Casablancas dominó el mundo de las modelos en los 80 y 90
Casablancas dominó el mundo de las modelos en los 80 y 90 - ABC

Casablancas, el hombre que amaba a las supermodelos

Esta semana se ha estrenado en Francia un documental sobre la agitada vida del fundador de Elite Models

MADRID Actualizado: Guardar
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Cindy Crawford, Linda Evangelista, Naomi Campbell, Iman, Claudia Schiffer, Kate Moss o Gisele Bündchen son el producto de la aguda visión y la brillante mente comercial de John Casablancas, cuya figura se desentraña en la cinta documental «Casablancas: el hombre que amaba a las mujeres», de Hubert Woroniecki. Algunas de las modelos más importantes de todos los tiempos saltaron a la fama en sus manos. El creador del fenómeno de las supermodels comenzó su andadura allá por 1971.

« Yo era un absoluto desconocido, un intruso en el sector, joven, heterosexual, sin un duro… un don nadie. Llegué a la profesión de un modo inesperado», contó en su día. La filmación incluye vídeos y fotografías significativas, narrados con la voz en off del empresario, que, a sabiendas de que le quedaban seis meses de vida, quiso dar a conocer su historia antes de su fallecimiento, en 2013.

Casablancas, de familia francesa, aunque nacido en Nueva York, tenía un ojo clínico privilegiado para detectar la belleza, una belleza a veces muy singular y racial. «Nací en Nueva York, pero soy un francés con alma catalana», solía decir. Seleccionando modelos con potencial en cualquier lugar, completaba más tarde la faena creándoles una historia y una imagen peculiar, otorgándoles un halo de divas y subiendo sus cachés como si se tratase de modelos consagradas. Durante los años 70 y 80, coronó a las primeras top models, Christie Brinkley e Imán. Su afición a las fiestas, a las discotecas y a las noches locas le creó una dudosa reputación.

Casablancas se convirtió en uno de los hombres más envidiados de la industria, rozando la ilegalidad: «Con Stephanie Seymour estuve cuando ella tenía 16 años y yo 42, y ahí empezaron los problemas». Empedernido playboy y agudo hombre de negocios, destronó a Eileen Ford -de la agencia Ford Models- de su trono en el mundo de la creación de nuevas modelos famosas. Eileen seguía procedimientos opuestos a los de Casablancas: prácticamente adoptaba a las modelos, educándolas, alimentándolas y preparando su forma física en su propia casa, donde las tenía controladas. John, en cambio, se llevaba a las modelos de fiesta, a bailar encima de las mesas hasta altas horas de la madrugada en las discotecas de moda, favoreciendo la aparición de todo tipo de adicciones en sus elegidas. Ya septuagenaria, Eileen Ford llegó a denunciar a Casablancas por varios motivos, aunque la razón subyacente detrás de todo ello era la venganza por haberla destronado de su monopolio mundial.

«Tenía que manejar el súper ego de mis divas», confiesa la voz en off de Casablancas en la película. Pero en el fondo, él mismo era el verdadero culpable del ego de sus modelos, por haberlas conducido a un ritmo de vida llena de excesos, lujos y halagos. Su teoría era que convirtiéndolas en verdaderas divas podrían cobrar más caché: «Si no puedes vender algo a cinco dólares, sube el precio a diez y ya verás», comentaba con sorna.

Testamento visual

Antes de su muerte en 2013, Casablancas aceptó la idea del director de cine Hubert Woroniecki de contar su historia, uno de los capítulos más glamurosos -y quizás también más decadentes- de la moda de todos los tiempos. Woroniecki, polaco graduado en la escuela de cine de Lodz, había trabajado con el empresario durante años como modelo, para acabar volviendo a su profesión inicial, filmando para Elite Models. Les unían lazos profesionales y de amistad. Tras decenas de ofertas cinematográficas para contar su vida, Casablancas confío en su amigo para asegurarse un testimonio casi testamentario que no le dejara en mal lugar. El filme «Casablancas: el hombre que amaba a las mujeres» está elaborada con filmaciones y fotografías personales de su protagonista, todo dominado por su propia voz en off, que narra su vida con toda naturalidad. «Dios mío, qué bien me lo he pasado», afirma en el documental.

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