Luis Ojea - Cuaderno de viaje

Autodestrucción

La marca blanca del populismo gallego ha vivido en un permanente estado de guerra interna

Luis Ojea
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La corta historia de En Marea es la crónica de un insólito, por acelerado, proceso de autodestrucción. La marca blanca del populismo gallego ha vivido en un permanente estado de guerra interna desde su fundación y la asamblea de este fin de semana puede servir de catalizador para la implosión definitiva del invento.

Su drama es que, gane quien gane, el proyecto de unificación del rupturismo gallego saldrá profundamente tocado. Si se impone Luis Villares, porque el suyo será un liderazgo débil. No solo porque sus enemigos internos seguirán intentando segarle la hierba bajo sus pies, sino porque el exjuez ha demostrado ser un chisgarabís, incapaz de mantener un criterio más de cinco minutos, desmintiéndose continuamente a sí mismo.

Y si vencen sus adversarios, porque la organización quedará en manos de una caterva de chiquilicuatres que empezarán a pelearse por ser el nuevo referente del populismo autóctono.

Esa es la madre de todos los corderos. No si son más o menos nacionalistas ni si escenifican un discurso más comedido u optan por un perfil más radical. Lo suyo es un simple juego de tronos basado en concepciones diametralmente opuestas sobre lo que debe ser En Marea. Villares pretende construir un nuevo BNG sin la UPG con un sesgo «quintanista», Iglesias presiona a través de sus propios para reducir el invento a una pseudofranquicia y otros, segundones como Noriega, Sánchez o Díaz, pretenden mantener el «statu quo» de la coalición original para asegurarse salir en la foto. Y aún más tétrico que esas presuntas primeras espadas son los muñidores profesionales que maniobran en la trastienda del rupturismo. Los que susurraron durante años al oído de Beiras y alguno nuevo, como ese siniestro fontanero que se mueve a la sombra de Ferreiro y que parece muy aficionado al mundo de los orcos.

Entre tanto lío absurdo, muchos simpatizantes que se subieron a la primera ola de la marea han ido bajándose del barco. Y hoy, con cada vez mayor desafección entre su clientela potencial, el proyecto rupturista parece definitivamente abocado al naufragio. Quizás la asamblea de este fin de semana suponga el comienzo de la ignición, pero, sea ahora o sea más tarde, lo más probable es que el experimento acabe saltando por los aires.

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