- es competidora en el estilo «diva bikini»; es una WAG (novia o esposa de futbolista) aparentemente normal, es decir, hermosa, rubia y joven, hasta que se quita la ropa.

En ese momento aparece una musculatura considerable, muy superior a la de su pareja.

El juego y la energía de Gunnarsson han enamorado al público futbolero. También su aspecto. Luce una barba casi fluvial, con una gran profusión de tatuajes de clara simbología escandinava. En el pecho, si uno se fija -analíticamente, por descontado- verá que tiene un retablo nórdico: dos figuras que parecen ser Thor y Odín, con un drakar (el barco vikingo) y un horizonte boreal de fondo. Es decir, que cuando Gunnarsson realiza su ceremonia de aplausos está activando en su pecho una mitología vikinga.

Aaron Gunnarsson durante una rueda de prensa en Francia
Aaron Gunnarsson durante una rueda de prensa en Francia - AFP

Gunarsson y Kris tienen un niño y una relación consolidada, que se selló en uno de los estadios de la Eurocopa con un beso que en algo (ay) evocaba el de Iker y Sara. En su abrazo -en su amor- está presente Thor: él lleva tatuado su martillo, ella su trueno en el abdomen. Kris J sigue compitiendo y además es dueña de una marca de crema bronceadora llamada «Moreno Brasileño». Es una costumbre del mundo culturista untársela, aunque contraste mucho con la palidez recalcitrante del futbolista.

Sin camiseta, ella luce un vientre agresivo -quizás sea la primera persona embarazada con six-pack-, y él tiene un aspecto feroz con sus tatuajes, pero al posar juntos, vestidos, con sus tejanos ella, con sus camisas de leñador él, son una pareja de una rubiez cándida y escandinava.

Esa ambivalencia es otro de los rasgos de los jugadores islandeses. Otra de sus sensaciones es Birkir Bjarnason, considerado uno de los futbolistas más atractivos del torneo y al que apoderan Thor por su melena rubia de deidad vikinga. En algunos de sus lances, Bjarnason recuerda a Ragnar Lodbrok, pero luego su imagen da la vuelta en Instagram: gafas de lector ensimismado, miradas de vulnerabilidad en los selfis, su madre, sus sobrinos, un rostro aniñado…

El «lumbersexual» ya existía

Hace un par de años llegó a la prensa la expresión «lumbersexual». Era una de esas categorías estéticas para definir lo posterior al callejón sin salida de la metrosexualidad. Hombres barbudos y sin depilar, con tatuajes, más o menos masculinos, con una propensión estética a lo forestal, al leñador… Parecía una categoría publicitaria, pero la cosa caló en España y ahora se percibe en las barbas -ya sin excusa intelectual- y en la costumbre de los tatuajes -los tatuajes han descendido del bíceps al antebrazo-. Los últimos looks de Sergio Ramos de alguna forma rozan lo lumbersexual (¿o es la influencia hard rock de Pilar Rubio en su «lolailo style» hegemónico?). Es una lumbersexualidad mediterranizada, adulterada.

Lo cierto es que lo lumbersexual existía y nos llega de forma natural con la selección de Islandia. Una masculinidad novedosa, que supera al hípster (amortizado), y recoge algo rudo, físico, los códigos del tatuaje -Gunnarsson lleva su código postal tatuado, como esperando un franqueo nostálgico-, las barbas, las melenas -recordemos aquí la sensación lumbersexual del noruego Lasse Matberg, que acomplejó un poco al hombre moreno, o a los Hemsworth, con su rubicundez australiana-. Esa rotunda vena vikinga tiene después el reverso de la sensibilidad, del desvalimiento, de la WAG musculosa -el valor indudable del hombre en brazos de la mujer forzuda-, y de todas las formas de solidaridad comunitaria y sensibilidad social.

Los islandeses no sólo traen un fútbol nuevo, refrescante y simple, sino que reivindican también, con el punto justo de estilización, al hombre vikingo.

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