Los «Pilares de la Tierra» en Pelayos de la Presa

Los años de trabajo en el tercer monasterio de Madrid ya son visibles en el monumento

Vista general del Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias MAYA BALANYÀ
Sara Medialdea

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Es el tercer monasterio de Madrid, junto con El Escorial y El Paular. Lo compró un arquitecto madrileño por 12 millones de pesetas -72.000 euros- hace 44 años, y se pasó el resto de su vida peleando por que las ruinas que quedaban no se perdieran. La Comunidad de Madrid lleva desde 2004 trabajando en él, consolidando primero y rehabilitando más tarde, en función de la disponibilidad presupuestaria. El trabajo empieza a notarse en el monumento, que fue declarado Bién de Interés Cultural (BIC) en 1984.

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La intrahistoria de la resurrección de Santa María la Real comienza en 1974. El 6 de febrero, el arquitecto Mariano García Benito leía un ejemplar de ABC cuando reparó en un anuncio : «Sesenta kilómetros Madrid, vendo ruinas magnífico monasterio con 4.500 metros cuadrados terreno. También vendería con 60.000 metros cuadrados en total. Precio todo incluido, doce millones». Fue a verlo, y el impacto que le causó fue brutal : «Sentía algo así como la sacudida de un rayo», escribió. El 22 de marzo de ese mismo año ya tenía en su poder la escritura de propiedad del monasterio.

Expolio

Mariano dedicó el resto de su vida, hasta que murió en mayo de 2012, a recuperar esa joya cisterciense, que combina románico, gótico isabelino, renacimiento y barroco, y que cuando él llegó estaba cayéndose a pedazos, había sido objeto de expolio y no contaba con protección por su valor artístico. Sólo su tesón, constancia y tenacidad consiguieron que las administraciones se interesaran por este monumento único. Una tarea que, a su muerte, ha continuado su sobrina Ana Muñoz , presidenta de la Fundación que rige el monasterio.

Santa María la Real de Valdeiglesias, también conocida como Monasterio de Pelayos de la Presa, se remonta a la época de los reyes godos. Fue Alfonso VII, Rey de Castilla y León, quien otorgó a los monjes eremitas que habitaban en el Valle de las Iglesias -Valdeiglesias- el privilegio real para fundar el Monasterio, en 1150. Durante los siglos XII y XIII fue el alma de la vida en el valle. Y se mantuvo hasta que la desamortización de 1835 lo sumió primero en el abandono y después en el expolio: su sillería del coro, del siglo XVI, acabó en la Universidad de Madrid, y de ahí fue, por orden de Isabel II, a la Catedral de Murcia.

Ignacio Barceló de Torres , del Estudio BAB Arquitectos -premio nacional de restauración-, lleva dirigiendo esta restauración desde hace casi diez años, de la mano de la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid . Las primeras consolidaciones se realizaron en 2004 -«se comenzó interviniendo en lo que estaba a punto de colapsar»-, pero las obras mayores se iniciaron en 2010, hace ocho años.

Respeto absoluto

Ha habido intervenciones en el claustro, recomponiendo las nervaduras de las bóvedas con las piezas encontradas entre los escombros, que alcanzaban en algunas zonas del monasterio hasta dos metros de altura. «Con las que se encontraron -explica Barceló-; otras se las llevaron, para pavimentar».

El arco del claustro se cayó pero «afortunadamente quedaban fotos del mismo, y se pudo reconstruir», en este caso con fondos europeos Feder. Había sobre el primero un segundo claustro, del que «sólo queda un pórtico», recuperado y repuesto en su lugar. La segunda intervención se centró en la consolidación de las pilas del claustro, «que tuvieron que ser cosidas con varillas de fibra de vidrio». El criterio principal que se sigue es el respeto absoluto: «Que parezca que no hemos pasado por aquí».

El más importante

Si la Comunidad está involucrada en la recuperación del monasterio, no lo están menos los alcaldes de la zona. El de Pelayos de la Presa, Antonio Sin , intenta conseguir Fondos Feder para restaurar la gran cocina con chimenea, según el proyecto que el Gobierno regional le cedió. «Este es el monumento histórico más importante de la comarca, pero necesitamos ayuda», afirma. Junto a esta zona se encuentra el antiguo refectorio, «con un suelo precioso, que se está estropeando...» , se lamenta el arquitecto. Aún son visibles los bancos corridos y los agujeros de poste de las antiguas mesas.

El ábside ha sido una de las últimas intervenciones, «con un coste de casi medio millón de euros; es que aquí todo se hace a mano», indica Barceló. Allí está la «puerta de los muertos» , por donde se sacaba a los monjes fallecidos, «que estuvo cerrada desde el siglo XVI hasta 2014». El equipo de trabajo tiene perfectamente catalogadas gran número de piezas de piedra, «para que se puedan recuperar en el futuro».

La directora general de Patrimonio, Paloma Sobrini , explica que la Comunidad ha invertido «casi 1,2 millones de euros en este monasterio, y este año tiene presupuestados 400.000 euros». Está previsto comenzar a trabajar sobre la nave, a hora cubierta de vegetación y escombros. «Ya está en fase de contratación», apostilla el arquitecto.

El objetivo es «que la gente vaya y lo conozca», señala Sobrini. También apuntan desde la fundación la posibilidad de utilizarlo, en parte, como hospedería . Se hacen visitas guiadas, a través de la web de la fundación. Y Ana Muñoz recuerda: «La ilusión de mi tío era que se hicieran conciertos en la iglesia».

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