Alberto Varela - Crónicas Atlánticas

Agravios

No es de recibo que los que han dilapidado el dinero en embajadas reclamen ahora clemencia

En estos días de campaña electoral en Cataluña se oyen cosas que le hacen a uno pensar si no sería bueno poner límites a lo que sueltan por la boca los políticos cuando tienen que pedir el voto. Es cierto que para engatusar al elector hay que exagerar un poquito, pero la democracia española es ya mayorcita y manda truco ver como hay quien pide que se condone la deuda autonómica catalana a cambio de aparcar el debate independentista.

No es de recibo que los que han dilapidado dinero en embajadas o en procesos soberanistas reclamen ahora clemencia. Tendría un pase si todas las autonomías nos hubiésemos pasado de gasto, pero en algunas, como Galicia, hemos cumplido los compromisos. Aplicar tabla rasa para justos y pecadores nos dejaría cara de tontos.

De todos modos, si lo pensamos bien no es tan raro que algunos en Cataluña pidan privilegios, porque llevan siglos de trato favorable. Lo que no es tan razonable es que haya quien se plantee concederlos, porque la cesión al chantaje a lo único que ha llevado es a reforzar los postulados primero regionalistas, después nacionalistas y ahora independentistas. Si montar follón tiene recompensa por qué cambiar el modo de actuar.

No vale el argumento de que hay comunidades infrafinanciadas, como dicen algunos. Es cierto que algunas tienen una mayor población infantil o inmigrante que otras, pero cada uno sabe lo suyo. Aquí la dispersión o el envejecimiento también encarecen los servicios y a nadie con dos dedos de frente se le ocurre defender la conversión de Galicia en territorio insumiso. Hablemos en serio de cómo repartir el dinero, pero sin injusticias.

Y por cierto, a ver si el PSdG acaba de una vez con su proceso de renovación, porque con tantas primarias se están olvidando de posicionarse en los debates relevantes. Sus compañeros asturianos, extremeños y andaluces han dejado claro que se opondrían a posibles agravios, aquí da la impresión de que pretenden pasar de perfil. Los liderazgos fuertes nunca en la vida se han conseguido con medias tintas, parece mentira que aún no lo sepan.

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