Historia

Un paseo por la Compostela medieval

Xosé M. Sánchez, autor del libro sobre las costumbres de Santiago en la Edad Media, hace un recorrido por las principales características de la ciudad en esta época

La reina Urraca ilustrando las vestimentas del siglo XII

Estefanía D. Carruébano

El Reino de Galicia en la época medieval tenía como centro neurálgico a Santiago de Compostela, la actual capital de la Comunidad. Dentro de sus fronteras confluían personas y culturas de los ámbitos más dispares, así como sonidos y vestimentas que terminaban por marcar la vida cotidiana de la ciudad. «La sociedad compostelana medieval tiene unos códigos de tiempo propios», explica Xosé M. Sánchez, autor del libro «Iglesia, mentalidad y vida cotidiana en la Compostela medieval». Recrear un paseo por las calles de la Compostela del medievo es alejarse de la visión catastrofista e infeliz propia de la época del Romanticismo y el Renacentismo y centrarse en la vida cotidiana de la Edad Media. Los colores, los sonidos y las calles terminan por conformar una mentalidad propia, integrada en una sociedad completamente conectada, aunque ajustada a sus tiempos. «Santiago en el medievo era un mundo infinitamente conectado, que recibía y emitía noticias; que las conocía y se comunicaba», apunta Sánchez. Y también era digna de apreciar sin el Camino que, aunque es apreciado y valorado por todos, no es el principio y el fin de Compostela.

Por ello, Xosé Sánchez quiso pensar, a la hora de escribir su libro, en los santiagueses «que tenían que levantarse cada mañana, intentando contar sus alegrías y sus pesares, aprendiendo de cómo ellos se enfrentaban a situaciones de la vida cotidiana a las que tenía que hacer frente», explica. El olor de las calles del Santiago de la época estaba caracterizado por los oficios , por la mente trabajadora y humilde de los compostelanos. Algo que, a fin de cuentas, también terminó por confeccionar la distribución de una ciudad con aires trabajadores y mentalidades abiertas y comunicativas. Cuenta Xosé Sánchez para este diario que las zonas limítrofes donde se encontraba, por ejemplo, la huerta, que servía de despensa de fruta y verduras a toda la sociedad compostelana, terminó por adentrarse dentro del núcleo urbano, lo que hizo que se fuese ampliando la ciudad.

La manera de afrontar la muerte es una de las características más marcadas de la época medieval. Todo radica «en el deseo por ser recordados», apunta el escritor . De ahí «vienen los epitafios, las lápidas y las distintas zonas donde se enterraban a las personas que, en Santiago, era la Plaza da Quintana, un gran cementerio urbano», añade. Esto no hacía más que emplear comportamientos distintivos, como podía ser «la campana o Tintinnabulum, que solo se tocaba cuando alguien moría. Eran conscientes de que ese sonido evocaba que alguien, no muy lejos de sus casas, había fallecido. Resulta «muy evocador», relata Sánchez.

El sonido marca la vida

Caminar, de manera metafórica, por la Compostela medieval no hace si no entrever la importancia de los sonidos a la hora de hacer un comunicado. Si bien un sonido de campanas anunciaba la muerte de algún vecino , también existían las campanas de las iglesias, que explica la importancia del tiempo trabajado frente al tiempo sacralizado.

Y el sonido de las trompetas anunciaba una noticia importante que debía conocerse . «Ese era el sonido del poder político, y la gente era muy consciente de ello», apunta Xosé Sánchez. Algo que también llama la atención son los ropajes, que van cambiando con el paso del tiempo. Al principio, las calles estaban llenas de personas con ropas hasta los talones pero, con los años, terminaron convirtiéndose en algo mucho más ceñido y corto.

La importancia de la Iglesia

La característica más especial de Santiago en aquella época, explica el autor del libro, «radica en la presencia del Episcopado», siendo «esa calidad arzobispal la que trae consigo el señorío y el poder político más destacado de Galicia», añade. «La Iglesia en ese momento no es solo una institución que se ocupe de la cura de almas, si no que es un poder político, feudal, no solamente propietario si no jurisdiccional» , relata. Además, también apunta la relevancia de que la Iglesia sea el punto central de la ciudad. «La Catedral es un punto básico y central, de referencia», sentencia. Todo esto actúa como punto de referencia para la gente y el sonido de las propias campanas que se expande por el núcleo. No solamente el edificio, si no que engloba todo lo que conlleva el poder episcopal y el poder señorial en la Edad Media.

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