Cultura

Tras los pasos de Setaro

Ámigos de la Ópera de La Coruña rinde homenaje al empresario italiano que introdujo el género en Galicia. Su fascinante historia es la del emprendedor que desafió a las convenciones de una época

El barítono Borja Quiza, caracterizado como Setaro, en el espectáculo del pasado 30 de septiembre M. A. Fernández

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Corre el año 1768. Es diciembre en La Coruña, una ciudad levantada dentro de los muros de su guarnición militar, que también crecía extramuros fruto de la pujanza económica derivada del tráfico marítimo de los últimos años. Gracias a los privilegios reales otorgados por el monarca, la villa está exenta de abonar los impuestos eclesiásticos de la Iglesia. Sus poco más de 7.200 habitantes tienen una nueva atracción, levantada en unos terrenos militares adosados a la muralla a la altura de la Puerta Real. Es un teatro que, ese 5 de diciembre, ofrece la primera representación de un género nuevo: la ópera bufa, nacida unas décadas antes en Italia.

El espectáculo entusiasma y hace que se frote las manos su factótum: el empresario italiano Nicolà Setaro. De su iniciativa de importar la ópera a Galicia se cumplen ahora 250 años , un aniversario que Amigos de la Ópera de La Coruña conmemoró el pasado día 30 con un espectáculo basado en las principales arias, usos y costumbres de aquella lejana época.

¿Pero quién era Setaro? Nace hacia 1711 en Somma, una localidad al este de Nápoles. Comienza su carrera como cantante de ópera (en la cuerda de bajo) en su país, y se establece «en el área de Venecia antes de 1750», donde «colabora con los compositores que crean y configuran el género de la ópera bufa». Quien mejor le conoce es el musicólogo y periodista cultural Xoan M. Carreira, que desde hace cuarenta años investiga su figura. Su entrada en España se produce en 1750 de la mano del Marqués de la Mina, cuando este es nombrado Capitán General de Cataluña.

Llegada a España

Este militar, «que había participado en Nápoles en las guerras del Milanesado contra Francia, se trae a Setaro y su compañía para que representen en su teatro», detalla Carreira. Pero el cantante pronto se dio cuenta que el auténtico negocio estaba en ser el promotor de los espectáculos, el impresario al margen de los poderes públicos. En la España del s. XVIII, los teatros y los corrales de comedias eran una de las fuentes de ingresos de los hospitales de beneficencia. La irrupción de la iniciativa privada fue uno de los elementos de fricción entre tradición e innovación en los albores de la Ilustración borbónica.

Tras su éxito en Barcelona, parece ser que Setaro explora oportunidades en el extranjero —Carreira especula con San Petersburgo, el este de Francia o el sur de Alemania— y regresará a España en 1760 para recalar en Jerez de la Frontera y El Puerto de Santa María, donde ya ejerce de empresario, y su familia conforma buena parte de la compañía de ópera. Su aterrizaje en Galicia es en Santiago de Compostela en 1768, previo paso por Oporto a comienzos de esa década. En la capital gallega representa «El maestro de Capilla» de Auletta, gracias a un permiso municipal de agosto de ese año que le ampliaba la licencia de actividad hasta el Martes de Carnaval de 1769, según narra Carreira en un estudio suyo publicado en 1990, «El teatro de ópera en la Península Ibérica 1750-1775: Nicola Setaro».

Esta solicitud de prórroga de la actividad permite interpretar que el género gustaba a aquella Compostela pétrea, de curas y estudiantes. «La intención de Setaro era permanecer en Santiago con la pretensión de actuar el año de la inauguración de la fachada del Obradoiro, pero choca con los intereses del Cabildo». La ópera distrae a los universitarios, censuraban sus críticos, y aportaba una visión más fresca (incluso disoluta) de la vida, fuera de los férreos controles ideológicos de las convenciones religiosas instaladas en la sociedad.

La Coruña

Durante su etapa en Santiago, Setaro ya negocia con las autoridades coruñesas la construcción de un teatro extramuros, en la zona de Puerta Real, y obtiene el permiso municipal en mayo de 1768. Ese diciembre levanta el telón por vez primera. El flechazo con el público fue inmediato. «La Coruña era un lugar goloso para montar una empresa de entretenimiento sin tener que pagarle un porcentaje a la Iglesia», explica Carreira, «porque, en general, los productos del pecado como los teatros, el juego o la prostitución tenían que pagar un diezmo religioso para compensar la cuota de pecado que correspondía a la sociedad».

Los ingresos del empresario no se derivaban exclusivamente de las representaciones. «Dentro había sala de juegos, apuestas, bebida y comida», apunta , «y nada de eso pagaba impuestos». Por lo que la fortuna de Setaro creció, y cuando la autoridad militar ordena el derribo del edificio para ampliar el muelle en la primavera de 1769, el empresario se traslada a la ilustrada Ferrol, donde construye su segundo teatro en la calle de la Magdalena entre 1769-1770, y que permaneció activo hasta que un incendio lo arrasó por completo en 1807.

Pero Setaro quería volver a La Coruña. Y lo hizo, de nuevo, convenciendo al capitán general al cargo, el Marqués de Casa Tremañes. De su bolsillo, costeó la construcción de un nuevo teatro en la calle de la Franja, «donde está hoy la plaza del Humor», con la condición de que durante diez meses al año se representaran «comedias y óperas, principiando por aquellas», según un acuerdo municipal que reproduce Carreira en su estudio.

No era, desde luego, un espectáculo asequible para todos los bolsillos. Pero la creciente burguesía y la tropa acuartelada podían permitírselo. Tampoco era un obstáculo que las funciones fueran en italiano, ya que muchos de los soldados habían pasado por aquel país —todavía parte de la Corona de España— para hacer carrera militar en Nápoles o Sicilia. «Y gran parte de los comerciantes sabían idiomas», agrega Carreira . Un ilustre espectador de una de aquellas representaciones en el teatro de la Franja fue —tres décadas después— el presidente norteamericano John Adams, que en su diario reflejó el uso del italiano en las funciones.

El ocaso de Setaro

En 1772, la ciudad expropia el teatro a Setaro, y este abandona La Coruña, manteniendo la gestión de Ferrol. Tras su paso por Pamplona, llega a Bilbao en 1773. Aquí sigue su pista la profesora Carmen Rodríguez Suso, en su interesante artículo «La Trastienda de la Ilustración: el empresario Nicolà Setaro y la ópera italiana en España» (1998). El «esplendoroso tren de vida» del empresario «tuvo que despertar la envidia de las nuevas élites de Bilbao».

«Levantó celos por su forma de vida libre y hedonista», explica Rodríguez Suso en conversación con ABC, «pero en su caso se dio la mala fortuna adicional de que la radical oposición de algunos predicadores religiosos se vio exacerbada por la asistencia de sectores marginales de la población a las representaciones, sectores que las usaron como espacio de proyección de sus despreciadas formas de vida».

Todo ello llevó a que se fabricara una calumnia contra Setaro, al que una mujer acusó de sodomía, «el crimen nefando». «Las acusaciones fueron falsas», pero el empresarió murió en 1774 en la cárcel, antes de que resultara absuelto y su familia pudiera recuperar sus bienes. Fue el triste final del emprendedor que trajo la ópera a Galicia.

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