Exvaledora do Pobo

«No guardo rencores ni miro atrás»

En su primera entrevista tras su renuncia al cargo se reivindica: «El Parlamento sabía que era inocente»

Milagros Otero, en su despacho de la Facultad de Derecho de la USC ARXINA

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Se tomó unas semanas para desconectar tras el ruido que generó su salida del Valedor do Pobo. Ha regresado a la Universidad, en su condición de catedrática de Filosofía del Derecho . Con ánimo reposado, rompe su silencio y habla por primera vez de su dimisión y de las circunstancias que lo rodearon. Ella insiste: «Soy inocente» .

—Han pasado dos meses desde su marcha. ¿Cómo lo ve todo ahora con la perspectiva del tiempo?

—Con más tranquilidad. El tiempo permite situar las cosas en el contexto. No es bueno apresurarse ni acelerarse en la toma de decisiones ni en la manera de comentarlas. Siempre es buena la reflexión que aporta el tiempo.

—¿Y qué reflexión ha hecho en estos meses?

—He hecho muchísimas. He analizado todo desde muchos puntos de vista. La etapa del Valedor do Pobo está cerrada, he pasado página y ha sido muy satisfactoria. He sido muy feliz en ese trabajo. Me voy con muy buen sabor de boca. He trabajado con un equipo de personas fantástico, he conocido la administración por dentro, creo modestamente que hemos podido ayudar a muchas personas. Lógicamente nunca ninguna actividad es perfecta. Hay algunas cosas que me han hecho sufrir. Pero no guardo rencores ni miro hacia atrás. Las personas, como los pueblos que quieren avanzar, deben mirar hacia adelante. Eso quedó ahí.

—¿Demasiado ruido?

—Sí, pero fue un ruido que fue buscado, a propósito.

—¿Por quién?

—Por las personas a las que les interesaba que hubiera un cambio en el Valedor, y no creo que porque tuviera necesariamente que marcharme yo, sino que fue la tormenta perfecta, y yo estaba en medio.

—¿Le dolió que la acusaran de nepotismo?

—¡Claro que me dolió! Fueron acusaciones falsas. Por mi formación y educación, soy una persona que busca la justicia, siempre. He dedicado a ello mi vida. La justicia ha sido casi una obsesión en mi vida, una constante. Y porque además la acusación de nepotismo era ridícula y falsa. Habría habido nepotismo si coloco a un sobrino mío, es la única acepción. Siempre estuvo mal utilizada la expresión. Hubo falta de criterio y seriedad en las cosas que se dijeron.

—¿Se prejuzgó este caso por ser hija y hermana de quien era?

—Creo que sí. Durante mi época de Valedora no es que saliera esa plaza a concurso, salieron tres con las misma condiciones y criterios. De las otras dos no se dijo nada. Cuando llegué al puesto de Valedora había una plaza dotada pero no cubierta, y me parecía que había poca gente trabajando en la oficina para la cantidad de trabajo que había. Esa plaza ni la creé yo ni la doté yo. Y era una plaza de libre designación, no era necesario un concurso público. Por eso es insultar a la inteligencia del pueblo gallego decir que yo manipulé esa plaza, porque habría estado en mi derecho si hubiera querido adjudicársela a quien yo quisiera, y en vez de hacer eso, la sacamos a concurso.

—O sea, que tenía margen para una decisión discrecional pero no lo hizo.

—La ley me otorgaba ese margen porque la plaza, insisto, era de libre designación, y no la creé yo. Y no utilicé ese derecho porque yo presidía la comisión de transparencia de la Comunidad Autónoma, y me pareció lógico abrir la convocatoria. ¿Para qué iba a meterme en un fregado de beneficiar a nadie cuando tenía la prerrogativa de elegir a quien quisiera dentro de las personas cualificadas?

—¿Qué fue mal entonces?

—El exceso de cuidado y la mala intención de quien lo aprovechó. En el momento en que vi las personas que habían optado a la plaza, me di cuenta de que yo conocía a tres al menos, y no precisamente tenía mayor relación con la persona por la que se generó la polémica. A María Puy Fraga yo la conocía de vista. Pero yo soy profesora de la Facultad de Derecho desde 1982, y muchas de las personas que concurrieron fueron alumnas mías. Visto eso, decidí separarme del proceso y me inhibí, pasando a mi adjunto. Yo no participé de la elección en ningún momento. Soy católica y creyente. Yo juro que no hice eso. Podía haber elegido a quien quisiera porque estaba en mi derecho, y no lo hice.

—El PSOE conocía del caso por el vicevaledor, designado por elección de este partido. ¿Hubo mala fe?

