José Luis Jiménez - Pazguato y fino

Tendencia o coyuntura

La pregunta es si tras este 28-A el PP será capaz de reactivarse ante el reto inminente de las municipales. La receta parece clara: menos Casado y más Feijóo

No hubo en el pasado extrapolaciones automáticas entre unas elecciones generales y otras de perfil tan concreto como las municipales. Los criterios que maneja el votante habitualmente están perfectamente delimitados en una y otra convocatoria, por lo que sería temerario hablar de que la coyuntura política de Galicia ha dado un vuelco de 180º y, de la noche a la mañana, entrega una mayoría política a la izquierda tras una década de gobiernos de Feijóo.

Podría existir esa coyuntura si el PP en la Xunta estuviera sumido en guerras internas, corroído por la corrupción o la gestión pública fuera nefasta, tres escenarios que objetivamente no se dan. El peligro no está, por tanto, en esa coyuntura por ahora inexistente, sino en que estos resultados del 28-A puedan generar una tendencia, una corriente anímica en el electorado, que derribe la hegemonía del centro-derecha gallego.

¿Qué importancia tienen las tendencias? Recordemos diciembre de 2015 . El PP de Feijóo toca suelo con un 37,10% de los votos a diez meses de las autonómicas, y las perspectivas en el partido eran pesimistas, sobre todo porque el presidente seguía sin aclarar si concurriría o no a la reelección. Pero en la repetición electoral de junio de 2016, de nuevo con Rajoy como aspirante a la Moncloa, con las mismas candidaturas, el PPdeG escaló hasta el 41,5% de los votos. Apenas cuatro puntos más y un resultado que no le habría valido para retener la mayoría absoluta en el Parlamento gallego, pero sirvió para mudar el estado de ánimo de un partido que a partir de ese momento empezó a creerse que el tercer mandato de Feijóo era posible, como así fue.

Es cierto que posteriormente al dato de las generales de 2016, el PPdeG desplegó una estrategia planificada para acercar a Feijóo a los ciudadanos con la campaña concello a concello del «banco azul», pero el impulso anímico de un partido que necesita de su base y su maquinaria para ser implacable (electoralmente hablando) se obtuvo en esas urnas de junio. Lo que pasó después es conocido.

Pero del mismo modo que el PPdeG aprovechó una tendencia al alza, la pregunta es si tras este 28-A será capaz de reactivarse ante el reto inminente de las municipales . El partido reconocía privadamente que detectaba una cierta desmovilización en sus cuadros municipales, más preocupados del 26-M que del 28-A, una visión un tanto parca, precisamente por este efecto de las tendencias. Es cierto que tampoco tiene gran cosa que defender —en Orense, una diputación provincial muy consolidada y una alcaldía que logró por una carambola—, pero las expectativas eran de recuperar poder urbano, principalmente en las provincias del norte, y hacerse también con alguna diputación.

La izquierda también sabe de tendencias. En 2004, en pleno «efecto Zapatero», el PSdeG llegó al 37,19% de los votos, cinco puntos más que este 28-A. Fue la antesala de las autonómicas de 2005, en las que Pérez Touriño logró 555.000 votos (el 33,6%) y Fraga perdió la mayoría absoluta con un 45,8 de los votos, aunque de aquellas elecciones se recuerda que, en realidad, todo se jugó en las sacas de la emigración de la provincia de Pontevedra, donde el PP perdió la absoluta por apenas 7.000 votos.

Fantasmas

El PP ha sufrido en carne propia el mal de la división entre su electorado que desde hace décadas ha castigado a la izquierda . El miedo a Vox azuzado por PSOE, Podemos y derivados ha calado entre un electorado que se movilizó para evitar una fórmula a la andaluza. Precisamente, los de Abascal negaban las apelaciones del PP al voto útil con el ejemplo andaluz: dividir el voto permite sumar y forjar mayorías.

Lo que queda claro es que Andalucía fue una rara excepción que necesitó de una bajísima participación (58%) para materializarse . Es improbable que las municipales en Galicia tengan un dato de asistencia a las urnas tan elevado como el del 28-A, casi de un 74%. En las locales de 2015 fue ocho puntos menor. Vox solo se presenta en las ciudades con candidatos ignotos y de nulo bagaje. Visto que en Galicia el voto extremista fue inútil e improductivo, es el PP quien debe tener ahora la habilidad para hacerle ver esa evidencia a los votantes que lo abandonaron este 28-A: de no cejar en el empeño, las alcaldías urbanas volverán a ser de izquierdas. Rafa Domínguez (Pontevedra) ya entonó esta música ayer. No será el único.

La receta para el PPdeG parece clara: menos Casado y más Feijóo . El mensaje moderado del presidente gallego es transversal en capas de la población menos ideologizadas, y en municipales ayudará tener a candidatos de un talante similar, como el caso de Rey Varela, Beatriz Mato, Rafa Domínguez, Jesús Vázquez o Ramón Carballo. Vigo parece un caso perdido, vista la fortaleza socialista y su impermeabilidad a la crítica por las sombras de la gestión de Caballero y sus modos populacheros.

El reto del PP gallego no es menor, pero tampoco es una entelequia inalcanzable. Tiene una única cosa clara: el partido no tiene socios potenciales sino rivales a izquierda y derecha, por lo que no hay compadreos ni guiños. A Cs y Vox los competirá con la ferocidad que emplea con el PSOE y Podemos. Con eso, con un discurso sensato y sin estridencias, hablando de problemas reales, y con Feijóo en liza, puede revertir la tendencia . Con eso, y sin Casado, obviamente.

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