José Luis Jiménez - PAZGUATO Y FINO

El tardío adiós de Luís Villares

Nadie se va en política a corto plazo. Villares lo hace. Debió hacerlo mucho antes, por dignidad. Oportunidades para irse no le faltaron

José Luis Jiménez

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Salvo que seas un ministro recién nombrado del Gobierno Sánchez al que trinquen copiando un máster o defraudando a Hacienda, nadie se va en política a corto plazo. Luís Villares lo hace. Y yo creo que debió hacerlo mucho antes . Por dignidad. La última oportunidad para dar el portazo más lógico fue cuando rompió su grupo parlamentario y sostuvo artificialmente esa ficción que fue el proyecto de En Marea, un partido sin sitio en un territorio donde ya había nacionalistas y formaciones a la izquierda del PSOE. Abandonó su escaño de líder de la oposición, le regaló ese título simbólico a Gonzalo Caballero y se mudó dos filas más atrás entre el desdén de sus antiguos compañeros, muchos de los cuales hoy no le hablan.

La suya es una historia paradójica. Conocido magistrado progresista del Tribunal Superior, las fuerzas rupturistas fueron a buscarlo como candidato de consenso creyendo que la ola electoral les permitiría derrotar al PP. Vieron la ocasión. Pero ni Yolanda Díaz, ni Xosé Manuel Beiras, ni Martiño Noriega, ni Eva Solla, ni Xulio Ferreiro quisieron ponerse como cabeza de cartel. Querían una Carmena, una persona que inspirase respetabilidad, y un juez desde luego la tenía. He aquí la paradoja: el consenso para elegirlo derivó en unanimidad para desahuciarlo. Porque el juez no quiso ser marioneta, y con todos sus defectos, pensaba por libre. Quiso ser líder, y se dio cuenta que quienes fueron a buscarlo nunca lo vieron como tal, sino como un mero instrumento . Fracasada la intentona electoral, les sobraba. Y probablemente ahí pudo ser la primera ocasión para irse de regreso al Tribunal y evitar lo que estaba por venir.

Desengañados de Villares, sus teóricos aliados fueron minando su autoridad poco a poco : primero, intentando dejarlo fuera de la candidatura para lider el partido En Marea; luego filtrando desde dentro que pedía un determinado sueldo y un conductor; después respaldando a Paula Quinteiro tras su incidente nocturno con la Policía Local ; por último el esperpento de las primarias con acusaciones cruzadas de pucherazo... Podemos, Anova y EU no ocultaban su desprecio hacia Villares, en público y en privado . Un espectáculo impropio de un partido serio y de una persona que procedía de un universo como el judicial, tan severo, tan necesariamente rígido.

Por el camino, Villares dejó siempre la impresión de estar desempeñando un papel de líder opositor a la sombra de los rudos modos de Beiras : al límite del exabrupto , afilando la crítica al máximo, haciendo de la anécdota un caballo de batalla contra Feijóo. Sus salidas de tono sonaron en todo momento prefabricadas, impostadas, como si siguiera una suerte de guía para ganarse las simpatías de quienes ya no lo querían como rostro de su proyecto político. Y cuando bajaba la guardia aparecía el Villares sensato, educado, culto, el buen conversador . Mejor sin disfraz.

Villares retoma ahora su carrera profesional, un campo minado tras su paso por la política , dado que su Sala en el TSXG es la Contencioso-Administrativa, que principalmente se encarga de enjuiciar asuntos relacionados con la Xunta. Sabe que será recusado recurrentemente y que su imparcialidad será puesta en duda. Lo fue incluso con fallos previos a su entrada en política, como una de las sentencias del concurso eólico , la única condenatoria para la administración autonómica entre las varias que se dictaron en esos meses. Vuelve a su Tribunal y se evita concurrir en solitario como En Marea a unas nuevas elecciones , donde el batacazo podía ser épico. Sin él, veremos qué hacen sus (pocos) fieles con la marca, que parece ocupar una sala contigua del tanatorio donde se vela a Ciudadanos. Mejor vayan buscando fecha de sepelio.

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