—No voy a hablar mal de nadie. No quiero hacerlo, ni acusar a nadie. Solo defenderme yo. Lo único que me interesa en este momento de mi vida es que el pueblo gallego sepa que yo no le fallé, que en el momento en el que juré mi cargo adquirí un compromiso y lo cumplí con honorabilidad y responsabilidad todos los días de mi mandato. No voy a entrar en polémicas. Las personas que me hicieron esto lo saben, siempre fueron conscientes de lo que pasaba. Ellos saben quienes son, y el pueblo gallego también. Hubo personas que me hicieron mucho daño, innecesario e injusto, desproporcionado. Pero cada uno debe lidiar con su propia conciencia.

—¿Se siente víctima de una cacería política?

—No me siento víctima de nada, victimizarse es ser «mexericas», que se dice en gallego. Yo tuve un puesto muy honroso para mí, en su ejercicio hubo que asumir una serie de cosas y yo lo hago. No me siento maltratada ni perseguida, ni pido justicia. Simplemente quiero que la gente sepa que todo lo que se dijo fue mentira, y que se tejió por unos motivos diferentes a los que se dicen.

—¿Se arrepiente de algo?

—No. He reflexionado mucho sobre esto. Las lecciones de la vida no valen para nada si no se sacan enseñanzas para el futuro. No hay en este caso. Seguramente en mis cuatro años de Valedora hice cosas mejorables. Pero en ese proceso no encuentro fallo por mi parte. Casi al mismo tiempo, en el ámbito municipal, había detectado 160 casos en los que se echaba para atrás un procedimiento de concurso por un error formal y se ordenaba retrotraer el proceso. Que es lo que decía el TSXG. A mí nunca me condenaron. Si hubiera sido así, me habrían echado.

—Si no la condenaban a usted, ¿por qué decide entonces dimitir?

—Decido dimitir porque perdí la confianza del Parlamento de una forma desproporcionada, desinformada, excesiva y poco adecuada. Y desde ese momento no puedo seguir siendo una comisionada del Parlamento.

—¿Por qué cuando decide dimitir no lo hace de manera efectiva?

—Porque no podía dimitir. Para mí habría sido mucho más fácil y cómodo, pero la institución no podía quedar en esa situación de vacío. Si yo dimito, debe entrar el adjunto. Pero no tenía razón de ser cuando el procedimiento por el que se condenaba al Valedor llevaba su firma. Y que conste que yo no creo que Pablo Cameselle haya tenido culpa ninguna ni hiciera nada mal en esto. Pero bien o mal hecha, su firma estaba allí. Era absurdo que se quedara él en la institución.

—Tampoco fue entendida su petición para aplicar una subida de sueldo a los trabajadores del Valedor.

—Esa subida la concedió el presidente de la Xunta a todos los empleados públicos, pero había que pedirla, no era automática. Yo era la responsable de que los trabajadores del Valedor tuvieran esa subida. En aquel momento, daba igual lo que hiciera. Dijera lo que dijera, iban a contestarme a degüello. Se creó un clima contrario a mi persona. No había nada que pudiera hacer para revertir la situación. Llegué a creer que como todo era tan evidente, la verdad caería por su propio peso. Me equivoqué.

—¿Cree que la polémica opaca su gestión?

—No, no creo. La polémica fue una cosa puntual. ¡Todo el mundo sabe que ahí no hubo nada! Lo sabe, por supuesto, todo el Parlamento.

—Pero si lo sabía todo el Parlamento, ¿por qué dejó de confiar en usted?

—Porque la sentencia del TSXG deslizó en el obiter dicta, en el comentario previo al fallo, tres palabras que me hundieron la vida: «Desvío de poder». No abuso de poder, como se dijo. El desvío es una figura jurídica que es la que justifica la decisión de retrotraer el proceso de selección. Pero es una cuestión administrativa. Claro, desvío de poder aplicado a la Valedora era una cosa tremenda. Si eso fuera cierto, claro que es motivo de renuncia. Pero no fue cierto. Jurídicamente puede tener un valor residual, pero políticamente sí lo tiene y muy importante. Ojo, pero presunción de desvío, porque si hubiera habido prueba me habrían condenado, ¿pero cómo iban a condenarme si ni siquiera estaba imputada? A mi juicio, la sentencia no debía haber dicho eso.

—¿Con qué recuerdo se va?

—Con el recuerdo del agradecimiento a las personas que me permitieron ser Valedora, que fueron el PSOE y el PP. Confiaron en mí, y me fui con el agradecimiento de desempeñar una labor tan agradable.

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