El día en que Cristina Onassis pudo ser marquesa de Griñón

Con motivo del 25 aniversario de la muerte de la heredera, Carlos Falcó hablaba para ABC sobre su entrañable amistad con Onassis: «Me dijo que yo era el único al que no le importaba su dinero»

Cristina Onassis visitó el parque de animales ubicado en la finca «El Rincón», propiedad de Carlos Falcó Archivo ABC / Vídeo: Muere el Marqués de Griñón a los 83 años con coronavirus

Martín Bianchi

«Papá, me he enamorado de un español», dijo Cristina Onassis. La heredera griega no tuvo el valor de realizar su confesión cara a cara, así que la hizo por teléfono. A las pocas horas, su padre, Aristóteles Onassis , el hombre más poderoso del mundo, aterrizó en Madrid para conocer al pretendiente de su única hija. «Ari, que hablaba perfectamente español, me preguntó cuáles eran mis intenciones con Cristina, y yo le respondí que no tenía ninguna», recordaba Carlos Falcó a ABC en 2013. En aquel entonces él tenía 30 y ya estaba divorciado de Jeannine Girod ; ella apenas tenía 20 y todavía no había saboreado la amargura del desamor. «Ese fue el comienzo de nuestra amistad. Tenía mucha confianza en mí», dijo el marqués de Griñón, al que muchos señalaban como «el único y gran amor» de Cristina.

La joven Onassis, que falleció el 19 de noviembre de 1988 a la edad de 37 años, conoció a Falcó durante una cacería en los Montes de Toledo en la que se encontraban varios miembros de los Niarchos y los Onassis, los dos grandes clanes de la industria naviera griega. Cristina, que estaba acompañada por su madre, Athina Livanos, no podía apartar su mirada de Griñón. «Yo sabía que ella estaba enamorada de mí , pero no era un amor correspondido. Nunca se lo dije, pero ella entendió que no podíamos estar juntos. En cambio, fuimos grandes amigos e hicimos muchos viajes, a Los Ángeles, St. Moritz y Londres. La prensa siempre la retrató como una chica triste, pero en las distancias cortas era encantadora y tenía mucho sentido del humor. Pese a que recibió una educación internacional, era muy griega, muy cálida», reveló Falcó, quien tras su ruptura con Girod disfrutó de una década de soltería antes de casarse con su segunda mujer, Isabel Preysler .

Unos meses después de que el marqués explicara a Ari Onassis que no tenía ninguna intención con su hija, Cristina se casó con su primer marido, el americano Joseph Bolker . Luego vendrían otros tres –el griego Alexandros Andreadis, el ruso Sergei Kauzov y el francés Thierry Roussel- y una larga lista de romances mal avenidos.

«Cristina era un alma perdida, se sentía abrumada por su espantoso padre y manipulada por toda su familia», decía a ABC la baronesa Fiona Thyssen-Bornemisza, que fue novia de Alexander, el hermano de la millonaria griega. «Cuando Cristina se iba a divorciar de su primer marido, Joseph Bolker, Alexander y yo descubrimos que Ari Onassis había contratado a un abogado de California para destruir a Bolker. Un día que Cristina vino a tomar el té aproveché para preguntarle: ‘‘¿Quieres divorciarte?’’. Ella me respondió: ‘‘Absolutamente, pero sé que mi padre se va a entrometer y va a convertir todo ésto en un circo mediático’’. Entonces le di un consejo: ‘‘Divórciate sin decir nada a tu padre. Divórciate mañana mismo’’. Y así lo hizo. Creo que fue la única vez que tuvo una separación silenciosa y digna, sin las amenazas de Ari», añadía Fiona, quien estuvo casada con «Heini» Thyssen entre 1956 y 1965, veinte años antes de que el barón desposara a Carmen Cervera.

Víctima de un padre

Según la baronesa Thyssen, Aristóteles estaba «obsesionado con el dinero», e inculcó esa «manía» a Cristina. «La convenció de que todos los hombres que se acercaban a ella lo hacían por su fortuna», reconoce la aristócrata. El marqués de Griñón también sostenía esta teoría. «Cristina pensaba que solo la querían por su dinero. Tenía un complejo de inferioridad y una falta de confianza en sí misma terribles. Un día llegó a decirme: ‘‘Todo el mundo que me rodea es muy interesado’’. Entonces le dije: ‘‘No, no todo el mundo, solo la gente que te rodea a ti. Deberías cambiar de amigos’’. Pero nunca me hizo caso», se lamentaba Griñón. «A mí nunca me interesó su dinero, ni el de ella ni el de nadie. Y ella lo sabía. Un día me dijo: ‘‘Tú eres la única persona a la que no le importa mi dinero’’».

Las horas más bajas de Cristina llegaron con la inesperada muerte de su hermano Alexander , en 1973. En solo 24 meses perdió a toda su familia: su madre, atormentada por el trágico final de Alexander, se suicidó en octubre de 1974, y Aristóteles falleció de una miastenia gravis en marzo de 1975, dejando a su hija una fortuna estimada en más de mil millones de euros. «Se sentía solísima. Vino a España y pasó una semanas conmigo en mi finca de Malpica del Tajo. Paseamos por el campo, leímos libros juntos y charlamos hasta la madrugada. Ella necesitaba estar lejos de la jet-set, y aquí encontró la paz que buscaba», rememoraba el marqués.

Durante sus estancias en España la prensa rosa intentó relacionarla con otros españoles, como el empresario de la construcción Ricardo Pérez Oviedo. «No sé quién es ese hombre, pero jamás estuvo vinculado sentimentalmente con Cristina», aclaraba la socialité argentina Marina Dodero , la confidente que encontró a Onassis muerta en una bañera. «Marina me confesó que Carlos Falcó fue el único hombre que se portó bien con Cristina. Ella se moría por Carlos, y él fue el único que le dijo la verdad, que no la amaba», afirmaba Cristina Thomas de Carranza, buena amiga de Griñón.

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