Brus entrega la placa

Tras 10 años de servicio a la Policía Nacional en casos como el de Ruth y José Bretón o Marta del Castillo, el braco alemán se retira en Pontevedra

Brus, con Marta Martínez y Brais, en su nuevo hogar en Salcedo (Pontevedra) MIGUEL MUÑIZ

ROCÍO LIZCANO

Cada poco tiempo Brus vuelve a pegarse a las piernas de Marta buscando una caricia. Parece que se conocen desde hace mucho, pero el braco alemán lleva apenas unos días con su nueva familia en la parroquia pontevedresa de Salcedo. «Es muy mimoso, parece que lleva toda la vida aquí. Ya es el dueño del sofá» , explica Marta Martínez. El 24 de septiembre, ella, su marido Pablo y su hijo Brais se montaron en el coche con rumbo a Madrid para recoger a Brus en el canil de la unidad de la Policía Nacional en la que este perro ha prestado servicio durante los últimos diez años. Con 11 cumplidos, Brus entrega la placa para pasar su última etapa en un entorno familiar.

Su caso, indica Rosa Chamorro, presidenta de la organización Héroes de 4 Patas —dedicada a la búsqueda de hogares de acogida para animales de trabajo que alcanzan la jubilación—, ha sido especial. «Brus es muy bueno en lo que hace, el rastreo de restos humanos, ADN y fluidos, y lo cierto es que ha costado encontrarle sustituto. Lo habitual es que estos perros se retiren a los 8-9 años» , dice la presidenta de la ONG que ha mediado en la adopción.

En la hoja de servicios del braco alemán figuran algunos de los casos de mayor trascendencia . La búsqueda de la joven sevillana Marta del Castillo , el asesinato de los niños de Córdoba Ruth y José Bretón o el rastreo de los vagones destrozados en el accidente del tren Alvia en Santiago son sólo la parte más visible de su expediente, repleto, apunta Chamorro, de innumerables operaciones menos mediáticas en distintos puntos de la geografía española.

Brus trabajó hasta el día antes de su adopción. «Cuando Dani Rovira presentó su caso en ‘‘El Hormiguero’’ hace casi un año y llamamos para ofrecernos yo pensé que ya estaba jubilado, pero no, un día antes de venirse con nosotros todavía había estado trabajando con su guía», comenta Marta. Ahora, c ada noche se comunica con el agente que ha entrenado a Brus para compartir los detalles de su adaptación . «Todos los días le doy el parte», bromea. «Cuando lo sujetaba en brazos para meterlo ya en nuestro coche nos pidió si podía quedarse su collar de recuerdo. Claro, es duro, han compartido mucho. Él sabe que nuestra casa está abierta», dice.

Por lo pronto, Brus ha conseguido que a la otra perra de la familia, Lúa, le empiece a gustar el pan. Lo siguiente, acostumbrale tras una década de canil exterior a dormir dentro de casa.

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