Carmen Balcells en una foto de archivo
Carmen Balcells en una foto de archivo - EFE

Carmen Balcells, la gran Celestina de los escritores

Presentó a González-Sinde y López de Lamadrid y medió para que el matrimonio de Mario Vargas Llosa y Patricia Llosa no se rompiera

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Bajo sus firmes directrices crecieron como grandes figuras literarias, pero sobre todo como personas. Carmen Balcells, cuya muerte se conoció el pasado lunes, supo a la perfección cómo conceder a los escritores ese remanso de paz y tranquilidad que requieren para ser profesionalmente fértiles. No sólo actuó como defensora de los derechos de los literatos frente a las garras de las editoriales, sino que además ejerció de «la Mamá Grande», como acertadamente la bautizó Gabriel García Márquez.

Balcells les proporcionaba todo cuanto necesitaban; desde los folios al colegio de sus hijos. A Ana María Matute le adelantó un préstamo para que pudiera comprarse un piso, a Vázquez Montalbán le procuró el más exigente cuidado de su casa en Valladolid e incluso se ocupó de las luces de su piscina, a Mario Vargas Llosa

le ofreció 500 dólares mensuales de su bolsillo para que dejase de impartir clases en el King’s College de Londres y se dedicase en exclusiva a escribir y a acabar una novela, que sería «Conversación en la Catedral».

Celestina improvisada

Nada era demasiado si la felicidad de sus escritores estaba en juego. Su sombra era tan alargada que incluso llegó a inmiscuirse en los menesteres amorosos. «Aprobaba o fulminaba los amoríos pecaminosos, asistía a los partos, consolaba a los cónyuges e indemnizaba a las amantes», recordaba Vargas Llosa de su etapa en Barcelona, donde vivió cinco años. La «superagente» literaria acabó convirtiéndose en una Celestina improvisada que sabía quién podía encajar con quién y en qué momento.

El primer encuentro entre Ángeles González-Sinde y su ahora novio, Claudio López de Lamadrid, no fue fortuito. Ella se encontraba escribiendo «El primer hijo» y Carmen organizó un encuentro con el entonces director de la división literaria de Penguin Random House. Enseguida saltó la chispa. «Carmen le presentó a López de Lamadrid y él le echó una mano con su libro. Entre borrador y borrador, se enamoraron», dicen en el entorno de la pareja.

El adinerado aristócrata, uno de los hombres más poderosos de las letras nacionales, es el hijo mayor del marqués de Lamadrid y le persigue una fama de conquistador indómito en el mundo de las editoriales. Sin embargo, a diferencia de otras ocasiones, en las que el editor desplegaba sus encantos y era él quien elegía a su presa, en esta ocasión fue a la inversa, según cuentan algunos de sus compañeros: «Fue Ángeles la que se fijó en él y decidió dedicarle su tiempo libre, y por una vez Claudio pasó de cazador a cazado»,

Balcells también intercedió entre Daniel Vázquez Sallés, escritor e hijo de Vázquez Montalbán, y una exempleada suya. Los presentó en 2003 y se casaron en 2008.

Consultora sentimental

«Mamá Grande» no sólo ha propiciado matrimonios, sino que ha impedido la ruptura de los que estaban ya consolidados. Cuando la relación entre Vargas Llosa y Patricia hacía agua, la agente medió para que su amor no se resquebrajase. Al fin y al cabo, Patricia era la resolutiva gobernanta del Nobel, el pilar que sustentaba su hogar y concedía a Mario estabilidad para dedicarse de pleno a la escritura.

Carmen Balcells conocía a los escritores como la palma de su mano. Sabía cómo conseguir que fueran felices, y por ello no tuvo ningún reparo en dar la bendición al matrimonio entre Camilo José Cela y Marina Castaño, al que muchos se oponían. El premio Nobel y la periodista se casaron por lo civil en 1991 en una sigilosa y secreta celebración que se desarrolló en la finca de El Espinar (Guadalajara), con asistencia de unas 50 personas y en la que no hubo cámaras de fotos, por expreso deseo de los novios. Actuaron de testigos José Luis Cela, hermano del novio y único miembro presente por parte de su familia, y Carmen Balcells, editora del escritor.

Con el mismo mimo trató al barón Thyssen. Fue la primera en proponerle que escribiera sus memorias y ella misma censuró varias versiones, escritas por los «negros literarios» a los que contrataron, para que en ningún caso Carmen Cervera saliera malparada. Balcells blindaba a sus protegidos. Sabía bien cómo defenderlos independientemente de la magnitud de la adversidad. Con ella, nada quedaba al azar.

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