Luis Ojea

Discurso tabernario

Resulta repugnante escuchar a los caudillos de la caverna hablar de presos políticos en Cataluña

El nacionalismo gallego ha quedado definitivamente retratado. Los caudillos de la caverna se han quitado esta semana la careta y han exhibido sin pudor la nauseabunda indigencia moral e intelectual en la que se mueven.

Resulta repugnante escuchar a esta tropa hablar de presos políticos en Cataluña . Presos políticos los hubo y los hay en regímenes totalitarios con los que ellos simpatizan. Aquí, en España, lo que hay es un sistema democrático. Quizás ellos lo ignoren, pero vivir en un Estado de Derecho tiene consecuencias . La primera y fundamental es el imperio de la ley, piedra angular en la que se sustenta la legitimidad de nuestro ordenamiento jurídico y vacuna frente a la tiranía y la arbitrariedad. Pero esta banda de canallas que idolatra a todos los sátrapas del planeta desprecia los valores propios y distintivos de la democracia.

Las fuerzas nacionalistas gallegas traspasaron estos días todas las líneas rojas. Es indecente pretender otorgarles la condición de presos políticos a unos individuos que están siendo investigados por delitos tan gruesos como malversación, prevaricación y desobediencia. Esa es la clave, si han violado la ley. Y solo el Poder Judicial, en un proceso con todas las garantías, es competente para dirimirlo. En una democracia nadie tiene inmunidad para quebrantar la legislación vigente . Ningún ciudadano, tampoco los políticos. Los cargos públicos menos que nadie.

Pero la caverna gallega no está en ese tipo de disquisiciones. A esta pandilla nunca se le verá defendiendo el principio de legalidad. Acostumbrados al discurso tabernario de las redes sociales, estos aspirantes a héroes de las barricadas van diseminando un relato falsificado. Hablando de presos políticos, comparando a los cuerpos de seguridad con fuerzas de ocupación o equiparando la respuesta equilibrada y prudente del Estado de Derecho a este golpe independentista con prácticas propias de dictaduras. No tienen límite.

Pero a estas alturas el problema ya no es que estas fuerzas políticas se enfanguen en este tipo de charcos hediondos. No sorprende a nadie que Beiras se sienta cómodo compartiendo foto este fin de semana con la CUP y Bildu. Ni que Villares se preste a ser una marioneta de Pablo Iglesias en el sainete que Podemos ha montado hoy. El drama es que esta tropa pretenda arrastrar a ese delirio a las instituciones en las que están. Que el alcalde de Pontevedra firme un manifiesto respaldando a los regidores catalanes que pisotean el ordenamiento jurídico. O que Compostela Aberta y el Bloque fuercen la aprobación en Santiago de una moción hablando de criminalización y recorte de libertades en Cataluña.

Lo que está pasando estos días en esa parte del territorio nacional tiene un nombre. Se llama sedición. Y en Galicia hay quien juega a ser cómplice de ese golpe.

Fuegos artificiales

En primavera andaban los progres de este país emocionados con la posibilidad de que cayera Angela Merkel. Los socialdemócratas volaban en las encuestas tras la elección de Schulz en primarias. Pero los fuegos artificiales duran lo que duran y hoy la canciller parece que volverá a ganar con holgura.

Las primarias son lo que son. Una fiesta con mucho confeti en la que los partidos muestran a plena luz del día sus contradicciones. Ese tipo de procesos no solucionan los problemas de fondo de una organización política, solo los exhiben. Es lo que le está pasando al PSdeG. El recuento de avales esta semana ha demostrado que los socialistas gallegos siguen atrapados en el mismo juego de tronos de siempre. Pachi y Blanco maniobrando en la sombra. Besteiro jugando sus cartas. Caballero echando cuentas para no volver a equivocarse de caballo.

Mucho ruido y pocas nueces. Un mero ajuste de cuentas interno . Un pleito de herencia entre tres miembros de la misma facción. Son unas primarias fallidas. Solo eso, fuegos artificiales.

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