Jacobo Espina Conde haciendo uno de sus bailes
Jacobo Espina Conde haciendo uno de sus bailes - ABC

Vladimir Fidel Ernesto a su pesar

La socialista Rosa Conde bautizó a su primer hijo deacuerdo con sus ideas. No le salió líder sino documentalista. El otro, Jacobo, es bailarín

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Para T .S. Eliot era menos difícil bautizar niños que gatos, acaso porque nombrar mininos es un acto poético, mientras que ante un vástago, los padres se convierten en poetas de la experiencia... Pero como en toda creación, se corre el peligro de que la obra de arte de tres kilitos sea argumento viviente del ripio parental de por vida. Así, hay padres anarquistas que encierran a sus criaturas en una cárcel llamada Bakunin, ufanos de sus raíces mayas que bautizan a sus primogénitas como Itzamara y artistas frustrados que se decantan por Giacometti. Lectores compulsivos, que les hacen cargar con un Frodo (si su hijo nace en Sinaloa (Mexico) sepa que está prohibido llamarle Harry Potter) e incluso cinéfilos que se vienen arriba cristianándoles como Ciudadano Kane.

Sería curioso saber si a día de hoy, existe un ser vivo que responda a Kalashnikov, y a quien en la intimidad apoden «AK (47)»

Dos nombres, dos destinos

De lo que no cabe duda es que el nombre propio, «given name» en inglés o «prénom» en francés, marca una impronta. Dirá mucho de nuestros padres y de nosotros, tanto, que delatará gustos culturales, clase social y en algunos países tendrá un papel no desdeñable en sus expectativas de futuro. ¿Será por eso que los dos hijos de Rosa Conde, la ex ministra portavoz del Gobierno del PSOE (actualmente, vocal asesora del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales) y el ex secretario general de Empleo y Relaciones Laborales, Álvaro Espina, han tomado derroteros laborales tan diferentes? El mayor de los Espina, tras más de cuatro décadas resistiendo sobre sus espaldas un DNI con tres antropónimos encadenados: Vladimir Ernesto Fidel (por Lenin, el Che y Castro, respectivamente), a día de hoy es Responsable de la Discoteca Corporativa de PRISA Radio. Aunque una crónica de 1993 firmada por Jaime Campmany en este mismo diario aseguraba que tuvo flirteos rockeros en el grupo Black Moon River, en la actualidad sólo tenemos noticia de que ha cambiado la Fender por la Nikon convirtiéndose en un excelente fotógrafo con el alma puesta en cada instantánea, en un intento de sublimar el momento. En cambio, el benjamín, registrado con el nombre castellanizado del personaje de «Otelo», Yago, se ha convertido en un artista de primer orden que abarca distintas disciplinas. Aunque licenciado en Historia del Arte, Jacobo se decantó pronto por el baile y trabajó durante cuatro años en Zummanity, el primer espectáculo erótico del «Cirque du Soleil», donde bailaba con una serpiente pitón.

Consumado artista

Participó en la obra «Amores que matan» de Rafael Amargo, formó parte del elenco de «Pasión sin puñales» junto a Rossy de Palma y un nutrido equipo de cabaret, burlesque y números circenses, nos sorprendió con su danza ecuestre en el Teatro Circo Price y fue artista invitado en «The Hole». Todo ello sin olvidar que es un experto en danzas orientales que deleita a su público compitiendo con los derviches giróvagos bajo el apodo «Almukatab», en honor a un santo copto. Pero eso no es todo, también es un consumado domador de caballos.

Cabe preguntarse: ¿Hasta qué punto ha mediatizado el nombre a las trayectorias tan diferentes emprendidas por los dos hermanos Espina Conde? En un análisis somero, observamos que el mayor ha optado por una profesión más concentrada e introspectiva mientras que el pequeño se ha decantado por un oficio más exótico, pero... ¿De haber estado inscritos en el registro con los nombres alterados, el resultado hubiera sido distinto? Tal vez, el interés de nombrar a un hijo debería subordinarse al de quien es nombrado, en tanto que llega un día que la criatura crece y es deseable que pueda recitar la primera línea del DNI sin desazón. Neruda reflexionó mejor que nosotros: «¿Hay algo más tonto en la vida/ que llamarse Pablo Neruda?»

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