Un edificio en la Avenida Foch en el que Mobutu Sese Seko tenía un lujoso piso
Un edificio en la Avenida Foch en el que Mobutu Sese Seko tenía un lujoso piso - AFP

Así es la Avenida Foch, el barrio donde vivirá Wert en París

El ex ministro de educación y cultura se instalará en la capital francesa como nuevo embajador de España en la OCDE

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El Consejo de Ministros acordó el pasado 31 de julio designar a José Ignacio Wert, exministro de Educación, Cultura y Deporte, como embajador jefe de la Delegación Permanente de España ante la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) con sede en París. El cargo tiene muchas ventajas y beneficios, como por ejemplo, disfrutar de una magnífica residencia en el número 41 de la Avenida Foch en la capital francesa.

La actual Avenida Foch tiene el más profundo pedigrí español desde su apertura, en 1854, cuando se llamó Avenida de la Emperatriz, en honor de Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, emperatriz de Francia.

Aquella primera Avenida de la Emperatriz formaba parte de los históricos trabajos del barón Haussmann, el hombre que se inventó el París moderno, bajo la tutela política de Napoleón III y la Emperatriz Eugenia.

Prolongación «natural» de la plaza de la Estrella, donde el Arco del Triunfo fue construido a mayor gloria de las victorias militares imperiales de Napoleón, los 1.300 metros de la Avenida de la Emperatriz estuvieron ocupados por palacetes propiedad de la aristocracia de nuevo cuño de la época, bonapartista y muy «new money», enriquecida con las grandes operaciones urbanísticas contadas por Balzac.

La Emperatriz Eugenia comenzó por «quejarse» a Haussmann. A su juicio, una avenida imperial debía ser mucho más ancha. El gran prefecto y arquitecto urbano amplió sobre la marcha la avenida, confirmándole las proporciones que han perdurado, desde entonces.

Aquella primera avenida duró medio siglo, hasta el estallido de la guerra de 1914 - 19. Tras la caída política de Napoleón III, los nuevos gobernantes decidieron cambiar el nombre. La primera Avenida de la Emperatriz pasó a llamarse Avenida del Bois de Boulogne, Avenida del Bois… con ese nombre fue inmortalizada por Marcel Proust. Entre 1875 y 1914, la antigua Avenida de la Emperatriz se transformó en un espacio de «exposición mundana».

Las señoras elegantes y las «profesionales» de la más alta alcurnia mundana se dejaban admirar, a pie, a caballo o en coche de caballos, saludadas respetuosamente por unos caballeros muy encopetados. Lartigue todavía pudo inmortalizar fotográficamente la belleza majestuosa de las señoras de principios del siglo XX, paseando, altivas, en compañía de sus esposos, amantes o perros afganos.

Cambio tras las guerras

Tras la Primera Guerra mundial, la antigua Avenida de la Emperatriz volvió a cambiar de nombre, para llamarse, desde 1929, Avenida Foch, en recuerdo del mariscal Ferdinand Foch, Generalísimo de la Gran guerra, la Primera guerra mundial.

Siguieron años y tiempos confusos. La Gestapo instaló en la nueva Avenida Foch una de sus «residencias», muy próxima al Hotel Rafael, frente al antiguo Hotel Majestic, que fue residencia oficial de Isabel II, en el destierro. La huella de la Gestapo alejó para siempre a una cierta aristocracia, poco sensible a esa «evolución» de una avenida que tuvo otros días de gloria.

Tras la Segunda Guerra mundial, la antigua Avenida de la Emperatriz perdió definitivamente su legendario aura aristocrático. Muchos edificios fueron destruidos y/o reconstruidos, con la llegada de una nueva élite económica, diplomática y cosmopolita. En la nueva y últims Avenida Foch comenzaron a instalarse déspotas africanos, inversores de muy diversa procedencia.

En 1984, un legendario editor y productor de cine, Gérard Lebovici, fue asesinado a tiros a la salida de un parking de la Avenida Foch. La antigua Avenida de la Emperatriz había cambiado de naturaleza.

En la Avenida de la Emperatriz, la Avenida del Bois y la primera Avenida Foch podían vivir Rubinstein, Marcel Pagnol o los Rothschild. A partir de los años 60 y 70 del siglo XX, por la misma avenida comenzaron a «aparecer» personajes como Teodorin Obiang Mangué, seguidos de una larguísima relación de prófugos sudamericanos, dictadores africanos y multimillonarios musulmanes, con negocios de muy oscura naturaleza.

Con ellos llegaron las discretísimas pero bien reales prostitutas que hoy «atienden» las «necesidades» y «servicios» de una clientela de nuevo cuño. La primera Avenida de la Emperatriz había cambiado definitivamente de naturaleza. Ida la antigua aristocracia, los restos de la más alta burguesía están hoy obligados a «cohabitar» con clientelas tan cosmopolitas como «variopintas».

La más moderna Avenida Foch tienen el encanto y el confort de lo moderno. Una gran señora que se paseaba por la Avenida de la Emperatriz y la Avenida del Bois iba a caballo o en coche de caballos y vivía en palacete propios. Los millonarios, diplomáticos y funcionarios de hoy que viven en los pisos altos tienen vistas que dan sobre los paisajes de rascacielos del oeste de la capital. A lo largo del día, pasear al perro de la casa o hacer jogging permite cruzarse con el personal del servicio. Cuando cae la noche, señoritas de buen ver se dejan abordar con cierta discreción, al precio alto del amor tarifado. Los choferes de los coches oficiales aguardan en las esquinas que sus patronos dejen las recepciones donde se celebran una vida no siempre oficial entre gente de muy diversos mundos.

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